viernes, 3 de julio de 2015

COPA AMÉRICA CHILE 2015

Ricardo Gareca, durante el partido contra Venezuela. / AP

TERCER Y CUARTO PUESTO DE LA COPA AMÉRICA »

El Tigre transforma a Perú


La reacción de Gareca a la expulsión de Zambrano refleja el carácter que lo ha llevado a ser uno de los entrenadores más respetados

PEDRO CIFUENTES Santiago de Chile 3 JUL 2015 - 02:21 CEST


La reacción de Ricardo Gareca (Tapiales, provincia de Buenos Aires, 1958), seleccionador de Perú, a la expulsión de Carlos Zambrano en las semifinales contra Chile (2-1) es una fiel estampa del carácter que ha llevado al Tigre, un potente exdelantero con 208 goles en su carrera, a ser uno de los entrenadores más respetados en una era dominante de la escuela futbolística argentina. “Yo entiendo, yo mismo he sido castigado 15 fechas en mi etapa en Boca Juniors. Estuve suspendido casi un año. A veces pasan esas cosas”, indicó Gareca con suma tranquilidad en una rueda de prensa celebrada en Concepción, donde esta noche contra Paraguay intentará revalidar contra Paraguay el tercer puesto obtenido en 2011. El preparador, en una entrevista concedida a ESPN, añadió posteriormente que Zambrano “hizo una excelente Copa. Él sabe que hay cosas que no se pueden repetir nunca más. Para mí es uno de los mejores centrales del mundo, no solo de este torneo”.

Gareca, relativamente desconocido en Europa, es un hombre de perfil bajo y currículum ganador que como jugador, cuando pasó de Boca Juniors a River Plate, revolucionó el fútbol argentino y a punto estuvo de provocar una huelga masiva de futbolistas. “Me significó mucha gente en contra y muchos problemas en mi carrera deportiva”, afirmó tras retirarse como jugador.

Un gol de Gareca (precisamente a Perú) en junio de 1985 clasificó a Argentina para el Mundial 86 de Maradona, pero Carlos Bilardo no llevó al Flaco a México (“fue un golpe más duro”, ha dicho años después). Fue ídolo en él América de Cali y terminó como campeón en Independiente de Avellaneda. De niño jugaba de portero, hasta que fue adelantando su posición y llegó al nueve, el límite. Fuerte, rápido e incisivo, tenía un carácter explosivo: una vez recibió siete partidos de suspensión por tirar de un manotazo la tarjeta roja que le mostraba un árbitro en Argentina.

El bloque logrado por Gareca en cuatro meses de trabajo ha insuflado esperanzas para las eliminatorias sudamericanas a un país que no visita una fase final de una Copa del Mundo desde 1982. El trabajo de Gareca es constante y unánimemente elogiado por sus futbolistas. Un entrenador argentino que tomó un café con él tras la derrota contra Chile dice seguir sorprendiéndose “de lo tranquilo que es…”. “Le pregunté si no pensaba que habían perdido por la expulsión de Zambrano, y me dijo: ‘Y, no sé, era difícil… Lo único que sé es que hasta ese momento fuimos superiores”.

La prensa del país se ha rendido al trabajo del Tigre. El diario deportivo Líbero tituló tras la derrota contra Chile: “Tenemos equipo... y un gran DT”; “no hay nada que reprocharle”, escribía en páginas interiores: “Una tonta expulsión fue el punto de quiebre de la ilusión peruana”. El Comercio, por su parte, tituló: “Perú cae dando máxima pelea”, mientras que El Diario resumía: “Grande Perú; 10 contra 12 y solamente nos ganaron con lo mínimo”.

“Quiero que este equipo mire cara a cara a los grandes”, dijo Gareca después del primer partido contra Brasil, cuando sólo aquella genialidad final de Neymar tumbó a Perú. La inyección de confianza a sus jugadores, obsesionados con el Mundial de Rusia, es patente: jugadores como Vargas o Advíncula ya dijeron antes del cruce contra Chile que habían jugado varias veces contra sus mejores jugadores y que no estaban impresionados. La elegancia en la derrota ha sido también elogiada por la afición chilena, muy sensible tras el escándalo con Uruguay: pese a la entrada de Zambrano, el clásico del Pacífico no tuvo episodios de violencia y sólo al final Paolo Guerrero, el vigente pichichi del torneo, se quejó del arbitraje y “de que en la FIFA pasan cosas muy raras que convendría investigar”.


Serenidad y ambición


Gareca llegó al banquillo blanquirrojo avalado por su esplendorosa etapa al frente de Vélez Sarsfield entre 2009 y 2013: cuatro títulos y semifinales de la Copa Libertadores. El Tigre, además, es reconocido por haber organizado el club desde sus divisiones inferiores hasta la Primera. Conoció el fracaso inicial como preparador técnico después de un buen inicio en Talleres de Córdoba, hasta que 10 años después, en 2008, arribó a Universitario de Perú y dio un giro a su biografía. Allí ganó su primer título. A partir del año siguiente consiguió su doctorado cum laude en Vélez (su breve aventura brasileña posterior en el Palmeiras no fue exitosa).

Serenidad, mucho trabajo y ambición. Así dirige Gareca a una selección a la que apetece ver jugar por primera vez en mucho tiempo: agresiva, valiente con una transición vertiginosa en ataque y calidad de tres cuartos hacia delante. En su primera rueda de prensa tras aterrizar en Chile, cuando nadie daba un peso por Perú (actitud que los propios futbolistas han recriminado después de llegar a semifinales), el Tigre reconoció tranquilamente: “Por las noches sueño con ganar la Copa América”.

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