Tomás Mosciatti Sin novedad en el frente. Hemos perdido la sana costumbre de asombrarnos. Por ejemplo, ahora hemos sabido que Jorge Burgos había renunciado en enero. O sea, el jefe político fue un dimisionario por cinco meses. Y un día antes que finalmente se fuera, Michelle Bachelet lo llamó y le preguntó: ¿Estás seguro, Jorge, de que te quieres ir? Y no importa. Tampoco el nuevo ministro, Mario Fernández, Peta para los amigos. Uno estaba renunciado y el otro nunca imaginó ser ministro. El gobierno se arrastra, sin que pasen grandes cosas, con la presidenta visitando a diario jardines infantiles y centros de salud familiar. La obra gruesa ya está hecha; los gobiernos pasan y las leyes quedan, escucho decir. En este comentario, la levedad de los próximos meses.
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