ELECCIONES EE UU 2012
La planta de Lordstown, en Ohio, quedó salvada por el rescate automovilístico de 2009
DAVID ALANDETE Lordstown
Hace cuatro años, Lordstown vio el abismo. Esta localidad de Ohio se sustenta en un complejo automovilístico de General Motors que a finales de 2008 parecía condenado a desaparecer. Son dos plantas, con 4.500 empleados, de las que dependen esta localidad y las de alrededor. Ahora, en temporada electoral, los trabajadores no olvidan. Fue Barack Obama quien autorizó un rescate de 50.000 millones de dólares a su empresa, y eso les permite seguir llevando el pan a la mesa. Y fue Mitt Romney quien dijo que debería quebrar a solas, destruirse y reinventarse. El resultado: aquí en Ohio el presidente va 10 puntos por delante en las encuestas. Ohio, corazón industrial del Medio Oeste, es crucial para llegar a la Casa Blanca.
No hace falta preguntarles a los empleados de Lordstown por quién van a votar el 6 de noviembre. Ellos mismos lo cuentan, inmediatamente. En estas elecciones tienen dos opciones muy claras: alguien que les ayudó y alguien que, según entienden, les quiso empujar al precipicio. “Mitt Romney se equivocó de una forma muy triste”, asegura Glenn Johnson, de 54 años, empleado en una de las plantas y presidente de la sección local 1112 del sindicato United Auto Workers. “¿Va 10 puntos por detrás? Debería ir 20. Con lo de dejar que quebraran las empresas automotrices quiso ayudar al 1% que más dinero gana, y que sufriéramos el 99% restante”.
La primera planta de montaje de Lordstown abrió en 1966, y fue un bastión del sindicalismo. En los años 70, las disputas entre General Motors y los sindicatos fueron agrias, las huelgas frecuentes. Miles de modelos fabricados aquí salieron dañados de serie. Los diarios norteamericanos hablaron entonces del “síndrome de Lordstown”, una beligerancia extrema de los sindicatos, alimentada por pobres condiciones de trabajo. Ese síndrome está hoy curado. En 2007 y 2011 estos empleados aceptaron una serie de recortes en sus beneficios, a cambio de garantías de que mantendrán sus trabajos. Y hablan con orgullo del turismo que fabrican, el Chevrolet Cruze.
Uno de cada ocho empleos en Ohio depende de la industria del automóvil. Hace cuatro años, uno de cada ocho asalariados sentía que su medio de vida tocaba a su fin. “Fueron, según recuerdo, los tiempos más difíciles que muchos hemos vivido”, asegura David Green, de 22 años, que preside el sindicato local 1714, afiliado a la misma fábrica. “Y no sólo somos nosotros. Esto alimenta a toda una región. De este complejo dependen 350 empresas que nos venden las partes de los coches, y todas las tiendas de alrededor. Romney quiso que cayeran regiones enteras”.
En las pasadas elecciones, estos empleados veían las ventas desplomadas, su empresa asfixiada. El condado donde se halla Lordstown votó a favor de Obama, como Ohio y el Medio Oeste. Y luego, la amenaza de la desaparición. George Bush y Obama pactaron la ayuda gubernamental, y la nacionalización temporal. Y Romney, entonces alguien que había perdido las primarias republicanas, publicó un artículo en el diario The New York Times en el que pidió que el sector automovilístico cayera solo, según las teorías de la destrucción creativa del libre mercado. Y añadió: “Las empresas del siglo XXI no pueden perpetuar las destructivas relaciones laborales del siglo XX”.
Ese artículo bien puede costarle a Romney la presidencia. Esa destrucción que pedía, tiene nombres y apellidos. Armando Labra, de 45 años, tiene cinco hijos y comenzó a trabajar para General Motors en 1990. “En un momento, pensé que perdería mi casa, que deberíamos mudarnos a un lugar más pequeño y vivir con el salario de mi esposa, que es maestra. Me quitaba el sueño”, explica. “Fue Obama quien tuvo el coraje de salvar la industria. Mucho hablan los republicanos del valor de las familias, pero lo que Romney pidió suponía dañar a muchas familias”.
Labra, como la mayoría de los empleados de Lordstown, fue despedido brevemente en 2009. General Motors cerró sus plantas para aceptar los millones del gobierno y declararse en suspensión de pagos un mes. Este empleado también perdió sus ahorros, 40.000 dólares en acciones que quedaron en papel mojado. Luego, Lorsdtown reabrió. En septiembre de 2010 comenzó a producir el Cruze, que en sus primeros meses fue un líder en el mercado norteamericano. Pronto, las dos plantas añadieron turnos. Ahora están en funcionamiento las 24 horas. Es todo un logro, después de aquellos tiempos tan duros, y una buena noticia para Obama.
