Vicente, durante su jornada en la delegación de la multinacional alemana
Directivo de una multinacional y repartidor de kebab, o tutora de la universidad y dependienta… más allá del paro, mucha gente se ve forzada a tener tres trabajos para sobrevivir
ISRAEL VIANA ISRA_VIANA / MADRID - Día 31/10/2013 - 11.04h
Vicente no solo es adjunto a la dirección de la delegación una multinacional con 80 trabajadores, también tiene que impartir clases particulares de alemán y trabajar como repartidor en un kebab los fines de semana. Una realidad que vive Inés, farmacéutica, profesora particular para niños y árbitra de baloncesto simultáneamente. OAntonia, una psicóloga y tutora de la universidad, que se ve obligada a impartir talleres a mayores y trabajar unas horas como dependienta en un pequeño comercio, «siempre con el estrés de no llegar a fin de mes».
ABC
Inés, famacéutica, profesora y árbitra
No cabe duda de que tener un empleo en los tiempos que corren es casi un privilegio. Pero por encima de los asfixiantes datos del paro, en España subyace otra realidad: la de muchos trabajadores que se ven forzados al pluriempleo con el único objetivo de sobrevivir. A veces es consecuencia de la situación personal de estas personas, pero en la mayoría de las ocasiones se debe a la crisis. La imposibilidad de encontrar un empleo a tiempo completo y bien remunerado. Esto lleva a muchas personas a tener que realizar hasta tres o cuatro trabajos tan precarios, que, entre todos ellos, no ganan ni 900 euros al mes.
«Yo lo hago porque no me llega el dinero y no consigo un trabajo fijo. Y no será por no haber echado currículos, sino por mi edad y porque el mercado está hecho una pena ahora», comenta Antonia, una psicóloga de 60 años que intenta salir adelante impartiendo una asignatura en la universidad, pasando consulta a dos pacientes, realizando talleres con personas mayores y trabajando como dependienta en un comercio los fines de semana. «Llevo compaginando varios trabajos pequeños desde hace 10 años. En la tienda tuve que empezar hace cuatro. En total, me saco poco más de 800 euros al mes», asegura.
Psicóloga y dependienta
Para Antonia, como para muchas otras personas, el pluriempleo se ha convertido en una herramienta para paliar los efectos de la actual situación económica. De hecho, un 66% de los trabajadores españoles asegura necesitar 757 euros más al mes, según un estudio realizado recientemente por Edenred e Ipsos. Una necesidad que aumentó desde que comenzó la crisis, en 2008. Entonces solo un 10% admitía estar buscando un segundo trabajo, según una encuesta realizada por Randstad. En 2009, ese porcentaje subió hasta el 49% y, en 2010, hasta el 54%.
«Estoy dejando los estudios de lado por levantarme tarde y estar siempre cansada»En la actualidad, en España hay 361.500 pluriempleados oficiales. Una cifra muy por debajo de los 523.500 que había en 2007, pero a todas luces engañosa. En primer lugar, porque, mientras antes se buscaba un segundo empleo para mantener un salario alto o buscar ingresos extras aprovechando el boom económico, ahora la mayoría trata de conseguirlo simplemente para sobrevivir en la actual coyuntura. «Es evidente que, en un entorno laboral como el actual y teniendo en cuenta que muchas empresas han reducido sus jornadas o contratado a trabajadores por menos horas, para la mayoría de la gente este segundo empleo se ha convertido en una necesidad», asegura Luis Pérez, director de relaciones institucionales de Randstad. Y en segundo, porque la gran mayoría de los pluriempleos no están registrados, se realizan en negro. «Con las crisis, la economía sumergida siempre aflora», puntualiza.
Pérez explica que la vida personal de pluriempleados suele volverse muy complicada y caótica, ya que tienen que someterse a los diferentes horarios en los que encuentran sus otros trabajos. Eso fue lo que le ocurrió a Vicente, adjunto al director de la delegación de unamultinacional con un sueldo decente que, tras divorciarse, y con dos hijas, se vio obligado a comenzar a echar horas como repartidor de un kebab o como profesor particular de alemán para cubrir los gastos y «vivir sin lujos». Entre ellos, la hipoteca de la casa donde vive su exmujer, la manutención de los niñas o la propia habitación en la que vive. «Compaginar los tres trabajos es tan agotador y a veces no puedo –comenta–. Y eso que soy cañero, una maquina, pero me levanto tarde y llego con retraso a todos los sitios. Vivo destrozado», reconoce sobre una situación que le ha afectado incluso a su personalidad: «Hubo un tiempo en que lo único que hacía era trabajar y estaba irritable, de mala leche. Te echas a descansar cinco minutos y, ¡venga!, a la siguiente».
Sin contratos a tiempo completo
Inés, farmacéutica de 23 años, se vio avocada al pluriempleo porque nunca ha podido encontrar un trabajo a tiempo completo. Lleva simultaneando tres pequeños trabajos desde que acabó la carrera hace dos años y su mejor contrato, uno de media jornada, lo ha conseguido hace tan solo dos meses.
«Vivía siempre con mucho agobio y sin tiempo libre»«Vivía siempre con mucho agobio y sin tiempo libre. Daba clases particulares a cinco niños por las tardes, de 15.30 a 22.00. Trabajaba también por horas en una farmacia los lunes y martes por la mañana, más algunos viernes y sábados, y después arbitraba partidos de baloncesto los domingos. Echaba más de 50 horas semanales y sacaba poco más de 1.000 euros, entre los 500 de la farmacia, los 400 de las clases y unos 150 de los partidos, aunque nunca era fijo. Siempre andaba justita», cuenta esta madrileña, cuyo padre polaco tuvo que volver a su país por no encontrar trabajo, con la esperanza puesta aún en conseguir un contrato de 40 horas semanales y «poder vivir más tranquila».
A parte del altísimo paro juvenil, los jóvenes españoles también sufren, y de manera especial, esta situación de tener que acumular muchos pequeños trabajos precarios y en negro, para conseguir ingresos con los que pagarse el alquiler de las habitaciones y, en muchos casos, los estudios.
Paula, de 20 años, es uno de esos ejemplos. No recibe ninguna ayuda de sus padres y comparte piso con un estudiante. Para hacerse cargo de sus gastos y sufragar sus estudios de técnico superior en educación infantil, pone copas en un bar de Villanueva de la Cañada, trabaja de camarera en otro restaurante y da clases particulares a niños. En total gana unos 900 euros, parte de ellos en b, y acaba muchos días de trabajar a las 4 de la madrugada. «Los estudios los estoy dejando un poco de lado por eso de levantarme tarde y estar siempre cansada. Se acumula todo un poco, pero supongo que, poco a poco, podré ir sacando las cosas a adelante», declara con cierta esperanza.
Puede que Aristóteles llevara razón cuando, en el siglo IV a.C., decía que «cada labor es realizada mejor por un solo individuo y el legislador debe procurar que sea así, en lugar de ordenar que la misma persona toque la flauta y haga zapatos». Pero, desgraciadamente, no siempre es posible.


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