Por Juan Pablo Garnham y Jorge Isla
A fines de la década de los sesenta, el geólogo Guillermo Chong se adentró en un terreno que, hasta ese momento, permanecía virgen. El salar de Atacama y sus tres mil kilómetros cuadrados -más de cuatro veces la superficie del Gran Santiago- no tenían los caminos, las tuberías de agua y, lo más importante, las piscinas en distintos tonos de azul donde hoy el litio se procesa. Eran prácticamente sólo costras de sal, verdaderas espinas gigantes que se levantaban de la tierra y que los obligaban avanzar apenas seis kilómetros por día. "Dos semanas nos duraban los zapatos caminando por ahí", recuerda.
Pero el esfuerzo de Chong y otros tres geólogos valió la pena. "Encontramos que el contenido de litio no sólo era comercial, sino que era tan alto que superaba el de los lugares donde en esos momentos se explotaba el mineral", dice el investigador, desde su oficina en el Museo del Desierto de Atacama. Y no se equivocó: la cantidad y la calidad del litio encontrado serían tan buenas -y de tan bajo costo de producción-, que en los 80 terminarían haciendo quebrar a las empresas que extraían y comercializaban este mineral en Estados Unidos.
Hasta el día de hoy, ése es el descubrimiento que tiene a Chile como el mayor productor de litio a nivel mundial, con reservas totales que se estiman en 7.500.000 de toneladas, más de la mitad del total mundial.
El poblado de Peine, al sur del salar de Atacama, es uno de los que viven de esta industria. Originalmente una villa agrícola, hoy este pueblo de 400 habitantes depende en gran parte de la planta que la Sociedad Chilena de Litio tiene a 25 kilómetros. El 80% de los funcionarios de la empresa provienen de esa localidad, donde la compañía (filial de la multinacional Chemetall) instaló su campamento y construyó los sistemas de agua y electricidad con los que el pueblo hoy funciona. Sin embargo, la comunidad siente que no la han incluido en la discusión del desarrollo minero local. "El Estado chileno partió al revés en este tema: debería preguntarnos a las comunidades primero. Nosotros somos los que nos llevamos el impacto social de estos proyectos", dice Ramón Torres, dirigente atacameño de Peine.
Torres se refiere principalmente a los cambios que vienen en la industria. Hasta hoy, la regulación no ha hecho posible aumentar el número de yacimientos y los actores en este mercado. En 1979 se declaró al mineral como inconcesible debido a su uso en el proceso de creación de energía nuclear por fusión. Quienes hoy lo explotan -la Sociedad Chilena de Litio y SQM- arriendan las concesiones de propiedad de Corfo, que provienen de esa época.
Luego de los descubrimientos del equipo en el que participó Chong, se hicieron estudios de factibilidad y la Corfo se hizo de las propiedades mineras del salar. En 1975, poco antes de que se declarara el litio inconcesible, la estadounidense Foote Mineral firmó un convenio para explotar el mineral y nueve años después, a través de la Sociedad Chilena de Litio, comenzó a extraerlo. La empresa después sería vendida hasta llegar a manos de Chemetall, cuyos dueños son Rockwood Holdings, de Estados Unidos. A su vez, el gobierno de Pinochet vendió otra parte de los derechos mineros a la estadounidense Amax, quien terminaría vendiendo éstos a SQM, la que comenzaría a explotar el salar a principios de los 90. Los contratos de ambas empresas son limitados por cantidad de toneladas y en el caso de SQM también por el tiempo, ya que caducaría en 2030.
Este año, a principios de febrero, el gobierno anunció que reformaría este régimen a través de un sistema de contratos especiales de operación (CEOL), que entregarán derechos de explotación por cien mil toneladas durante veinte años. Las autorizaciones se darán sin una asignación geográfica y a quien haga la mejor oferta en términos de dinero. El fisco recibirá, además del pago del contrato y de los impuestos, el 7% de las ventas anuales. "Esto significaría recaudar cerca de US$350 millones por proyecto", dice Pablo Wagner, subsecretario de Minería, quien espera concretar la primera licitación durante este año. Sin embargo, la apertura a nuevos actores es sólo una de las interrogantes que quedan por resolver.
Torres se refiere principalmente a los cambios que vienen en la industria. Hasta hoy, la regulación no ha hecho posible aumentar el número de yacimientos y los actores en este mercado. En 1979 se declaró al mineral como inconcesible debido a su uso en el proceso de creación de energía nuclear por fusión. Quienes hoy lo explotan -la Sociedad Chilena de Litio y SQM- arriendan las concesiones de propiedad de Corfo, que provienen de esa época.
Luego de los descubrimientos del equipo en el que participó Chong, se hicieron estudios de factibilidad y la Corfo se hizo de las propiedades mineras del salar. En 1975, poco antes de que se declarara el litio inconcesible, la estadounidense Foote Mineral firmó un convenio para explotar el mineral y nueve años después, a través de la Sociedad Chilena de Litio, comenzó a extraerlo. La empresa después sería vendida hasta llegar a manos de Chemetall, cuyos dueños son Rockwood Holdings, de Estados Unidos. A su vez, el gobierno de Pinochet vendió otra parte de los derechos mineros a la estadounidense Amax, quien terminaría vendiendo éstos a SQM, la que comenzaría a explotar el salar a principios de los 90. Los contratos de ambas empresas son limitados por cantidad de toneladas y en el caso de SQM también por el tiempo, ya que caducaría en 2030.
Este año, a principios de febrero, el gobierno anunció que reformaría este régimen a través de un sistema de contratos especiales de operación (CEOL), que entregarán derechos de explotación por cien mil toneladas durante veinte años. Las autorizaciones se darán sin una asignación geográfica y a quien haga la mejor oferta en términos de dinero. El fisco recibirá, además del pago del contrato y de los impuestos, el 7% de las ventas anuales. "Esto significaría recaudar cerca de US$350 millones por proyecto", dice Pablo Wagner, subsecretario de Minería, quien espera concretar la primera licitación durante este año. Sin embargo, la apertura a nuevos actores es sólo una de las interrogantes que quedan por resolver.
Contra el tiempo
Por décadas, la idea de ver a Chile como una futura "Arabia Saudita" en un mundo de autos eléctricos con baterías a litio se ha apoderado del imaginario de académicos, empresarios y políticos. Pero esto ha formado parte más del discurso que de la acción, según consideran algunos expertos. "A principios de los 80, después de hacer mi doctorado, estaba dedicado a investigar en litio. Pero ante el desinterés que vi a nivel general, me cambié de industria. Tuve toda la razón porque en 20 años no ha pasado absolutamente nada", enfatiza Gustavo Lagos, director del Centro de Minería UC.
Por décadas, la idea de ver a Chile como una futura "Arabia Saudita" en un mundo de autos eléctricos con baterías a litio se ha apoderado del imaginario de académicos, empresarios y políticos. Pero esto ha formado parte más del discurso que de la acción, según consideran algunos expertos. "A principios de los 80, después de hacer mi doctorado, estaba dedicado a investigar en litio. Pero ante el desinterés que vi a nivel general, me cambié de industria. Tuve toda la razón porque en 20 años no ha pasado absolutamente nada", enfatiza Gustavo Lagos, director del Centro de Minería UC.
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