El presidente Mohamed Morsi regresa a su despacho tras los altercados de la víspera. Los Hermanos Musulmanes convocan una contramanifestación ante la sede de la presidencia y partidos de izquierdas llaman a sus seguidores a acudir también al palacio.
RICARD GONZÁLEZ El Cairo 5 DIC 2012 - 11:23 CET
El presidente de Egipto, Mohamed Morsi, ha regresado este miércoles a su despacho en el palacio presidencial de El Cairo a pesar de la protesta que persiste a las puertas del recinto, donde unas 200 personas han acampado durante toda la noche para expresar su rechazo al decreto del rais que le otorga poderes sobre los jueces y al referéndum para ratificar la Constitución recién aprobada por la Asamblea Constituyente. Decenas de miles de personas respondieron ala convocatoria de las fuerzas de oposición, y participaron el martes por la tarde en diversas marchas que confluyeron en la sede de la presidencia. Una información de Reuters asegurando que Morsi había abandonado el palacio por cuestiones de seguridad generó un gran revuelo. No obstante, el Ministerio del Interior informó de que, tras su jornada laboral, simplemente volvió a su residencia habitual, en un barrio acomodado de la capital.
Los Hermanos Musulmanes no han tardado en reaccionar al asedio al palacio, y han convocado para la tarde de este miércoles una contramanifestación en el mismo lugar en el que están acampados los opositores a Morsi. Un portavoz de la Hermandad ha dicho que los opositores están cometiendo "abusos opresivos" porque "han imaginado que pueden zarandear la legitimidad o imponer su posición mediante la fuerza". Acto seguido, partidos de izquierdas llamaron a sus seguidores a dirigirse también hacia el palacio presidencial.
Esta mañana, cinco canales de televisión no emiten su señal, sumándose así a la huelga que el martes llevaron a cabo 12 periódicos, que se han subido al carro de la oposición al rais, y que no salieron a la calle el martes como protesta por el riesgo a las libertades individuales, y en concreto a la de expresión, que representan las últimas decisiones del presidente Morsi.
En un panorama mediático con una fuerte presencia pública —el Estado posee tres periódicos de gran tirada, y cerca de una decena de canales—, todos los grandes medios privados del país árabe han participado en la iniciativa, lo que supone seria advertencia a Morsi. Cada día parece más claro que el presidente cometió un error de cálculo, e infravaloró la oposición que generarían sus medidas.
A primera hora de la tarde del martes, la policía había extremado las medidas de seguridad, formando un cordón de seguridad alrededor del palacio, y colocando alambradas en el perímetro del edificio, situado en el barrio cairota de Heliópolis, así como en las calles colindantes. El ministro del Interior se tomó en serio una convocatoria con un título amenazador: El último aviso.
No obstante, las fuertes medidas de seguridad no disuadieron a los manifestantes, que tras cortar algunas alambradas, avanzaron hacia la sede de la presidencia. En respuesta, las fuerzas de seguridad intentaron dispersar a los manifestantes con el lanzamiento de gases lacrimógenos. Según informan medios locales, unas diez personas resultaron heridas en el altercado. “La policía ha lanzado dos o tres latas de gases lacrimógenos, y la gente se ha desmayado. Las ambulancias se han apresurado a entrar para llevárselos”, explicó el bloguero The Big Pharaoh en su cuenta de Twitter.
Tras unos breves minutos de altercados, tanto policías como manifestantes se reagruparon, dejando varias decenas de metros entre ellos. Mientras los antidisturbios recibían refuerzos, y se apostaban en los alrededores del palacio de Ittihadia, los activistas coreaban "No nos marcharemos, no nos marcharemos". También debió retumbar en los oídos de Morsi el ya célebre lema común a todas las revueltas árabes:"El pueblo quiere la caída del régimen”. Este es el mismo grito que la multitud entonó en Tahrir en enero del año pasado. Aquella vez el mensaje iba dirigido a Hosni Mubarak. Ahora, a Mohamed Morsi, el presidente de los Hermanos Musulmanes electo el pasado junio en unos comicios libres.
La actual crisis política arrancó el pasado 22 de noviembre, cuando elrais islamista aprobó un decreto con rango constitucional por el que se arrogaba poderes cuasi absolutos. Ante el enorme rechazo que suscitó su decretazo, los islamistas optaron por acelerar la redacción del borrador de la Constitución, que fue finalmente aprobado por la Asamblea Constituyente el pasado viernes. Sin embargo, este movimiento sólo consiguió echar más leña al fuego del conflicto entre islamistas y laicos.
Los manifestantes piden una retirada inmediata del decreto de Morsi, y también la suspensión del referéndum constitucional, que debe celebrarse el próximo día 15 de diciembre. La oposición al presidente Morsi pide que se cree una nueva Asamblea Constituyente con una composición más equilibrada entre islamistas y laicos, y se redacte un nuevo borrador de la Carta Magna consensuado.
Con su último órdago, el rais islamista no solo ha tensado la inflamable escena política egipcia, sino que ha alienado a varios estamentos sociales de gran importancia, como la judicatura. Aunque el Consejo Judicial Supremo, el órgano máximo de la judicatura, se ha mostrado dispuesto a colaborar en las supervisión del referéndum, el Club de los Jueces insistió ayer en su llamada al boicot. Según sus estimaciones, solo una minoría de los magistrados realizará el monitoreo de la consulta.
