sábado, 6 de abril de 2013

El Papa pide a la Iglesia que “actúe con decisión” contra la pederastia

El papa Francisco, el pasado miércoles, en la plaza de San Pedro del Vaticano. / MAURIZIO BRAMBATTI (EFE)

Fuentes oficiales aseguran que el Pontífice ha declarado que combatir los abusos sexuales es importante para “la Iglesia y su credibilidad” durante una reunión

Australia abre una investigación oficial por abusos sexuales a menores

JUAN G. BEDOYA Madrid

El papa Francisco quiere que la Iglesia católica "actúe con decisión" para erradicar los abusos sexuales a menores por parte de los sacerdotes y que asegure que los culpables sean juzgados, ha dicho el Vaticano el viernes. Fuentes oficiales aseguran que el Pontífice, en una reunión con el presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe (antiguo Santo Oficio de la Inquisición), el arzobispo Gerhard Muller, ha declarado que combatir los abusos sexuales es importante para “la Iglesia y su credibilidad”, informa Reuters. El nuevo Papa ha heredado una Iglesia plagada de problemas y de escándalos relacionados con el abuso de menores. Es la primera declaración que ha trascendido del papa Francisco sobre esta espinosa cuestión.

La orden del papa Francisco a su ‘ministro’ doctrinal remacha una anterior del emérito Benedicto XVI decidiendo “tolerancia cero”. Ocurrió después de llegar al pontificado, en la primavera de 2005, pero no siempre fue obedecido. "Sí, hay que decir que es una gran crisis. Ha sido estremecedor para todos nosotros. De pronto, tanta suciedad. Realmente ha sido como el cráter de un volcán, del que de pronto salió una nube de inmundicia que todo lo oscureció y ensució", dijo todavía hace tres años tras conocerse nuevos episodios de abusos sexuales a menores por parte de eclesiásticos en Irlanda y Australia.

Consciente de que la pederastica en la Iglesia romana ha sido el gran debate a lo largo del pontificado anterior, Francisco ha querido que sea el primer tema a tratar con el prefecto (ministro) encargado del tema, el arzobispo alemán Muller, uno de los últimos nombramientos del papa Ratzinger, que había desempeñado el mismo cargo durante una veintena de años.

En realidad, Ratzinger accedió al pontificado clamando contra la “suciedad” clerical, hasta entonces tapada por la Curia vaticana. "¡Cuánta suciedad en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, deberían estar entregados al Redentor! ¡Cuánta soberbia! La traición de los discípulos es el mayor dolor de Jesús. No nos queda más que gritarle: Kyrie, eleison. Señor, sálvanos", dijo al resto de los cardenales en vísperas del cónclave donde fue elegido papa.

Fue en la prensa norteamericana desde donde se lanzaron los primeros y los más gruesos pedriscos contra el Vaticano, en forma de noticias sobre sacerdotes e incluso obispos que llevaban años abusando sexualmente de niños y niñas confiados a su ministerio moral. Los datos eran aplastantes, con miles de nombres de culpables y víctimas, y también con testimonios sobre cómo los prelados habían maquinado meticulosas operaciones de silencio, con traslados de clérigos pederastas de una diócesis a otra para protegerlos, y con indemnizaciones a las víctimas a cambio de librar a los delincuentes de la justicia civil.

"Somos pastores, no policías", se disculpaban los jerarcas. "Si no podemos ser castos, al menos seamos cautos", aconsejaban a veces.

Otros prelados achacaban los escándalos a campañas de los enemigos de la Iglesia. Esta fue la tesis de Ratzinger durante una visita, en noviembre de 2002, a la Universidad Católica de Murcia para hablar sobre Jesucristo, camino, verdad y vida. Un periodista le preguntó si creía que "los escándalos desatados en Estados Unidos eran fruto de una campaña mediática". Esto fue lo que dijo entonces el futuro papa: "Personalmente estoy convencido de que la presencia mediática constante de los pecados de los sacerdotes católicos es una campaña planeada, puesto que el porcentaje de esos escándalos no es más alto que en otras categorías profesionales, e incluso es menor. La constante presencia de esas noticias no se corresponde con la objetividad de la información estadística de los hechos. Uno llega a la conclusión de que se trata de una campaña intencionada y manipulada con un deseo expreso de desacreditar a la Iglesia

Lo cierto es que cuando Ratzinger tomó la decisión de cambiar de rumbo —y de normas legales— para combatir la pederastia era ya demasiado tarde. La suciedad había saltado por la ventana, con grave daño para la fama y el prestigio de las jerarquías del catolicismo. Desde entonces hasta ahora, todos los años han sido annus horríbilis en el Vaticano, porque después llegaron en cascada las peores noticias de abusos y complicidades también en Irlanda, Alemania, Bélgica, Italia y España, entre otros países.

Al margen de excesos en algunos medios de comunicación amarillos, los documentos oficiales del Vaticano, una y otra vez reproducidos, dejaban claro que había habido en la Curia, durante décadas, una intención firme de ocultar los abusos sexuales de clérigos y hacer oídos sordos a las denuncias de las víctimas.

Ratzinger lo sabía, porque él mismo había firmado alguno de esos documentos. Ante cualquier denuncia hay que asegurar la reserva total, se decía en una instrucción papal de 1962. También era consciente de la "suciedad" y la "soberbia" con que se seguía actuando en algunas Iglesias nacionales y en despachos de la propia Curia.

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