jueves, 3 de mayo de 2012

Hollande se escapó vivo del cerco de Sarkozy

AFP
François Hollande frente a Nicolas Sarkozy

El debate electoral fue áspero, rudo, el más violento quizás de la reciente historia de Francia


JUAN PEDRO QUIÑONERO @JPQUINONERO / CORRESPONSAL EN PARÍS
Día 03/05/2012 - 10.36h

Nicolas Sarkozy no pudo aplastar a su rival. El socialista François Hollande ha escapado vivo de un debate áspero, rudo, el más violento quizás de la reciente historia de Francia. Con el que el presidente candidato había centrado sus esperanzas de remontar frente al desfavorable diagnóstico de los sondeos, pero que, según señalan diversos analistas, no va a modificar sustancialmente la campaña.

Cuando se trató de defenderse, Hollande apareció mucho menos «blando» de lo que se esperaba. Cuando pasó al ataque, fue insidioso y agresivo (algo casi inédito en él). Y en los momentos más delicados, se escurrió, según su especialidad.

Sarkozy fue incisivo, e intentó dar estocadas de muerte en el terreno de la inmigración, la energía nuclear, la contradicción en las cálculos presentados por Hollande (gastar más sin dejar de ahorrar), la personalidad descafeinada del candidato socialista o la vacuidad de sus proyectos para el crecimiento en Europa. Pero inevitablemente debió defender su ejecutoria en la presidencia. Y visto desde fuera, parece fundada su insistencia en que Francia está capeando la crisis sin sacrificios mayores y sin renunciar a su modelo. Pero es más difícil aceptarlo desde dentro, cuando ya hace once meses que no deja de crecer el paro, la deuda y el pavor a verse arrastrados a la crisis de los países del sur.

La España de Zapatero fue una vez más uno de los principales escenarios de combate de la contienda. «Zapatero fue el único líder socialista que le recibió, él fue un ejemplo para usted», le reprochó a Hollande. «En ningún momento», se indignó Hollande, que se escurrió intentando convencer a la audiencia de que Sarkozy y Berlusconi son buenos amigos (aunque todo el mundo sabe que estos no pueden ni verse. Finalmente, el candidato socialista se escapó haciendo un encendido elogio de los logros de la economía alemana, que «presenta mucho mejores resultados que los suyos».

En su afán por presentarse como inmediato presidente de Francia, Hollande presumió de conciliador, de jefe de Estado para todos los franceses. Y dejó deslizar la leyenda negra de arrogante y sectario que extienden sus enemigos. «Es usted un pequeño calumniador», se rebeló Sarkozy. El presidente candidato sabía que este es uno de sus principales retos: el presidente de la república debe ser el padre de todos los franceses. Sus argumentos fueron contundentes. Tal vez demasiado. Fue tan intenso en su deseo de convencer, que terminó pareciendo crispado. Sus argumentos fueron muy convincentes. Su estilo es eficaz. Sólido. Pero quizás demasiado agresivo para el gusto francés. Como su personalidad.

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