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miércoles, 4 de mayo de 2022

POR UNA POLÍTICA NACIONAL DE FUNDICIONES 

Saludos a todos,

EL COBRE ES DE CHILE…


En este artículo quiero explicar que no es ningún secreto que en tiempos modernos se diga que falta una “política de Estado” respecto a la creación de fundiciones del cobre en el país. Dentro de las perspectivas actuales surgen voces cada día más numerosas acerca de la percepción de revivir el proceso político y social que resucite la esperanza de recuperar el cobre de Chile y al mismo tiempo fortalecer nuestro desarrollo económico.


Con respecto a este tema, el Estado de Chile ha ignorado la necesidad de mejorar y crear fundiciones potentes dentro del país a cambio de dejarle él jugoso negocio a las mineras explotadas por transnacionales. Las empresas foráneas se llevan el concentrado al extranjero y lo venden a otras empresas del rubro y así aparecen vendiendo a perdida y de ese modo evitan pagar dinero al país (que es el propietario legal de todas las minas). 


Según los cálculos de especialistas, las reservas reales de cobre que le quedan a Chile serían lo suficientemente amplias como para explotar el metal rojo por cerca de cien años. Lo que significa que tenemos aun tiempo para prepararnos y especializarnos en la cuestión. Seguir este camino nos abre las puertas a conquistar un país con mayor bienestar y desarrollado, bajo una dirección clara y asegurando un impacto medioambiental seguro.

  

Creemos que de acuerdo con lo planteado el impacto medioambiental actualmente no existe, sobre todo considerando qué es la fundición el proceso minero que más energía consume. Es de gran importancia el generar valor agregado a nuestras empresas por qué inquietudes como estas sirven para al menos creer que existe un primer esfuerzo por lograr avanzar al respecto.


Debemos recordar que la nacionalización del cobre fue el resultado de las políticas públicas iniciadas en 1953 con la creación del Ministerio de Minería de Chile bajo la segunda presidencia de Carlos Ibáñez del Campo. Y más tarde en un día histórico, el 11 de julio de 1971, el Congreso Nacional en Pleno dejó plasmada en la Constitución Política del Estado la Nacionalización del Cobre. Con la nacionalización del cobre, el Estado chileno a través de Codelco tomó en sus manos casi el 100% de la producción y de las exportaciones de cobre.


Sabemos que Chile no cuente con la suficiente capacidad para fundir y refinar el cobre en el país, lo que significa que la exportación de cobre está compuesta cada vez en mayor medida por concentrados, en vez de refinados.


Evidentemente, la cada vez menor proporción de cobre refinado se convierte en una barrera para el establecimiento de una industria que utilice el mineral de formas más elaboradas, que agregue valor a la producción, que cree empleo y aumente también el valor de las exportaciones.


El compromiso del Estado debiera ser, invertir y crear instalaciones de fundición y refinación del cobre. El sector minero representa el 13% de todo lo que se produce en Chile al año (PIB). El valor de la producción minera es casi 200 veces la producción acuicola nacional, 24 veces el sector forestal, 17 veces el sector vitivinícola. Las exportaciones mineras son también alrededor del 60% del total de exportaciones del país. 


No es por nada que en los años sesenta la minería del cobre era llamada “La viga maestra de la economía chilena”, o “El sueldo de Chile”. Y de todo el sector minero, la sola minería del cobre representa el 90%.


La situación es grave si la tendencia se proyecta en el tiempo: de materializarse los proyectos mineros previstos, sin ningún tipo de intervención del Estado en la materia, el porcentaje de cobre refinado que Chile produciría bajaría de aquí a pocos años.


La cada vez menor elaboración del cobre en Chile tiene una serie de consecuencias. Si el cobre no se refina en Chile, es muy difícil que se desarrolle una industria manufacturera. Y la historia muestra que los países desarrollados han llegado a ser lo que son en parte gracias al establecimiento de una fuerte industria manufacturera al interior de esos países. Desestimar la industria manufacturera significa, por tanto, hipotecar el desarrollo de Chile.


