lunes, 11 de agosto de 2014

Hillary Clinton acentúa su perfil presidenciable con críticas a Obama

Hillary Clinton, en abril de 2014 / DAVID PAUL MORRIS (BLOOMBERG)

La exsecretaria de Estado ve en los titubeos de Obama en Siria una causa de la crisis actual en Irak

MARC BASSETS Washington 11 AGO 2014 - 09:13 CEST

Hillary Clinton empieza a distanciarse de Barack Obama. Quiere marcar su propio perfil ante una posible candidatura a las elecciones presidenciales de 2016. La política exterior y la crisis en Irak, que ya fueron motivo de disputa entre ambos durante las primarias demócratas de 2008, vuelve a dividirles.

En una entrevista con la revista The Atlantic, Clinton cuestiona la prudencia de Obama ante la guerra civil en Siria y vincula esta política con el ascenso del Estado Islámico (EI) en Siria y en Irak. La exsecretaria de Estado cree que la negativa de Obama a armar a los rebeldes sirios ha causado el ascenso de la facción más extremista y antioccidental de la oposición al régimen de Bachar El Asad. Son las críticas más explícitas a su antiguo jefe desde que abandonó el cargo de secretaria de Estado en 2013.

“El fracaso a la hora de crear una fuerza de combate creíble con las personas que originaron las protestas contra Asad —allí había islamistas, había seculares, había de todo entre ambos— el fracaso a la hora de hacer esto ha dejado un gran vacío que ahora han llegado los yihadistas”, dijo Clinton.

El avance de los yihadistas de EI en Irak han forzado el regreso de EE UU a este país. El jueves Obama autorizó bombardeos para proteger al personal norteamericano en el Kurdistán iraquí y para evitar la matanza de la minoría yazirí a manos de los insurgentes suníes.

Es difícil explicar el ascenso político de Obama sin su oposición a la invasión de Irak en 2003. Clinton, que entonces era senadora por el estado de Nueva York, votó a favor de autorizar al entonces presidenteGeorge W. Bush la acción militar en Irak. Obama y Clinton se disputaron la nominación del Partido Demócrata a las elecciones presidenciales de aquel año. Fueron unas primarias reñidas en las que Obama y Clinton intercambiaron acusaciones virulentas. El sí a la invasión y ocupación de Irak lastró la candidatura de Clinton entre unas bases demócratas antibelicistas y un país que deseaba pasar página de los años de Bush. El no a la guerra de Obama contribuyó a su nominación y le impulsó hacia la Casa Blanca. Una vez presidente, nombró a su rival secretaria de Estado.
Irak les enfrentó e Irak vuelve a dividirles

La entrevista en The Atlantic no es estrictamente una crítica a Obama. En varios momentos, Clinton se deshace en elogios al presidente. Le describe como alguien “increíblemente inteligente”. Al principio se resiste a darle la razón al entrevistador cuando este le pregunta si, después de una época de excesos de Bush, no ha caído Obama en el extremo opuesto, una prudencia excesiva.

Pero en casi todas las respuestas —sobre Siria, sobre Israel, sobreIrán— se distancia de Obama. Sostiene que “no hagas estupideces” —la frase que, en una conversación con periodistas, el presidente usó para describir su visión de la política exterior— es una expresión insuficiente para articular una visión global en este ámbito. Lamenta que EE UU no cuente al mundo con convicción la historia de sus contribuciones a la libertad y la paz mundiales. Y sí, acaba pronunciándose sobre la oscilación brusca entre una política exterior intervencionista y otra más aislacionista. “En parte”, dice, “creo que el desafío es que nuestro gobierno [habla del gobierno de EE UU en general, no del de Obama en particular] con demasiada frecuencia tiende a oscilar este los extremos. El péndulo se mueve a un lado y después hacia el otro”.

Clinton no ha declarado oficialmente la candidatura a la Casa Blanca, donde vivió entre 1993 y 2001, cuando su marido, Bill, era presidente. Pero en cada entrevista que ha concedido desde que en junio publicó ‘Hard choices’ (Decisiones difíciles), sus memorias de la Administración Obama, da a entender que salvo un imprevisto se presentará. Según los sondeos, que a falta de más de dos años de las elecciones hay que leer con escepticismo, la proclaman favorita.

Destacados neocon ven con buenos ojos la política exterior de Clinton, más desacomplejada que la del presidente

Los candidatos del mismo partido que el presidente saliente afrontan a veces la fatiga de los ciudadanos con su predecesor y su partido. Puede ser el caso de Clinton si finalmente es candidata. De ahí que intente definir su propio perfil y evite la imagen de una Obama bis. Las ideas que ahora expone no son nuevas. Siempre ha promovido una política exterior más agresiva y desacomplejada que la del actual presidente.

Destacados neoconservadores —el grupo de intelectuales y políticos que promovió la invasión de Irak— aplauden a la exsecretaria de Estado. “Me siento cómodo con su política exterior”, declaró hace unas semanas Robert Kagan, del laboratorio de ideas Brookings Institution. “Ella ha dicho, en el libro y en las entrevistas, que […] quería hacer más por los rebeldes sirios y que el presidente dijo que no”, dijo en junio a EL PAÍS otro neoconservador, Elliott Abrams, que trabajó en la Administración Bush. “Así que en esto, por lo menos, se ha distanciado”

En ‘Decisiones difíciles’ Clinton recuerda que, durante los debates internos en la Administración Obama, abogó por armar a los rebeldes. En febrero Robert Ford, último embajador de EE UU en Siria, dimitió del cargo por sus desacuerdo con la política de Obama.

Ford, como Clinton, defendía reforzar la ayuda a los rebeldes. “A medida que la situación en Siria se deterioraba, me parecía cada vez más difícil justificar nuestra política”, escribió el diplomático en un artículo en The New York Times. “Tengo a Robert en la más alta estima”, dice Clinton en la citada entrevista.

Obama discrepa de la idea que armar a los rebeldes sirios habría evitado los problemas actuales en Siria e Irak. En una entrevista con el columnista Thomas Friedman, el presidente dice que esta idea “siempre ha sido una fantasía”. “Esta idea de que podíamos suministrar algunas armas ligeras o incluso armas más sofisticadas a lo que en esencia era una oposición formada de antiguos doctores, agricultores, farmacéuticos, etcétera, y que serían capaces de combatir no sólo frente a un estado bien armado sino bien armado y apoyado por Rusia, apoyado por Irán, por un Hezbollah curtido en mil batallas... Esto nunca fue probable”.

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