domingo, 16 de octubre de 2011

En honor a Steve Jobs

La lección que nos deja Steve Jobs es que hay que saber que nadie, por importante que sea o se considere, es indispensable y que cuando la hora final se acerca hay que retirarse con dignidad.

Nadie puede negar que la manera como manejó su enfermedad Steve Jobs fue ejemplar. El discurso que dio en la Universidad de Stanford (California), refiriéndose a la muerte fue aleccionador. Decir que la muerte es una liberación porque le abre las puertas a la renovación no lo dice cualquiera. La mayoría de los seres humanos atesoramos la vida cual avaros. No queremos pensar que pronto, en términos históricos, nos alcanzará, muchos viven de una ilusión de eternidad.

La lección que nos deja Jobs es que hay que saber que nadie, por importante que sea o se considere es indispensable y que cuando la hora final se acerca hay que retirarse con dignidad.

Estas reflexiones no sólo son aplicables a la muerte biológica sino también a la política. La grandeza reside en saber retirarse a tiempo antes de que las circunstancias lo echen al despeñadero del olvido.

Lamentablemente en muchos de nuestros países "casi" nadie quiere abandonar la vida política como forma de ser. El poder parece ejercer una maligna atracción de la cual resulta difícil desprenderse. Tal vez sea hora de escuchar lo que dijo Jobs cuando recordó lo benéfico que resulta que a la sociedad la irrigue sangre nueva. Por eso es una aberración aferrarse para siempre al poder y si de verdad queremos salir del atolladero en que estamos metidos, debemos comprometernos a hacer todo lo que esté en nuestras manos para desterrar para siempre de nuestra vida ese comportamiento equivocado.

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