La creciente exportación de concentrados de cobre, en desmedro de la exportación de cobre refinado, implica que en la “escoria” que se exporta junto al mineral, van valiosos subproductos (como oro, plata, molibdeno, renio, sulfuro, etc.) que las mineras no necesariamente declaran como ventas. Al contrario, de exportar cobre refinado, el contenido mineral de las exportaciones es conocido pues los cátodos de cobre refinado que se exportan están compuestos en más de un 99% de cobre fino.


Producir y exportar cobre refinado permite aprovechar los valiosos subproductos que van junto al cobre, tanto para su transformación, como para que las empresas mineras tributen lo que corresponde por el hecho de vender minerales que son en realidad propiedad de todos los chilenos.


También la falta de capacidad en infraestructura de puertos y carreteras para el transporte de grandes cantidades de concentrado de cobre, transformaría eventualmente las inversiones sustanciales -que asumida por el Estado haría realidad el sueño de la mayoría que anhelan esos cambios.


Existen razones poderosas que hablan del inmenso beneficioso que el Estado asuma en plenitud de su rol conductor de la economía, y se decida a proponer una Política Nacional de Fundiciones.


Por lo tanto, la acción del Estado en esta materia, entre otras cosas, CODELCO y ENAMI tienen asegurada la provisión de mineral. Y Chile no estaría inventando nada nuevo: los países que han tenido éxito en la actividad de fundición y refinaría, históricamente han tenido una acción muy fuerte de parte del Estado.


Los trabajadores de Chuquicamata han señalado que “el futuro de Codelco se juega en sus fundiciones y refinerías”. Así, pareciera ser que existe una preocupación transversal entre los actores de la minería por el tema de la fundición y la refinación del cobre.


Chile, como primer productor mundial de cobre, debe defender su posición en el mercado global a través de la venta de cátodos. Así las cosas, en términos estratégicos parecen ser dos las opciones sobre las que una Política Nacional de Fundiciones se debería definir: Actualizar las instalaciones que existen actualmente, y/o crear nueva capacidad de fundición. 


De esta manera, nuestro país contaría con un tercio de las reservas mundiales, un tercio de la producción de cobre de mina, y además un tercio de la capacidad de fundición y refinación de cobre a nivel mundial. Estos tres tercios determinarían un nuevo liderazgo indiscutido de Chile en cuanto al cobre, incluyendo un impulso a la posibilidad de construir una industria manufacturera de productos de cobre de clase mundial.


Lamentablemente la élite que esta posicionada del metal rojo, solo quiere vender materia prima y han torpedeado todas las iniciativas en darle valor agregado a nuestros productos. Chile tiene todo lo necesario para avanzar y de seguir estancados en no hacer nada, se llamaría ROBO, lo que se le hace a las generaciones venideras del país.


2 COMENTARIOS


RICARDO Eugenio Fuetes LetelierDon Juan Carlos, excelente artículo completamente de acuerdo, hay que nacionalizar y darle valor agregado e industrializar. En su nota, veo ideas que seguramente nos ayudarán a financiar los derechos que establece la nueva Constitución, si se aprueba, además de ayudar a Chile a dejar de ser un país bananero. Gracias amigo.


JORGE LAVANDERO: Juan Carlos, no solo se le preguntó, sino que se le asignó toda la explotación del cobre. Hasta 1990 Codelco estaba explotando el 95% del cobre chileno, después, poco a poco y subrepticiamente, las multinacionales fueron despojando a Chile de sus principales yacimientos. Me enfrenté muy fuerte a los gobiernos desde el Senado. Pero los intereses fueron más fuertes que los principios y valores, me derrotaron asesinado mi imagen. Porque yo era una piedra en el zapato demasiado grande con mis intervenciones, oficios, conferencias, seminarios, mis libros colocando estos temas y atacando los que permitían la injusticia social. Pero no he bajado los brazos.

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