El pueblo de Mormon Island, cerca de Sacramento. / ROBERT GALBRAITH (REUTERS)
Mormon Island, cerca de Sacramento, ha aflorado a la superficie y atrae a cazadores de vestigios antiguos
VICENTA COBO San Francisco
Como si de un sortilegio se tratara, la pertinaz sequía que atraviesa California ha hecho emerger a la superficie el esqueleto y los restos de viejos fantasmas del pasado. Los pueblos abandonados y olvidados de una era que atrajo hasta las costas del Oeste a millones de personas deseosas de encontrar un filón de oro y hacerse ricas del día a la noche han resucitado de su largo letargo de siglos.
1849 fue el año en que comenzó la fiebre del oro y la época en la que se improvisaron miles de pueblos para alojar a los muchos buscadores de oro que atraídos por su brillo se aglomeraron en el Estado Dorado. Hacía 1860 la fiebre estaba ya muy mermada y veinte años más tarde se apagaría definitivamente.
Fue entonces cuando los pueblos quedaron abandonados y, en muchos casos, su destino derivó en ser sepultados por las aguas de embalses y lagos para apagar la sed de las crecientes necesidades de agua de California a medida que crecía y se poblaba.
El pueblo fantasma de Mormon Island, cerca de Sacramento, ejemplifica ese trozo de esa historia que ahora se puede consultar en los vestigios que han aflorado a la superficie. Creado a mediados del sigo XIX por una comunidad de mormones –de ahí el nombre-, en su época de esplendor llegó a albergar a 2500 vecinos. Tras ser abandonado al finalizar la fiebre del oro, conocida en inglés por el nombre de gold rush, en 1955 quedó sumergido bajo las aguas del Folsom Lake.
Durante 58 años el pueblo mormón había sido borrado de la faz de la tierra hasta que, ironías del destino, la sequía lo ha rescatado de nuevo. El lago ha bajado a más de una quinta parte de su capacidad y los restos del viejo poblado han salido a la superficie para regocijo de los muchos curiosos y cazadores de vestigios antiguos que desde que la buena nueva fue corriendo de boca en boca se están dando cita en el enclave.
Algunos llegan pertrechados con detectores de metales para encontrar monedas, clavos, pomos de las puertas, anillos y otros objetos desperdigados y enterrados durante mucho tiempo por entre las ruinas de piedras y los muros del asentamiento fantasma. Para la Folson Lake Recreation Area el asunto ha llegado a tal extremo que la superintendencia se ha visto obligada a prohibir el uso de estos aparatos y a amenazar con multas en el caso de desoír los avisos de los rangers que patrullan la zona.
“Como muchos de los pueblos inundados por los embalses, las estructuras de los edificios se desmontaron y se cortaron los árboles para despejar de obstáculos la superficie del lago, pero aún así los muros del contorno se pueden apreciar e incluso la estructura de una bodega muy bien conservada y la ruta de un viejo canal de agua”, explica la arqueóloga Jenifer Padgett.
Desde el punto de vista arqueológico “estos vestigios son un tesoro ya que ayudan a entender mejor cómo era la vida en California a mediados del siglo XIX”, explica Padgett.
Los fantasmas de Texas y Utah
California no es el único Estado donde los pueblos fantasmas, aliados con la sequía, vuelven a cobrar vida. También Texas y Utah tienen enclaves de un pasado que parecía olvidado para siempre.
En Texas, las aguas del mermado Lake Buchanan dejaron aflorar a la superficie en 2011 Bluffton, un poblado que había permanecido sumergido desde la creación del lago en 1937. El lugar engrosa la larga lista de los más de 200 sitios arqueológicos en este Estado que la sequía ha dejado al descubierto, incluyendo cementerios, según datos del Texas Historical Comission’s.
En Utah, muchas ruinas de asentamientos de los americanos aborígenes quedaron al descubierto la pasada década, tras la bajada de nivel a menos de la mitad del Lago Powell, en el rio Colorado. Incluso se ha podido recuperar la espectacular catarata Cathedral in de Desert que había quedado sepultada por el gigantesco embalse construido en 1960.
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