DAVID ALANDETE Lordstown
Hace cuatro años, Lordstown vio el abismo. Esta localidad de Ohio se sustenta en un complejo automovilístico de General Motors que a finales de 2008 parecía condenado a desaparecer. Son dos plantas, con 4.500 empleados, de las que dependen esta localidad y las de alrededor. Ahora, en temporada electoral, los trabajadores no olvidan. Fue Barack Obama quien autorizó un rescate de 50.000 millones de dólares a su empresa, y eso les permite seguir llevando el pan a la mesa. Y fue Mitt Romney quien dijo que debería quebrar a solas, destruirse y reinventarse. El resultado: aquí en Ohio el presidente va 10 puntos por delante en las encuestas. Ohio, corazón industrial del Medio Oeste, es crucial para llegar a la Casa Blanca.
No hace falta preguntarles a los empleados de Lordstown por quién van a votar el 6 de noviembre. Ellos mismos lo cuentan, inmediatamente. En estas elecciones tienen dos opciones muy claras: alguien que les ayudó y alguien que, según entienden, les quiso empujar al precipicio. “Mitt Romney se equivocó de una forma muy triste”, asegura Glenn Johnson, de 54 años, empleado en una de las plantas y presidente de la sección local 1112 del sindicato United Auto Workers. “¿Va 10 puntos por detrás? Debería ir 20. Con lo de dejar que quebraran las empresas automotrices quiso ayudar al 1% que más dinero gana, y que sufriéramos el 99% restante”.
La primera planta de montaje de Lordstown abrió en 1966, y fue un bastión del sindicalismo. En los años 70, las disputas entre General Motors y los sindicatos fueron agrias, las huelgas frecuentes. Miles de modelos fabricados aquí salieron dañados de serie. Los diarios norteamericanos hablaron entonces del “síndrome de Lordstown”, una beligerancia extrema de los sindicatos, alimentada por pobres condiciones de trabajo. Ese síndrome está hoy curado. En 2007 y 2011 estos empleados aceptaron una serie de recortes en sus beneficios, a cambio de garantías de que mantendrán sus trabajos. Y hablan con orgullo del turismo que fabrican, el Chevrolet Cruze.
Uno de cada ocho empleos en Ohio depende de la industria del automóvil. Hace cuatro años, uno de cada ocho asalariados sentía que su medio de vida tocaba a su fin. “Fueron, según recuerdo, los tiempos más difíciles que muchos hemos vivido”, asegura David Green, de 22 años, que preside el sindicato local 1714, afiliado a la misma fábrica. “Y no sólo somos nosotros. Esto alimenta a toda una región. De este complejo dependen 350 empresas que nos venden las partes de los coches, y todas las tiendas de alrededor. Romney quiso que cayeran regiones enteras”.
En las pasadas elecciones, estos empleados veían las ventas desplomadas, su empresa asfixiada. El condado donde se halla Lordstown votó a favor de Obama, como Ohio y el Medio Oeste. Y luego, la amenaza de la desaparición. George Bush y Obama pactaron la ayuda gubernamental, y la nacionalización temporal. Y Romney, entonces alguien que había perdido las primarias republicanas, publicó un artículo en el diario The New York Times en el que pidió que el sector automovilístico cayera solo, según las teorías de la destrucción creativa del libre mercado. Y añadió: “Las empresas del siglo XXI no pueden perpetuar las destructivas relaciones laborales del siglo XX”.
Ese artículo bien puede costarle a Romney la presidencia. Esa destrucción que pedía, tiene nombres y apellidos. Armando Labra, de 45 años, tiene cinco hijos y comenzó a trabajar para General Motors en 1990. “En un momento, pensé que perdería mi casa, que deberíamos mudarnos a un lugar más pequeño y vivir con el salario de mi esposa, que es maestra. Me quitaba el sueño”, explica. “Fue Obama quien tuvo el coraje de salvar la industria. Mucho hablan los republicanos del valor de las familias, pero lo que Romney pidió suponía dañar a muchas familias”.
Labra, como la mayoría de los empleados de Lordstown, fue despedido brevemente en 2009. General Motors cerró sus plantas para aceptar los millones del gobierno y declararse en suspensión de pagos un mes. Este empleado también perdió sus ahorros, 40.000 dólares en acciones que quedaron en papel mojado. Luego, Lorsdtown reabrió. En septiembre de 2010 comenzó a producir el Cruze, que en sus primeros meses fue un líder en el mercado norteamericano. Pronto, las dos plantas añadieron turnos. Ahora están en funcionamiento las 24 horas. Es todo un logro, después de aquellos tiempos tan duros, y una buena noticia para Obama.
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