domingo, 22 de septiembre de 2013

Cadena perpetua por corrupción para el popular dirigente chino Bo Xilai

AFP
Bo Xilai al escuchar su sentencia

El autoritario régimen de Pekín pretende así cerrar la lucha de poder que desató su caída en desgracia

PABLO M. DÍEZ @PABLODIEZ_ABC / CORRESPONSAL EN PEKÍN - Día 22/09/2013 - 17.00h


Bo Xilai, el popular dirigente chino juzgado en agosto por corrupción, ha sido condenado a cadena perpetua. Según anunció este domingo elTribunal Popular Intermedio de Jinan, el poderoso exsecretario del Partido Comunista en la megalópolis de Chongqing y exmiembro del Politburó del Comité Central pasará el resto de su vida entre rejas por aceptar sobornos, apropiarse de dinero público y abuso de poder.

Tal y como fue anunciando en su cuenta de Weibo, la copia china del censurado Twitter, mientras el juez leía la sentencia en la sala, el tribunal reiteró los cargos y rechazó que las confesiones durante los interrogatorios de Bo Xilai se hubieran conseguido mediante coacciones. Los jueces también negaron, como argumentó Bo Xilai, que el testimonio de su esposa, Gu Kailai, incriminándolo se debiera a sus problemas mentales.

A tenor de lo publicado por el diario de Hong Kong «South China Morning Post», lo más probable es que Bo Xilai apele el fallo. Durante los cinco días que duró el juicio, el carismático político chino negó sistemáticamente haber aceptado sobornos por valor de 21,8 millones de yuanes (2,67 millones de euros) y haberseapropiado de otros cinco millones de yuanes (621.000 euros) de una obra pública. Además, refutó los cargos de abuso de poder que le imputaba la Fiscalía por intentar encubrir el asesinato de Neil Heywood, el socio británico que le ayudaba a evadir su fortuna. Por dicho crimen, su esposa, Gu Kailai, fue condenada a muerte en agosto del año pasado, pero la sentencia quedó suspendida 24 meses, lo que suele equivaler a cadena perpetua.

Con una mansión en la Costa Azul regalada por un empresario y un viaje de su hijo, Bo Guagua, en un jet privado a África, el «caso Bo Xilai» ha revelado el ostentoso y disoluto tren de vida de la«aristocracia roja» que ha florecido gracias al «milagro económico» chino. Escenificando un intenso drama familiar, Gu Kailai testificó en contra de su marido en un vídeo emitido en la sala y éste aseguró que estaba loca y lo acusaba porque le había sido infiel. Además, Bo Xilai reveló que su esposa mantenía una relación conWang Lijun, el jefe de Policía que era su mano derecha en la ciudad de Chongqing y acabó tirando de la manta. A cambio de poder defenderse con uñas y dientes de los cargos de corrupción, Bo Xilai no ha desvelado los entresijos de la lucha de poder que su caída en desgracia ha provocado en el seno del Partido Comunista chino.

Un político carismático

Bo Xilai, que tiene ya 64 años, era una de las figuras más populares del acartonado régimen chino y, según un diplomático español, «un político que ganaría elecciones en una democracia». Hijo de uno de los«Ocho Inmortales» que abrió China al mundo junto a Deng Xiaoping en los años 80, al «principito» Bo Xilai se le auguraba un brillante futuro porque había protagonizado una carrera meteórica. Como alcalde de Dalian, embelleció esta ciudad costera y la convirtió en un centro de investigación tecnológica y luego, al frente del Ministerio de Comercio, negoció las cuotas textiles con EE.UU. y la Unión Europea. Como ya formaba parte de los 25 miembros del Politburó del Partido, se rumoreaba que su siguiente paso sería ocupar uno de los nueve puestos del todopoderoso Comité Permanente, que fue renovado el pasado otoño y vio la designación del nuevo secretario general y actual presidente de China, el también «principito» Xi Jinping.

Pero su ambición y afán de protagonismo ante las cámaras, inusual para los grises gerifaltes del régimen, la habían granjeado muchas enemistades desde que, en noviembre de 2007, fuera nombrado secretario del Partido en Chongqing. Hasta su arresto en marzo de 2012, limpió esta caótica y dura ciudad próxima a la presa de las Tres Gargantas con sonadas redadas contra las mafias locales que acabaron con 2.000 detenciones, 500 procesamientos y 13 ejecuciones, incluyendo al anterior responsable de la Oficina Judicial por corrupción y violación. La operación policial le valió el aplauso del público y los medios, pero levantó ampollas entre numerosos empresarios y políticos con oscuras conexiones económicas.

Además, impulsó una campaña con canciones patrióticas de la época de Mao que recordó a los tiempos de la infame «Revolución Cultural» (1966-76) e incomodó a la cúpula del régimen en Pekín. Cuando el entonces primer ministro, Wen Jiabao, repudió esta década de terror y caos en su multitudinaria rueda de prensa tras la clausura de la Asamblea Nacional en marzo de 2012, en realidad estaba sentenciando a Bo Xilai. Al día siguiente, su estrella, demasiado personalista e independiente para un régimen tan monolítico como el chino, se apagó definitivamente, no sin antes desatar algunas muestras populares de apoyo e incluso rumores de un golpe de Estado.

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