Susana Villarán, en un acto electoral en la barriada chabolista de Lomo de Corbina (Lima), en septiembre de 2010. / REUTERS
Susana Villarán se enfrenta a una recusación popular que podría apartarla de la alcaldía
FRANCISCO PEREGIL Lima
En la puerta del Ayuntamiento de Lima, cuando el visitante pregunta por la alcaldesa, los miembros del equipo de seguridad se comunican por radio:
-Hay un señor que tiene cita con La Número Uno.
Si siguiéramos el tono un tanto épico de la nominación podríamos decir que La Número Uno se encuentra sola ante el peligro. Tan sola que en enero las encuestas reflejaban solo un 13% de apoyo en una ciudad-región de 8,5 millones de habitantes. Se llama Susana Villarán, tiene 63 años, fue maestra, periodista y ministra de Promoción de la Mujer. Es católica y practicante, se considera de izquierdas, está separada, tiene tres hijos y cuatro nietas. En enero de 2011, con el Partido Descentralista Fuerza Social se convirtió en la primera mujer elegida democráticamente como alcaldesa de una ciudad-región que abarca el 50% del Producto Interior Bruto de Perú. La cualidad que más rédito político le ha dado hasta ahora es su honestidad. El rasgo no es baladí en un país donde buena parte de la población piensa que los políticos son unos “ladronazos”. Ni sus principales rivales se atreven a atacarla por ese flanco. Sin embargo, ahora corre el riesgo de salir expulsada de la alcaldía mediante un referéndum revocatorio.
El pasado 10 de noviembre la revista The Economist publicó un artículo titulado “La alcaldesa y las mafias” en el que explicaba que la ley que aprobó el Parlamento peruano en 1994 para permitir la revocación de alcaldes mediante consulta popular tenía como objetivo luchar contra la corrupción. “Pero ese instrumento está siendo usado ahora por una turbia coalición que trata de expulsar a Susana Villarán, solo porque ella ha tratado de aplicar la ley y erradicar la corrupción”. Pocos días después, la “turbia coalición” reunía 1.258.559 firmas y lograba que el máximo órgano electoral del país aprobase la convocatoria de un referéndum revocatorio para el próximo 17 de marzo. La figura se había promovido antes en pequeños municipios de Perú. Pero nunca en Lima.
-¿Qué ocurrió para que solo en dos años se diera un vuelco tan grande?
-Llegué a una fiesta en la que no fui invitada, -explica Villarán en su despacho. En la política tradicional todo se negocia y todo el mundo le debe algo a alguien. Yo no le debía nada a nadie, era mujer y, sobre todo, de izquierdas. A los tres días de entregarme las credenciales el diario decano de este país ya decía: “Susana Villarán podría ser revocada”. Se hizo una campaña de descrédito contra mí usando la misma técnica que ya usó en su día Fujimori y su ministro Vladimiro Montesinos con las portadas de los tabloides. Puede que los diarios no se lean mucho, pero las carátulas, las portadas de los periódicos tabloides se cuelgan todos los días en los quioscos. Y hay 800.000 personas que las leen. Pero yo me propuse gobernar para hacer grandes transformaciones: que tienen costo, que demoran y no se pueden exhibir de forma inmediata.
La revista The Economist también decía: “Aunque ella no ha probado ser una alcaldesa sobresaliente, porque su organización es pequeña y ella no tiene experiencia en dirigir una gran organización, lentamente ha logrado implantar algún orden en una de las ciudades más caóticas de Latinoamérica”.
"Yo, cada vez que hago algo, no firmo con mi nombre sino con tres palabras: 'Lima lo hizo"
Susana Villarán, alcaldesa de Lima
Villarán se propuso desde el principio afrontar el problema de la movilidad, “que es el caos de tráfico que hace que Lima pierda mil vidas cada año, y miles de horas en el tiempo de los vecinos”. Le hincó el diente a la sopa de fideos que son las rutas de autobuses que se anulan y solapan en el centro de la ciudad. Y eso le supuso enfrentarse a una red de empresarios a los que nadie se había atrevido a tocar en 30 años. Le costó ocho paros de transportistas, pero la reforma siguió avanzando. Después se atrevió a desplazar el mercado mayorista de La Parada.
-Hace 44 años había un aviso en el diario La Prensa que decía: “En 15 días se mudará La Parada”, -relata Villarán. Pasaron 44 años y nadie se atrevió nunca a hacerlo. Estaba en el centro de la ciudad y había todo un mundo de prostitución, de mafias, de pobreza, exconvictos que prestaban seguridad al comerciante, al carretillero… Y de pronto llegó una señora con su equipo y se atrevió con La Parada. Había muchísima corrupción ahí dentro: se movía mucho dinero que involucraba a muchas autoridades, a la policía y a todo el mundo. Con ese dinero contrataron a todos los delincuentes de El Callao y de Lima que el día 25 de octubre generaron una protesta violenta contra la policía en la que murieron cuatro personas. No puedo hablar de éxito cuando mueren cuatro personas, pero el desplazamiento de La Parada produjo el resultado deseado.
No obstante, los grupos que iniciaron el movimiento revocatorio continuaron con su trabajo de asedio. La cara más visible de ese grupo es el abogado Marcos Tulio, a quien muchos periodistas acusan de trabajar para su amigo Luis Castañeda, antiguo alcalde de la ciudad. “Si usted pregunta en Lima qué obra conoce alguien que ha hecho la señora Villarán nadie sabrá contestarle. Se ha dedicado a hacer obritas chiquitas que dejó el alcalde anterior. La campaña nuestra va a estar dirigida al tema obras: obras sí, palabras no. Y queremos revocarla por ineficaz”.
El mayor error que incluso los partidarios de Villarán achacan a la alcaldesa es que no supo vender sus logros. Y ella asume que ha habido un problema de comunicación.
-Soy una mujer muy terca, -explica. Sobre todo, terca en la austeridad republicana. Me he pasado de austera en el gasto en publicidad. El anterior alcalde ponía su nombre en cada escalón de la escalera que mandaba construir. Una escalera podía tener 180 peldaños. Y en cada uno de ellos ponía su nombre. Imagínese. No lo crítico, constato una realidad. Supongo que debió haber llenado algún vacío existencial. Pero yo, cada vez que hago algo, no firmo con mi nombre sino con tres palabras: “Lima lo hizo”. Le explico a la gente que no pongo mi nombre porque no es mi dinero. El dinero es de ustedes, les digo, y costó tanto, y quiero que lo sepan. Mientras hago la obra sí pondré mi nombre para que mi critiquen y me fiscalicen. Pero después, no.
Frente al asedio, Villarán se creció y las encuestas le sonrieron. Las últimas le daban un 31% de apoyo, más del doble que en enero. El 17 de marzo se someterá al referéndum revocatorio. Pero asegura sentirse muy tranquila.
- Sería terrible que Lima parase porque es la locomotora del país. Queremos cerrar el gran déficit de infraestructuras de la ciudad. Sería terrible que Lima parase. Estoy inaugurando todos los días obras pequeñas y grandes. Lo haré cacareando más y acercándome más a la gente. Pero sin renunciar a mi austeridad republicana y poniendo siempre "Lima lo hizo".
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