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lunes, 25 de agosto de 2014

Hollande pide a Valls que forme un nuevo Gobierno tras la rebelión interna

François Hollande y Manuel Valls, el pasado 15 de agosto. / AFP

CRISIS POLÍTICA EN FRANCIA

El primer ministro presenta su dimisión de cara a formar el nuevo Ejecutivo


La popularidad de Valls se desploma tras los pasos de Hollande


CARLOS YÁRNOZ París 25 AGO 2014 - 12:38 CEST


El primer ministro de Francia, Manuel Valls, ha presentado este lunes la dimisión de su Gobierno al presidente, François Hollande, para la formación de un nuevo Ejecutivo después de que el presidente le solicitara la remodelación gubernamental.

Valls se ha reunido esta mañana con Hollande para anunciarle la decisión y, según un comunicado de la presidencia, “el jefe de Estado le ha pedido que constituya un equipo en coherencia con las orientaciones que él mismo ha definido para el país. Su composición se anunciará el martes”.

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En un movimiento perfectamente coordinado con la presidencia, Valls reforma su equipo, presumiblemente para descargarlo de una minoría de ministros críticos con la política de reformas económicas que Hollande viene impulsando desde que en enero planteó a los agentes sociales un “pacto de responsabilidad” para relanzar la productividad francesa a expensas de profundos recortes.

El nuevo gabinete se espera como una demostración de firmeza ante las críticas vertidas sobre Valls en los últimos días. Tras semanas elevando el tono de sus aguijonazos a Valls, este sábado, Arnaud Montebourg, titular de Economía, se colocó en la rampa de salida del Gobierno al atacar con firmeza las directrices económicas de su Gobierno en una entrevista al diario Le Monde.Montebourg pidió una inflexión plantarle cara a las recetas de contención de gasto de Alemania: “Hay que dar prioridad a la salida de la crisis y trasladar a segundo plano la reducción dogmática del déficit, que nos conduce a la austeridad y el paro”.

Antes del anuncio de la crisis de Gobierno, esta mañana en la cadena Europe 1, Montebourg ratificó su posición y aseguró que no sabía cuánto tiempo seguiría siendo ministro pero que no se tomaba en serio la posibilidad de una reforma del Ejecutivo. Sus declaraciones implicaban un reto a Manuel Valls: “Me parece que uno no se separa de los ministros que hacen propuestas dentro de un debate legítimo”. En su opinión, “no ha habido ningún cuestionamiento de la solidaridad gubernamental”.

Benoît Hamon, ministro de Educación y la otra gran voz crítica con las políticas de austeridad del binomio formado por Hollande y Valls, apoyó el domingo las críticas de Montebourg en el diario Le Parisien y en una fiesta del partido socialista en Frangy-en-Bresse, la llamada Fiesta de la rosa.

La crisis de Gobierno también tiene una lectura en clave europea. Francia, muy criticada desde Bruselas por no cumplir los objetivos del déficit, no tenía precisamente en Montebourg un apoyo diplomático. Furibundo germanófobo y eurohostil, además de enemigo tradicional de los medios liberales anglosajones y alemanes, Montebourg cargaba a menudo contra las políticas de contención de Bruselas y Berlín. Prescindiendo de él, Hollande allana el camino para negociaciones claves, como las de los miembros de la nueva Comisión de Jean-Claude Juncker.

Un contexto de recortes

El 29 de abril Manuel Valls presentó los mayores recortes del gasto público de la moderna historia francesa ante una Asamblea Nacional dividida y un Partido Socialista (PS) fracturado. Valls sacó adelante un ajuste de 50.000 millones en tres años en una votación con 265 síes frente a 232 noes y 41 abstenciones en las filas de su propio partido, el PS. Montebourg y Hamon son los ministros más próximos a estos rebeldes que han convertido su labor parlamentaria en un pulso permanente a Valls

No podemos vivir más tiempo por encima de nuestras posibilidades”, proclamó aquel día Valls, pidiendo con vehemencia (y poco éxito) el apoyo simbólico de los socialistas. Valls presentó entonces el Programa de Estabilidad trienal exigido a París por la Comisión Europea para reducir el déficit de Francia como una “decisión soberana”, imprescindible para crear empleo, mejorar la competitividad de las empresas, volver a crecer, rebajar el déficit —“que nos asfixia”, enfatizó—, y garantizar “la justicia social y el poder adquisitivo de los más débiles”.

Desde entonces los conflictos sociales han perseguido al Ejecutivo. Por ejemplo, una doble huelga en junio de ferroviarios y de trabajadores del mundo del espectáculo. Los primeros mantuvieron la mitad de los trenes de Francia detenidos durante una semana en oposición a la futura reforma ferroviaria. Los segundos (trabajadores fijos discontinuos del teatro, la música, la danza, la televisión y el cine) obligaron a cancelar decenas de espectáculos en protesta por la reforma de su régimen de protección por desempleo.

Manuel Valls sucedió a Jean-Marc Ayrault el 1 de abril después de la debacle socialista en las elecciones municipales de marzo. Llegó al Gobierno con una amplia agenda de reformas, y se construyó un Ejecutivo de compromiso trayendo de la mano a rostros conocidas como el de Ségolène Royal y respetando a buena parte de los ministros ya en el cargo. Entre sus gestos conciliadores destacó el de entregar la economía a Arnaud Montebourg, que ya era parte del Gobierno de Jean-Marc y representaba al ala más izquierdista del partido.

Con el espaldarazo de hoy a Valls, Hollande hace oídos sordos a la baja popularidad de su primer ministro que, menos de seis meses después de ser nombrado, tiene sólo el apoyo del 36% de los franceses, según la encuesta del instituto Ifop para el diario Le Journal du Dimanche.

Hollande concede así a su primer ministro la posibilidad de organizar un Ejecutivo a su gusto. “Francia no puede esperar”, argumentaba el presidente francés en julio pasado. El presidente ya quiso entonces acallar a las voces discordantes y apoyó sin fisuras a su primer ministro: "Lo designé por su eficacia, por su capacidad de organización y por su rapidez. ¿Alguien piensa que nombré a un primer ministro para que hiciera una política que yo no quería?”, indicó. “Nada nos separa en nuestros objetivos”, enfatizó.

La crisis económica francesa

• El PIB creció un 0,3% en 2013. La deuda pública alcanzó el 93,6% del PIB en marzo. Francia paga casi 50.000 millones anuales de intereses. El desempleo supera el 10%.

• El Pacto de Responsabilidad, cuyas líneas generales fueron aprobadas por el Parlamento en abril, prevé rebajas de impuestos a las empresas que suponen aminorar los ingresos en 41.000 millones. Las rebajas fiscales para los hogares suponen 5.000 millones.

• Para compensar, Hollande pretende recortar en 50.000 millones el gasto público entre 2015 y 2017. De ellos, 18.000 corresponden a gastos del Estado; 11.000 a las administraciones regionales y locales; 10.000 en Sanidad; y 11.000 en otras prestaciones.

• El grueso de los recortes tendrá que ser definido en los próximos presupuestos. Ya está aprobada la congelación de las pensiones superiores a los 1.200 euros mensuales.

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