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La educación universitaria transforma al futuro profesional en un buen proyecto económico, más aún, mientras mejor es el alumno. Está más que dicho que la ayuda en esta etapa de la educación, es un regalo que socialmente no tiene asidero, por lo tanto hace al país más pobre. Sí es interesante inferir que un buen estudiante universitario debe asignar su tiempo, extraordinariamente valioso, muy parecido a como lo hace un ejecutivo bien pagado.
Claramente el tiempo dedicado a estudiar/trabajar (estudiante/ejecutivo) tendrá un componente muy bajo de alternativas intensas en el uso de tiempo, porque es muy caro. En consecuencia, cuando constatamos estudiantes participando en el movimiento estudiantil desde hace más de seis meses, es porque hay un gran activo que se abre para muchos de ellos y esta plataforma los deja posicionados en el mercado político. Estas marchas son el postgrado de futuros políticos que han detectado un nicho interesante de explotar.
Creemos, por otro lado, que la fuerza de estas marchas está llevando a tratar un tema de la máxima importancia en una de las negociaciones a espaldas del conocimiento sectorial y de políticas públicas.
Extraña sobremanera que se pueda creer que a la luz de estas realidades tendremos la suerte de encontrarnos con una revolución educacional a través de una negociación en pleno campo de batalla.
Para una muestra de lo anterior, un botón.
La gratuidad del sistema es un regalo de los más pobres a los más ricos. Segundo, la identificación del estudiante no como miembro de una familia de más o menos patrimonio, sino como un sujeto con derechos y obligaciones ciudadanas. En este sentido, nadie que no esté inscrito en los registros electorales puede aspirar a esta cooperación temporal con platas del contribuyente. Tercero, buscando vías para que se multipliquen las iniciativas solidarias del ciudadano con más medios, y el nuevo sistema que se diseñe puede significar la interrupción de estos fondos cuando precisamente lo que se necesita es multiplicarlos.
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