Los muros del palacio presidencial amanecieron este miércoles cubiertos de pintadas contra Morsi tras una noche de protestas. / ED GILES (GETTY IMAGES)
El presidente de Egipto, Mohamed Morsi, ha regresado este miércoles a su despacho en el palacio presidencial de El Cairo a pesar de la protesta que persiste a las puertas del recinto, donde unas 200 personas han acampado durante toda la noche para expresar su rechazo al decreto del rais que le otorga poderes sobre los jueces y al referéndum para ratificar la Constitución recién aprobada por la Asamblea Constituyente. Decenas de miles de personas respondieron ala convocatoria de las fuerzas de oposición, y participaron el martes por la tarde en diversas marchas que confluyeron en la sede de la presidencia. Una información de Reuters asegurando que Morsi había abandonado el palacio por cuestiones de seguridad generó un gran revuelo. No obstante, el Ministerio del Interior informó de que, tras su jornada laboral, simplemente volvió a su residencia habitual, en un barrio acomodado de la capital.
Los Hermanos Musulmanes no han tardado en reaccionar al asedio al palacio, y han convocado para la tarde de este miércoles una contramanifestación en el mismo lugar en el que están acampados los opositores a Morsi. Un portavoz de la Hermandad ha dicho que los opositores están cometiendo "abusos opresivos" porque "han imaginado que pueden zarandear la legitimidad o imponer su posición mediante la fuerza". Acto seguido, partidos de izquierdas llamaron a sus seguidores a dirigirse también hacia el palacio presidencial.
Esta mañana, cinco canales de televisión no emiten su señal, sumándose así a la huelga que el martes llevaron a cabo 12 periódicos, que se han subido al carro de la oposición al rais, y que no salieron a la calle el martes como protesta por el riesgo a las libertades individuales, y en concreto a la de expresión, que representan las últimas decisiones del presidente Morsi.
En un panorama mediático con una fuerte presencia pública —el Estado posee tres periódicos de gran tirada, y cerca de una decena de canales—, todos los grandes medios privados del país árabe han participado en la iniciativa, lo que supone seria advertencia a Morsi. Cada día parece más claro que el presidente cometió un error de cálculo, e infravaloró la oposición que generarían sus medidas.
A primera hora de la tarde del martes, la policía había extremado las medidas de seguridad, formando un cordón de seguridad alrededor del palacio, y colocando alambradas en el perímetro del edificio, situado en el barrio cairota de Heliópolis, así como en las calles colindantes. El ministro del Interior se tomó en serio una convocatoria con un título amenazador: El último aviso.
No obstante, las fuertes medidas de seguridad no disuadieron a los manifestantes, que tras cortar algunas alambradas, avanzaron hacia la sede de la presidencia. En respuesta, las fuerzas de seguridad intentaron dispersar a los manifestantes con el lanzamiento de gases lacrimógenos. Según informan medios locales, unas diez personas resultaron heridas en el altercado. “La policía ha lanzado dos o tres latas de gases lacrimógenos, y la gente se ha desmayado. Las ambulancias se han apresurado a entrar para llevárselos”, explicó el bloguero The Big Pharaoh en su cuenta de Twitter.
Tras unos breves minutos de altercados, tanto policías como manifestantes se reagruparon, dejando varias decenas de metros entre ellos. Mientras los antidisturbios recibían refuerzos, y se apostaban en los alrededores del palacio de Ittihadia, los activistas coreaban "No nos marcharemos, no nos marcharemos". También debió retumbar en los oídos de Morsi el ya célebre lema común a todas las revueltas árabes:"El pueblo quiere la caída del régimen”. Este es el mismo grito que la multitud entonó en Tahrir en enero del año pasado. Aquella vez el mensaje iba dirigido a Hosni Mubarak. Ahora, a Mohamed Morsi, el presidente de los Hermanos Musulmanes electo el pasado junio en unos comicios libres.
La actual crisis política arrancó el pasado 22 de noviembre, cuando elrais islamista aprobó un decreto con rango constitucional por el que se arrogaba poderes cuasi absolutos. Ante el enorme rechazo que suscitó su decretazo, los islamistas optaron por acelerar la redacción del borrador de la Constitución, que fue finalmente aprobado por la Asamblea Constituyente el pasado viernes. Sin embargo, este movimiento sólo consiguió echar más leña al fuego del conflicto entre islamistas y laicos.
Los manifestantes piden una retirada inmediata del decreto de Morsi, y también la suspensión del referéndum constitucional, que debe celebrarse el próximo día 15 de diciembre. La oposición al presidente Morsi pide que se cree una nueva Asamblea Constituyente con una composición más equilibrada entre islamistas y laicos, y se redacte un nuevo borrador de la Carta Magna consensuado.
Con su último órdago, el rais islamista no solo ha tensado la inflamable escena política egipcia, sino que ha alienado a varios estamentos sociales de gran importancia, como la judicatura. Aunque el Consejo Judicial Supremo, el órgano máximo de la judicatura, se ha mostrado dispuesto a colaborar en las supervisión del referéndum, el Club de los Jueces insistió ayer en su llamada al boicot. Según sus estimaciones, solo una minoría de los magistrados realizará el monitoreo de la consulta.
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