E. M.EMONTANES / MADRID
Día 07/03/2012 - 12.13h
Desapareció un 13 de enero en la capital onubense y su cadáver se halló 54 días después, tal día como hoy de hace cuatro años. El cuerpo de la niña Mari Luz Cortés Suárez, de 5 añitos y de etnia gitana, se descubrió, tras rastrear pozos, alcantarillas y marismas, a la altura del muelle petrolero, junto a la Punta del Sebo, de la ría de Huelva. El cuerpo llevaba el chaleco y los leotardos fuxia, la falda vaquera y botas blancas que vestía la niña cuando desapareció, así que sus padres Juan José e Irene albergaron pocas dudas de que se trataba de su pequeña. No obstante, se le practicaron las pruebas de ADN porque el cadáver se encontraba en avanzado estado de descomposición y presentaba un severo golpe en la cabeza.
Mari Luz, esa niña a la que todos definieron como «muy salada y de mirada oscura, profunda y preciosa», había desaparecido sobre las 17.00 horas en la barriada de El Torrejón cuando abandonó su domicilio para ir a un quiosco cercano con el fin, tan inocente, de comprar chucherías. A partir de la denuncia de su desaparición, se sucedieron las batidas y los rastreos por diferentes puntos de la capital y la provincia. Los parientes, amigos y las Fuerzas de Seguridad se volcaron con el caso.
Todas las pesquisas policiales se concentraron a las pocas horas en una persona: Santiago del Valle, y se apuntó también a la complicidad y encubrimiento por parte de su hermana Rosa, y su mujer, Isabel García. Los tres acabaron en prisión, pero a quien condenó por violación y asesinato a 22 años de cárcel la Audiencia Provincial de Huelva fue al primero, pederasta reincidente que vivía a escasos metros de la niña, había huido a un pueblo de Cuenca tras los hechos y que había sugerido varias veces lo bella que era la niña. Esta vez la sospecha más evidente fue real y quien parecía el criminal, con antecedentes por tocamientos y vejaciones hasta sobre una hija, lo era.
Quien parecía el criminal según todas las pesquisas, al final lo era realmenteA la familia les inundaron las muestras de afecto, destrozados como estaban por la pérdida atroz de su hija pequeña. Se da la circunstancia de que a ese alud de solidaridad se unieron los cuatro candidatos a la Presidencia de la Junta de Andalucía, que trasladaron sus condolencias al entorno de Mari Luz en pleno concurso electoral como ahora se encuentran en la Comunidad.
La lucha pública de los Cortés
Desde lo sucedido la familia no abandonó la lucha: inauguraron una serie de movilizaciones solicitando la reforma de la Ley del Menor y el cambio en la ley para incluir la cadena perpetua para delitos de pederastia, hasta el punto de que el pastor Juan José Cortés se convirtió en asesor de Justicia del PP y no deja de asistir a tertulias para defender la voz de los parientes de víctimas de este tipo de tragedias personales. Y después se sometieron a varios episodios luctuosos: el primero, la confesión abierta de Isabel García en televisión de cómo había «tapado» la atrocidad cometida por su esposo, condenado finalmente a 22 años de prisión, una pena que luego ratificó el Supremo; y, segundo, el propio juicio en el que Santiago del Valle dijo no «tener ni idea de lo que le había ocurrido a la niña».
Día 07/03/2012 - 12.13h
Desapareció un 13 de enero en la capital onubense y su cadáver se halló 54 días después, tal día como hoy de hace cuatro años. El cuerpo de la niña Mari Luz Cortés Suárez, de 5 añitos y de etnia gitana, se descubrió, tras rastrear pozos, alcantarillas y marismas, a la altura del muelle petrolero, junto a la Punta del Sebo, de la ría de Huelva. El cuerpo llevaba el chaleco y los leotardos fuxia, la falda vaquera y botas blancas que vestía la niña cuando desapareció, así que sus padres Juan José e Irene albergaron pocas dudas de que se trataba de su pequeña. No obstante, se le practicaron las pruebas de ADN porque el cadáver se encontraba en avanzado estado de descomposición y presentaba un severo golpe en la cabeza.
Mari Luz, esa niña a la que todos definieron como «muy salada y de mirada oscura, profunda y preciosa», había desaparecido sobre las 17.00 horas en la barriada de El Torrejón cuando abandonó su domicilio para ir a un quiosco cercano con el fin, tan inocente, de comprar chucherías. A partir de la denuncia de su desaparición, se sucedieron las batidas y los rastreos por diferentes puntos de la capital y la provincia. Los parientes, amigos y las Fuerzas de Seguridad se volcaron con el caso.
Todas las pesquisas policiales se concentraron a las pocas horas en una persona: Santiago del Valle, y se apuntó también a la complicidad y encubrimiento por parte de su hermana Rosa, y su mujer, Isabel García. Los tres acabaron en prisión, pero a quien condenó por violación y asesinato a 22 años de cárcel la Audiencia Provincial de Huelva fue al primero, pederasta reincidente que vivía a escasos metros de la niña, había huido a un pueblo de Cuenca tras los hechos y que había sugerido varias veces lo bella que era la niña. Esta vez la sospecha más evidente fue real y quien parecía el criminal, con antecedentes por tocamientos y vejaciones hasta sobre una hija, lo era.
Quien parecía el criminal según todas las pesquisas, al final lo era realmenteA la familia les inundaron las muestras de afecto, destrozados como estaban por la pérdida atroz de su hija pequeña. Se da la circunstancia de que a ese alud de solidaridad se unieron los cuatro candidatos a la Presidencia de la Junta de Andalucía, que trasladaron sus condolencias al entorno de Mari Luz en pleno concurso electoral como ahora se encuentran en la Comunidad.
La lucha pública de los Cortés
Desde lo sucedido la familia no abandonó la lucha: inauguraron una serie de movilizaciones solicitando la reforma de la Ley del Menor y el cambio en la ley para incluir la cadena perpetua para delitos de pederastia, hasta el punto de que el pastor Juan José Cortés se convirtió en asesor de Justicia del PP y no deja de asistir a tertulias para defender la voz de los parientes de víctimas de este tipo de tragedias personales. Y después se sometieron a varios episodios luctuosos: el primero, la confesión abierta de Isabel García en televisión de cómo había «tapado» la atrocidad cometida por su esposo, condenado finalmente a 22 años de prisión, una pena que luego ratificó el Supremo; y, segundo, el propio juicio en el que Santiago del Valle dijo no «tener ni idea de lo que le había ocurrido a la niña».
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