"DOMINGO DE RAMOS"
Entrada triunfal en Jerusalén
Escrito por el editor jefe Don Juan Carlos,
El Domingo de Ramos es una celebración cristiana en la que se conmemora la entrada del Maestro Jesús, El Cristo, a Jerusalén y su aclamación como hijo de Dios. Es el sexto domingo de la Cuaresma, que da inicio a la Semana Santa.
De acuerdo a los evangelios de Mateo (capítulo 21) y Marcos (capítulo 11) del Nuevo Testamento, Jesús de Nazaret entraba triunfalmente en Jerusalén en medio de una multitud que lo aclamaba.
El evangelio de Juan añade que cenó con Lázaro y sus hermanas María y Marta. Ahí, se narra que Jesús envió a dos discípulos a la aldea cercana, con órdenes de recuperar un burrito que había sido atado, pero nunca montado y dijo: "Si os preguntan, decid que el Señor necesita el burrito, y que les será devuelto luego”.
La entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, la Ciudad Santa expresa la manifestación como Rey y como Mesías. Mateo observa en la presencia del asna atada con su borrico al lado el cumplimiento de la profecía de Zacarías. El asno, que fue una antigua montura de príncipes, fue sustituido más adelante, en la época de la monarquía israelita, por el caballo, que representa mejor una manifestación de poder. Por eso, la profecía de Zacarías, con el asno, daba el significado de que Jesús venía como un rey de paz que triunfa no con armas ni violencia, sino con humildad y mansedumbre.
Y le aclaman como el Salvador: la palabra hebrea Hosanna tuvo en un principio ese sentido, una súplica dirigida a Dios: «¡Sálvanos!». Luego, fue empleada como grito de alegría para aclamar a alguien y es similar a la exclamación más actual de «¡Viva!». La muchedumbre manifiesta su entusiasmo gritando: «¡Viva el Hijo de David!».
«Ha sido costumbre muy general y antigua llamar Rey a Jesucristo, en sentido metafórico, a causa del supremo grado de excelencia que posee y que le encumbra entre todas las cosas creadas”.
Así se dice que reina en las inteligencias de los hombres, no tanto por el altísimo y sublime grado de su ciencia, cuanto porque «Él es la Verdad» y porque los hombres necesitan beber de Él, de sus palabras y de sus hechos y recibir obedientemente la verdad. Se dice también que reina en las voluntades de los hombres, no sólo porque en Él la voluntad humana está entera y perfectamente sometida a la santa voluntad divina, sino también porque con sus mociones e inspiraciones influye en nuestra «libre voluntad» y la enciende en nobilísimos propósitos.
Finalmente, se dice con verdad que Cristo reina en los corazones de los hombres, porque con su supereminente caridad y con su mansedumbre y benignidad, se hace amar por las almas de manera que jamás nadie —entre todos los nacidos— ha sido ni será nunca tan amado como Cristo Jesús.
De acuerdo a los evangelios de Mateo (capítulo 21) y Marcos (capítulo 11) del Nuevo Testamento, Jesús de Nazaret entraba triunfalmente en Jerusalén en medio de una multitud que lo aclamaba.
El evangelio de Juan añade que cenó con Lázaro y sus hermanas María y Marta. Ahí, se narra que Jesús envió a dos discípulos a la aldea cercana, con órdenes de recuperar un burrito que había sido atado, pero nunca montado y dijo: "Si os preguntan, decid que el Señor necesita el burrito, y que les será devuelto luego”.
La entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, la Ciudad Santa expresa la manifestación como Rey y como Mesías. Mateo observa en la presencia del asna atada con su borrico al lado el cumplimiento de la profecía de Zacarías. El asno, que fue una antigua montura de príncipes, fue sustituido más adelante, en la época de la monarquía israelita, por el caballo, que representa mejor una manifestación de poder. Por eso, la profecía de Zacarías, con el asno, daba el significado de que Jesús venía como un rey de paz que triunfa no con armas ni violencia, sino con humildad y mansedumbre.
Y le aclaman como el Salvador: la palabra hebrea Hosanna tuvo en un principio ese sentido, una súplica dirigida a Dios: «¡Sálvanos!». Luego, fue empleada como grito de alegría para aclamar a alguien y es similar a la exclamación más actual de «¡Viva!». La muchedumbre manifiesta su entusiasmo gritando: «¡Viva el Hijo de David!».
«Ha sido costumbre muy general y antigua llamar Rey a Jesucristo, en sentido metafórico, a causa del supremo grado de excelencia que posee y que le encumbra entre todas las cosas creadas”.
Así se dice que reina en las inteligencias de los hombres, no tanto por el altísimo y sublime grado de su ciencia, cuanto porque «Él es la Verdad» y porque los hombres necesitan beber de Él, de sus palabras y de sus hechos y recibir obedientemente la verdad. Se dice también que reina en las voluntades de los hombres, no sólo porque en Él la voluntad humana está entera y perfectamente sometida a la santa voluntad divina, sino también porque con sus mociones e inspiraciones influye en nuestra «libre voluntad» y la enciende en nobilísimos propósitos.
Finalmente, se dice con verdad que Cristo reina en los corazones de los hombres, porque con su supereminente caridad y con su mansedumbre y benignidad, se hace amar por las almas de manera que jamás nadie —entre todos los nacidos— ha sido ni será nunca tan amado como Cristo Jesús.
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