EL PAÍS / EFE Madrid 10 MAR 2012 - 12:17 CET
El enviado especial de la ONU y la Liga Árabe, Kofi Annan, ha iniciado esta mañana su visita a Siria con una entrevista con el presidente del país, Bachar el Asad. Según la información de la televisión estatal siria, el encuentro se ha desarrollado en una "atmósfera positiva". Es el único detalle que por el momento ha trascendido de una cita con la que el ex secretario general de Naciones Unidas pretende abrir las vías a un alto el fuego inminente. Annan, criticado antes de aterrizar en Damasco por su defensa de un pacto político entre Gobierno y oposición, tiene previsto verse con la disidencia siria antes de abandonar este sábado.
El propósito fundamental de Annan fue avanzado ayer por su sucesor al frente de la ONU, Ban Ki-moon: "Los tres compartimos las mismas preocupaciones y las mismas prioridades", explicó Ban Ki-moon. "La primera de ellas es detener la violencia, por lo que ante todo he pedido enérgicamente a Annan que se asegure de lograr un alto el fuego inmediato".
Annan estará en Siria 24 horas. Un solo día para convencer a Bachar el Asad, que por el momento no ha dado señal alguna de querer pacificar la situación y de dialogar con los rebeldes. Febrero ha sido el mes en que más se ha hostigado el principal foco insurgente, Homs, una ciudad de más de un millón de habitantes situada en el oeste del país, con un barrio, Baba Amro, que a lo largo de la guerra se ha convertido en un fortín rebelde y que el régimen ha bombardeado con intensidad.
La Media Luna Roja siria (integrada en la Cruz Roja Internacional) y una enviada de la ONU, Valerie Amos, pudieron entrar esta semana en Baba Amro y comprobar el resultado del asedio del régimen, muy superior militarmente a los rebeldes. El barrio estaba devastado y vacío. Casi todos los vecinos habían huido.
La tarea que tiene por delante hoy Annan es compleja: unir a dos partes en guerra abierta, a un presidente que no reconoce legitimidad alguna a los rebeldes, a los que acusa de ser meros terroristas, y a una oposición que tiene como objetivo prioritario tumbar a este presidente, como lograron pueblos como el tunecino, el egipcio y el libio durante laprimavera árabe, la ola de insurrección anti-totalitaria que atravesó los países árabes durante 2011, y que en Siria se ha atascado en una guerra civil que empeora progresivamente.
Ban Ki-moon dijo ayer que la estrategia pactada con Annan consiste en intentar alcanzar primero con El Asad una tregua -en la que se incluya la apertura del régimen a la entrada de ayuda humanitaria- y hacer lo mismo después con representantes de la oposición en el exilio, una vez que el enviado abandone Siria.
La ONU quiere poner de acuerdo a las dos partes. Según afirmó Ban Ki-moon, la vía para atemperar el conflicto y encauzarlo hacia la paz es "un diálogo político sin exclusiones". Annan, ayer, también defendió el "acuerdo" como único camino posible, y juzgó que la opción de apoyar militarmente a los rebeldes, o armarlos, "solo empeoraría las cosas". Estados Unidos y la OTAN desestiman cualquier tipo de operación militar internacional porque no tendría garantías de éxito y podría incendiar Oriente Próximo.
La idea, sin embargo, no cuadra con los esquemas de la insurgencia. Los líderes opositores reaccionar ayer con rabia ante el planteamientoconciliador del enviado especial, que consideraron casi insultante "en un momento en el que los sirios son masacrados de forma cotidiana”. Ayer, viernes, hubo 35 muertos más, según fuentes de la oposición.
La llegada de Kofi Annan a Damasco coincide hoy con la posibilidad de una nueva operación punitiva del Ejército. La Cuarta División Mecanizada, la unidad militar que dirige el hermano del presidente y que protagoniza los asaltos más duros, se ha desplazado al norte, hacia la provincia de Idlib, donde se concentran unidades rebeldes del Ejército de la Siria Libre. La oposición teme que se repita una tragedia como la de Homs. La represión del régimen ha causado más de 7.500 muertos desde que empezaron las protestas hace un año, según estimaciones de la ONU. Los opositores aseguran que ya han fallecido 8.500 civiles a manos de las fuerzas gubernamentales.
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