domingo, 28 de agosto de 2016

Putin purga a amigos y enemigos

Putin, en una ceremonia de los Juegos Olímpicos de Río 2016. EFE

El presidente descabeza a la élite rusa

Vladimir Putin destituye a su 'número dos' en el Kremlin


Por  XAVIER COLÁS - Moscú


El presidente ruso, Vladimir Putin, tiene un puñado de razones para sentirse satisfecho del sistema político que ha forjado en esta década y media. Una de ellas es que ha trabajado para regímenes peores: "Para bien o para mal, nunca fui un disidente", le dijo este ex agente del KGB a su biógrafo al poco de llegar al Kremlin.

Han pasado 16 años y Putin ha sobrevivido a los separatistas, a los oligarcas, a los periodistas, a la debacle del petróleo y el rublo y a los malos deseos de Occidente. El mes que viene Rusia Unida -su partido político- renovará su mayoría en las elecciones al Parlamento.

Los últimos comicios parlamentarios, en el año 2011, fueron testigo del mayor estallido de protestas desde la caída de la Unión Soviética. En este tiempo la oposición surgida de ese descontento se ha enredado en tramas legales, peleas internas y el miedo cotidiano a ser demasiado molesto. "Seguimos adelante, pero no vamos a lograr ni un diputado", lamentaba hace unos días un integrante de la lista de Parnas, la fuerza política que lideraba Boris Nemtsov, asesinado en 2015.

En la democracia gestionada los movimientos son muchas veces subterráneos, alejados del debate público. La élite está preocupada, pero esta vez no son los de abajo los que golpean los muros. El presidente está haciendo -horror- limpieza en la casa.

Con la destitución de su jefe de gabinete, Serguei Ivanov, Vladimir Putin ha deshecho en buena medida el círculo de fieles que le han acompañado en la cumbre: viejos camaradas del KGB y algunos amigos de San Petersburgo. Ivanov reunía las dos condiciones y hasta sonó su nombre para suceder a Putin cuando dejó temporalmente el Kremlin en 2008. También era un pata negra del KGB Viktor Ivanov, jefe de la agencia antidroga, ahora abruptamente desmantelada. A principios de año cayó el eterno Vladimir Yakunin, jefe de los ferrocarriles y vecino de Putin en su San Petersburgo natal.

La mala reputación


El Gobierno, los partidos y casi todo tiene mala reputación en Rusia. Pero el presidente Putin resiste la corrosión. "Las encuestas cada vez lo muestran más victorioso", dice Gleb Pavlosky, un experto que en el pasado trabajó para el Kremlin. Rusia vota cada vez con menos inocencia.

Los rusos, aunque golpeados por la crisis, viven con mayor libertad que sus abuelos. Pero los opositores, chivatos o simplemente críticos acaban teniendo graves problemas legales. O incluso de salud. El caso que dio la vuelta al mundo fue el de Alexander Litvinenko, espía traidor envenenado en Londres en 2006.

También se recuerda al abogado Serguei Magnitsky, que murió en la cárcel sin recibir la atención médica apropiada. En una investigación reciente, el diario The New York Times contabiliza hasta cinco personas relacionadas con el caso Magnitsky que han muerto en circunstancias extrañas.

El opositor Vladimir Kara-Muza fue envenenado el año pasado, pero sobrevivió.Tuvo más suerte que Mijail Leshin, hallado muerto en un hotel de Washington a los 57 años: un forense ha dictaminado ahora que no fue un ataque al corazón, como se dijo en un primer momento, sino un traumatismo severo. Y Alexander Poteyev murió tras desenmascarar a espías rusos ocultos en Estados Unidos, una trama a la que él perteneció, igual que dos funcionarios implicados en el reciente escándalo del dopaje, que no tuvieron tiempo de hablar.

Pero ahora hay temblor en la cima. A la eterna camarilla de Putin le está llegando el otoño, y con ella desaparece uno de los últimos contrapesos que le quedaban a su poder. Durante el primer lustro de su mandato puso a los oligarcas en su sitio. Después extendió su vertical de poder a los gobiernos regionales, la justicia y los medios de comunicación.

En la segunda década al frente de Rusia ha demostrado que puede resistir las movilizaciones de la calle. Hasta la fecha el único condicionante interno que ha tenido Vladimir Putin ha sido la amalgama de egos y ambiciones sin fin que ha florecido en la casta estatal, que ahora está siendo sustituida por tecnócratas sin proyección política. Lo que queda en la cúspide es un Putin sin ataduras. Y una tarta mermada por la crisis que ahora que seguir repartiendo.

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