sábado, 2 de junio de 2012

La justicia condena a Mubarak a cadena perpetua por la muerte de manifestantes

Mubarak aguarda la sentencia en una celda del tribunal. / AFP

El tribunal condena también al ex ministro de Interior por los mismos delitos

El resultado será decisivo en el debate político

RICARD GONZÁLEZ El Cairo 2 JUN 2012 - 13:00 CET

El expresidente egipcio Hosni Mubarak, de 84 años, ha sido declarado culpable de complicidad en la represión de los manifestantes durante la revolución, y condenado a cadena perpetua en un fallo histórico para Egipto y el mundo árabe. Los hijos del raïs depuesto, Alaa y Gamal Mubarak, han sido absueltos de los cargos de corrupción de los que habían sido acusados, aunque por el momento permanecerán en la cárcel a la espera de que se resuelva otro caso. La Fiscalía General egipcia ha ordenado el traslado de Mubarak a la prisión de Tora, en el sur de El Cairo, adonde el expresidente ha llegado en un helicóptero. Hasta ahora, Mubarak había aguardado su juicio en un hospital militar de las afueras de la capital.

Seis de los colaboradores de Mubarak, acusados de ordenar la represión con armas de fuego de las manifestaciones durante los 18 días de la revolución, han sido absueltos.Todos ellos, junto a Alaa y Gamal Mubarak, han sido trasladados a Tora en un aparato diferente al de Mubarak.

El exministro de Interior, Habib Al-Adly, escucha el veredicto. / AP

El ex ministro del Interior Habib el-Adly ha corrido la misma suerte que el expresidente egipcio y ha sido condenado a cadena perpetua por haber ordenado disparar contra los manifestantes durante la rebelión, lo que causó la muerte de más de 800 personas.

La noticia ha llegado en plena campaña de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, en la que se enfrentarán a mediados de junio Mohamed Morsi, el candidato de los Hermanos Musulmanes, y Ahmed Shafik, el último primer ministro de Mubarak. Según la mayoría de analistas, este contexto puede haber influido de forma muy directa en la decisión de los tres jueces que forman el tribunal, y que preside el magistrado.

Shafik está considerado el candidato preferido de la Junta Militar, que administra el país desde la renuncia de Mubarak. Con la finalidad de atraerse a los votantes laicos favorables a la revolución, Shafik ha prometido esta semana que "no hay vuelta atrás", en referencia a una posible restauración del antiguo régimen en caso de victoria. Si bien la sentencia es más suave de lo que la mayoría de revolucionarios hubiera deseado, puede dar credibilidad a la promesa de Shafik de pasar página.

Las pasiones de un juicio

Desde su inicio el pasado mes de agosto, el caso ha despertado pasiones entre los egipcios, pues el proceso se interpreta no solo como un juicio sobre los hechos que sucedieron durante la revolución, sino sobre el legado de uno de los gobernantes más longevos de la historia de Egipto. Al igual que su primera sesión, la última fue retransmitida en directo por la televisión pública egipcia, y millones de egipcios la siguieron enganchados a las pantallas de sus televisores.

Varios centenares de personas se congregaron ante la puerta principal de la Academia de Policía de El Cairo, situada a las afueras de la capital, para expresar sus sentimientos opuestos hacia la figura de Mubarak, que gobernó el país con puño de hierro durante más de tres décadas(1981-2011). Defensores y detractores, muchos de ellos familiares de las víctimas de la revolución, se encontraban separados por vallas, y por un fuerte dispositivo policial.

En un primer momento, al escuchar el veredicto a Mubarak, los familiares de los mártires empezaron a saltar y abrazarse. Sin embargo, su alegría se esfumo al saber que el resto de los acusados fueron absueltos. Entonces se produjeron escenas de tensión entre las fuerzas del orden y los congregados. La situación no fue más tranquila dentro de la corte, pues defensores y detractores de Mubarak se enzarzaron en una pelea a puñetazos, mientras estos últimos gritaban: "El pueblo quiere la purga de a justicia".

Según fuentes del Ministerio de Interior, unos 5.000 policías y 2.000 soldados fueron desplegados para garantizar la seguridad del reciento y de sus aledaños, así como para escoltar el traslado del raïs depuesto a la academia desde el hospital militar donde se ha alojado los últimos meses.

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