sábado, 26 de julio de 2014

PALADINES: HONRANDO AL GAP (grupo de amigos del presidente Allende)

Resistieron más de 7 horas el ataque de los tanques y el bombardeo aéreo. Uno de ellos dice que se quedaron junto al Presidente Allende por un asunto de dignidad personal. En realidad, ellos fueron la dignidad de Chile.

Los "Amigos del Presidente" 
que sobrevivieron 

Los ocho GAP que combatieron desde el Ministerio de Obras Públicas descargaron ráfagas de fusiles soviéticos AKA y una ametralladora Punto 30 hasta después de 15.30 horas.

Ante la evidencia de la rendición -y sin saber aún que Allende había muerto- decidieron salir del edificio. Escondieron sus armas, se lavaron las manos, se peinaron y luego se asomaron hacia Morandé para explicar a los militares que eran funcionarios del ministerio y que querían volver a sus casas junto a otras 300 personas. Fueron los primeros en salir para evitar ser identificados. Uno recuerda que llegó el general Javier Palacios, jefe militar de la toma de La Moneda, y ordeno que se fueran a sus hogares, pero que dejaran sus cédulas de identidad, las que deberían recoger tres días después en el Ministerio de Defensa.

En La Moneda, después que Allende conminara a su gente a salir, sus exescoltas supusieron que vendría al último. Luego supieron que se había devuelto a su gabinete y, más tarde, que había muerto.

En medio del humo, un GAP se mezcló con los funcionarios del MOP. Otro, simulo ser camillero hasta que salió en una ambulancia simulando acudir a un parto. 14 fueron llevados al Regimiento Tacna. Dos de ellos se mezclaron con detenidos por infracción al toque de queda y lograron evadirse. El resto (12) están desaparecido igual que nueve de los 10 GAP arrestados en la Intendencia. El cadáver del décimo apareció flotando en el río Mapocho el día 12 de septiembre.

Dos de los GAP que sobrevivieron al golpe estaban con día libre el 11.

Uno de ellos, "Manuel", Enrique Ramos, el escolta personal del Presidente. Otro, "Patricio", Juan Agustín Orellana, quien deambuló un par de días hasta llegar a su casa, donde su familia lo estaba velando simbólicamente. Fue el único que no se asiló. Ahora se gana la vida vendiendo bérlines en la calle.

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