Cuesta entender que el general Jorge Rojas siga al mando de la Fuerza Aérea. La imagen de hombre muerto caminando se le ha pegado al cuerpo como una mancha indeleble.
Por Patricia Politzer, Periodista
Por más que algunos parlamentarios como el jefe de la bancada de diputados de Renovación Nacional, Alberto Cardemil, intenten blindarlo insistiendo en que “su comportamiento ha sido impecable”, los hechos desmienten tal perfección.
La memoria es frágil, por lo tanto, hace bien refrescarla un poco antes de pronunciarse. Algunos puntos fundamentales:
Debe ser doloroso para el Presidente Piñera destituir al único de los tres Comandantes en Jefe nombrado por él. Sin embargo, considerando los ajustes que requerirá la FACh, no parece muy adecuado que el mando siga en manos de quien convivió con tantas negligencias sin verlas. Quizás el Presidente haya optado por mantenerlo en el cargo hasta que la justicia entregue su veredicto.
- El 5 de septiembre, a tres días del accidente, el general Rojas aseguró que el avión tenía combustible suficiente para haber volado bastante más tiempo. No subrayó, claro, que no tenía aeropuerto alternativo al cual acudir con ese nivel de combustible.
- El 30 de septiembre el general Rojas aseguró que el accidente se produjo por las malas condiciones climáticas. Curiosa conclusión sin mediar investigación alguna.
- En febrero el ministro Juan Cristóbal Mera pidió a la FACh antecedentes sobre el peso del avión. La respuesta sólo llegó cuando el ministro Andrés Allamand golpeó la mesa y fijó un plazo de 48 horas para entregar a la justicia toda la información existente. ¡Oh sorpresa! En ese momento, el país supo que el Casa 212 despegó con 164 kilos de sobrepeso y una trizadura en el ala. La FACh aclaró con gran celeridad que nada de esto tenía importancia para la seguridad del vuelo. Sin embargo, el sumario interno entregado hace unos días indica que el máximo de pasajeros para este avión era de 14 personas (o 15 en una operación de máxima autonomía). Lo concreto es que el avión viajaba con 21 personas —hoy todas fallecidas— y que, inexplicablemente, la autorización para el fatídico viaje fue para 17 pasajeros. Cabe preguntarse por qué se autorizaron dos o tres personas más de lo permitido, y por qué llegado el momento de viajar la cifra subió de nuevo en otras cuatro personas.
- Por la demora en la entrega de la información al ministro Mera, siete meses después del accidente, debió renunciar el general Carlos Bertens del Comando de Combate.
- Dos semanas más tarde, el cierre del sumario interno de la FACh provocó drásticas sanciones a 12 oficiales, incluyendo la renuncia de los generales Marcos González y Julio Frías, y del comandante César Pineda.
Más allá de las penas, el sumario interno da cuenta de errores inauditos como la falta de planificación del trágico viaje, la omisión de los factores de riesgo en los viajes a Juan Fernández y serios problemas en la instrucción de los pilotos del curso 2008 al que pertenecía el teniente Juan Pablo Mallea.
El ministro Andrés Allamand afirmó que la investigación fue “acuciosa, exhaustiva, rigurosa y severa”. Pero, por más que sume adjetivos, no se entiende que el Comandante en Jefe siga en su cargo.
Cuando en una entidad —cualquiera que sea— existe tal nivel de malas prácticas, lo lógico es cambiar la cabeza y no minar la organización con castigos a trocha y mocha, apuntando a los altos cargos para que no se diga que el hilo se corta por lo más delgado. En cualquier reunión de socios se habría pedido la renuncia del gerente general. En este caso, si se consultara a los accionistas, es decir a los ciudadanos que mantienen con sus impuestos a la FACh, seguramente votarían la renuncia del general Rojas.
No hay necesidad de ser un experto en aviación ni en Defensa para entender que lo ocurrido al interior de la Fuerza Aérea es serio para la institución. El tiempo dirá si lo más grave fue el accidente que conmovió al país o el manejo posterior.
En el Senado, el Comandante en Jefe sostuvo que “la FACh ha tratado de trabajar con el máximo de transparencia y en búsqueda de la verdad”. Esas declaraciones no se condicen con las contradicciones, las demoras y las sanciones internas.
Debe ser doloroso para el Presidente Piñera destituir al único de los tres Comandantes en Jefe nombrado por él. Sin embargo, considerando los ajustes que requerirá la FACh, no parece muy adecuado que el mando siga en manos de quien convivió con tantas negligencias sin verlas. Quizás el Presidente haya optado por mantenerlo en el cargo hasta que la justicia entregue su veredicto.
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