martes, 29 de septiembre de 2015

El choque sobre El Asad marca el diálogo sirio de Obama y Putin

El presidente de EE UU acepta cooperar con el ruso, que pide una coalición contra los yihadistas comparable a la que derrotó a Hitler

Rusia y China ponen a prueba la doctrina diplomática de Obama


MARC BASSETS Nueva York 29 SEP 2015 - 13:10 CEST


El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y su homólogo ruso, Vladímir Putin, reclaman su influencia en Siria. En discursos ante la Asamblea General de la ONU, primero, y después en una reunión de más de una hora y media, Obama y Putin coincidieron este lunes en la necesidad de derrotar a los yihadistas, pero discreparon en el método. El estadounidense cree que el dictador Bachar El Asad debe abandonar el poder. El ruso quiere reforzar a El Asad para vencer al Estado Islámico en una guerra que, en cuatro años, ha dejado más de 200.000 muertos y millones de refugiados.

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En la reunión, el primer encuentro extenso entre ambos desde antes de estallar el conflicto en Ucrania en 2014, Obama y Putin acordaron buscar una solución política en Siria. El papel futuro de El Asad es el principal motivo de desacuerdo. "Tenemos diferencias sobre el resultado del proceso", dijo una fuente estadounidense. La fuente dijo que la reunión entre los líderes, que no esconden su antipatía, fue productiva y sirvió para dejar claros los objetivos de cada país.

Putin describió el encuentro como "muy útil y franco". Dijo que Rusia sopesa cómo ayudar a quienes luchan contra el Estado Islámico (EI), pero descartó el despliegue de tropas rusas de combate.

Hacía dos años que Obama y Putin no se reunían y uno que no se cruzaban en una cumbre

Obama llegó a Nueva York, al cónclave anual de la Asamblea General de la ONU, dispuesto a exhibir sus logros diplomáticos en Cuba e Irán, la eficacia de la llamada doctrina Obama en la resolución de conflictos enquistados durante décadas. Se encontró con un ambiente distinto: una discusión centrada en Oriente Próximo, una región donde la estrategia del presidente de EE UU no ha funcionado, y en un momento en que Putin aprovecha la inhibición de Obama ante la guerra siria para reivindicar su lugar en la mesa.

El activismo militar y diplomático de Rusia en días recientes descoloca a la Administración Obama, paralizada entre la lucha contra los yihadistas del EI y la oposición al régimen de Bachar el Asad, a quien EE UU atribuye la responsabilidad de la guerra.

“Estados Unidos está dispuesto a trabajar con cualquier nación, incluidas Rusia e Irán, para resolver el conflicto”, dijo Obama ante la Asamblea General. “Pero no puede haber, después de tanta sangre y matanzas, un retorno al statu quo previo a la guerra”. El presidente de EE UU dijo que, por realismo, habrá que aceptar compromisos pero también una transición hacia un gobierno en Siria sin El Asad.

En su discurso ante la Asamblea General, Putin elogió la lucha de las fuerzas sirias contra el EI, reprochó a EE UU que haya armado a grupos rebeldes y se presentó como el hacedor de una coalición internacional para reforzar al Gobierno sirio y derrotar a los yihadistas. Esta coalición, que Putin comparó con la que EE UU y la URSS de Stalin lideraron contra Hitler, puede entrar en competición con la coalición que ya lideran los estadounidenses desde hace un año.

“Un error enorme”

“Creemos que es un error enorme negarse a cooperar con el Gobierno sirio y sus fuerzas armadas que luchan contra el terrorismo con valentía, cara a cara”, dijo el presidente ruso.

Hacía dos años que Obama y Putin no mantenían una reunión formal y casi uno que no se cruzaban en un encuentro internacional. El conflicto en Ucrania, entre acusaciones mutuas de injerencia, y la anexión de la provincia ucrania de Crimea por parte de Rusia, enfrió la relación entre ambos líderes. Obama intentó aislar a Putin y, con sus socios europeos, impuso sanciones económicas. Siria ofrece a Rusia la oportunidad de tener un papel relevante en Oriente Próximo ante la parálisis de EE UU y la Unión Europea en Siria.

Rusia ha enviado tropas y aviones a Siria. Este fin de semana, alcanzó un acuerdo con Irak, Irán y Siria para compartir información en la guerra contra el Estado Islámico. El intervencionismo ruso coincide con la llegada diaria a Europa de decenas de miles de refugiados procedentes de países en conflicto, entre ellos Siria e Irak, ocupados parcialmente por los yihadistas.

Siria ofrece a Rusia la oportunidad de tener un papel relevante en Oriente Próximo ante la parálisis de EE UU y la Unión Europea en el conflicto bélico

El acuerdo de las potencias de la ONU sobre el programa nuclear de Irán —aliado, como Rusia, de El Asad— permite, sobre el papel, acelerar la cooperación contra el EI, objetivo común de estadounidenses, rusos e iraníes.

Obama quería usar su reunión con Putin para “entender” cómo la mayor implicación de Rusia en Siria servirá para resolver el conflicto, según una asesora de Obama. EE UU, que lleva un año bombardeando posiciones islamistas, considera que la brutalidad del régimen de El Asad, avalada por Rusia, ha alimentado a los islamistas violentos y que, por tanto, no hay solución a la guerra sin una transición política que, a largo plazo, desplace a El Asad del poder.

Rusia discrepa. Sostiene que, para derrotar al Estado Islámico, es necesario aliarse con el régimen de El Asad.

La estrategia de Obama, además de los bombardeos contra el EI en Siria e Irak, ha consistido en un plan para entrenar y armar a grupos de rebeldes opuestos a El Asad y a los yihadistas. El plan ha fracasado. Contemplaba entrenar a más de 5.000 milicianos. Sólo unas decenas han entrado en combate, según el Pentágono.

Cambio de estrategia

Cuando estalló la guerra, en 2011, Estados Unidos exigía la marcha de El Asad. Dos años después, Obama estuvo a punto de ordenar una intervención contra el dictador sirio. A última hora, suspendió el ataque. Los avances del EI forzaron un cambio de estrategia y convirtieron a El Asad en un aliado de facto de EE UU. Ahora, la Administración Obama admite que pueda tener un papel en la transición.

El encuentro con Obama saca a Putin del ostracismo en el que el presidente de EE UU ha intentado colocarlo desde la secesión de Crimea y lo coloca en el centro de todas las conversaciones esta semana en Nueva York. Putin no parecía aislado, en la ONU, no parecía el paria internacional en el que la Unión Europea ha intentado convertirlo.

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