Dos militantes suníes del grupo afín a Al Qaida se enfrentan a las fuerzas del Gobierno en Ramadi, capital de la provincia iraquí de Anbar
Los milicianos del Estado Islámico de Irak y Levante controlan amplias zonas de Faluya y Ramadi, y establecen un puente con Siria
MIKEL AYESTARAN - Día 03/01/2014 - 12.30h
La bandera negra de Al Qaida vuelve a ondear en Irak. Milicianos del Estado Islámico de Irak y Levante (ISIL), brazo de AQ en el país árabe, pelean por el control de la provincia de Anbar y ya «controlan amplias zonas de Faluya y Ramadi», según fuentes de seguridad citadas por el canal Al Arabiya, las dos principales ciudades de esta provincia que hace frontera con Siria.
El ISIL ha aprovechado la inestabilidad generada desde el lunes por el desalojo por la fuerza de la acampada que la minoría suní del país mantenía en Ramadi –desde hace un año en señal de protesta contra el gobierno de Bagdad, en manos de la mayoría chií– para dar un golpe en la mesa y consolidar un área de influencia que iría desdeFaluya, sesenta kilómetros al oeste de Bagdad, hasta Alepo, segunda ciudad más importante de la vecina Siria. Hace meses que el ISIL comenzó sus operaciones en suelo sirio, donde controla ciudades como Raqqa, y ahora aspira hacer lo mismo en su lugar de origen.
Ejército y Policía se retiraron del centro de Faluya y Ramadi después de 48 horas de combates en los que hubo al menos catorce muertos. Los milicianos «han levantado decenas de puestos de control», según vecinos citados por la agencia AFP, han quemado comisarías y liberado a unos cien prisioneros. Como ocurre en la zona siria bajo su control –donde permanecen secuestrados más de 30 periodistas, entre ellos los españoles Javier Espinosa, Ricardo García Vilanova y Marc Marginedas– tampoco hay presencia de prensa internacional sobre el terreno.
La acampada de protesta contra el Gobierno de Al Maliki empezó en diciembre de 2012 como respuesta al intento de las autoridades de procesar al ex ministro de Economía Rafi Al Issawi, uno de los líderes de la comunidad suní, bajo la acusación de «colaborar con grupos terroristas». Desde entonces cada viernes se organizaban manifestaciones y las reivindicaciones principales eran «libertad para los presos políticos, igualdad en el acceso a cargos públicos y justicia». Tres demandas de una minoría acostumbrada a gobernar el paíshasta que la invasión de EE.UU. acabó con Sadam Husein y con la hegemonía suní. Al Maliki ordenó el desmantelamiento de la acampada porque consideraba que servía para dar cobijo a los milicianos del ISIL.
Herencia de EE.UU.
La guerra por el control de Anbar ha jugado un papel clave en la escalada de violencia que sufre Irak y que en 2013 ha costado la vida a 8.868, entre ellos 7.818 civiles y 1.050 miembros de las fuerzas de seguridad, según los datos de Naciones Unidas. El organismo internacional alertó en el momento de la presentación del balance de víctimas de que «si los actuales niveles de violencia continúan sin cambios durante el próximo año, 2014 podría ser tan mortal como 2004, que presenció dos cercos a Faluya y el fortalecimiento de la insurgencia».
Los estadounidenses salieron del país árabe en diciembre de 2011 y ahora es el Ejército iraquí que entrenaron el que rodea Faluya y Ramadi, bastiones de lo que denominaron «el triángulo suní»durante la invasión norteamericana. El Gobierno cuenta con la ayuda de algunas de las tribus locales, aunque la mayoría ha abandonado al primer ministro, el chií Nuri Al Maliki.
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