La cita pretende acercar posturas entre los críticos y tratar de unir voces
ÓSCAR GUTIÉRREZ GARRIDO Madrid 20 MAY 2013 - 10:44 CET
Cerrados desde hoy a cal y canto en un hotel de la periferia de Madrid, los principales grupos de la oposición siria tratan de unir fuerzas para presentar una propuesta creíble y aceptable de solución a la guerra civil siria, que cuente también con el plácet de la comunidad internacional. Un tarea sin duda difícil que pasa por unir —si ese empeño es posible— a los que solo ven un camino, el militar, con los que propugnan la caída al completo del régimen o los se muestran conformes con la marcha de la familia que encabeza el presidente Bachar el Asad. Hasta 86 miembros de diferentes agrupaciones críticas con el Gobierno de Damasco participarán con este fin en el Encuentro de Consulta Nacional Siria que mañana sellará uno de los líderes opositores más destacados, Moaz al Jatib.
Pero incluso el liderazgo de Al Jatib en el exilio es una prueba de lo difícil que ha sido y es el camino de la oposición al régimen de El Asad. Presionado por la influencia de terceros países, Al Jatib presentó su dimisión en abril como presidente de la Coalición Nacional Siria (CNS), principal entramado de grupos antigubernamentales, con el reconocimiento de más de un centenar de países, entre ellos los 27 de la UE y EE UU. El cristiano George Sabra, profesor de Geografía huido de Siria a finales de 2011, ha tomado en funciones los mandos de la CNS hasta la renovación en las urnas de la presidencia, prevista precisamente para esta semana. Sabra ya presidió el Consejo Nacional Sirio, primer órgano con gran representación del exilio político, hoy incluido en la CNS, y que en el pasado tampoco logró el espaldarazo de Occidente.
Al encuentro en Madrid, promovido por el Ministerio de Asuntos Exteriores español, a través del programa Masar —dedicado a facilitar las transiciones en el mundo árabe— acudirán miembros de la CNS, también del Ejército Libre de Siria, al mando de las operaciones rebeldes en el interior del país, pero atomizado por un sinfín de brigadas de diferente índole, y representantes de la mayor parte de agrupaciones críticas a la dictadura de El Asad, entre ellos, suníes —mayoritarios en Siria—, pero también kurdos y cristianos. El departamento dirigido por el ministro José Manuel García-Margallo ha asegurado que los que hoy se encierran en un hotel de Madrid forman parte del sector más moderado de la oposición y en modo alguno hay presencia de miembros de las milicias radicales islamistas, con gran peso en primera línea del frente, y con Jabat al Nusra, vinculada a la rama iraquí de Al Qaeda, a la cabeza.
Precisamente el destacado papel de Al Nusra en el terreno, donde incluso controla campos petrolíferos del noreste, y los desmanes de algunos de sus miembros contra fuerzas del régimen —aunque también de otras brigadas como la Omar Faruk Independiente— han levantado las suspicacias de Washington y Bruselas, que desconfían de ir algo más lejos en su apoyo a la resistencia siria. El envío de armamento letal, principal reclamo de la oposición en el exilio, está bloqueado por el momento, y la intervención militar exterior cuenta con el rechazo tajante de Rusia y China.
La reunión que celebra la oposición siria en Madrid coincide con las conversaciones mantenidas recientemente entre las cancillerías estadounidense y rusa en torno a una suerte de cumbre de paz en Ginebra, aún sin fecha y que podría celebrarse a lo largo de junio —el presidente El Asad dio por fracasada la cumbre en una reciente entrevista con Clarín—. El exilio político deberá también durante estas jornadas dar nuevas garantías a Bruselas, que debatirá de nuevo el 31 de mayo sobre el posible levantamiento del embargo de venta de armas hacia Siria, que París y Londres han defendido con especial vehemencia.
El Gobierno español, que auspicia el Encuentro de Consulta Nacional Siria, ha contribuido con 4,7 millones de euros en ayuda humanitaria desde el estallido de la revuelta, en marzo de 2011, y posterior guerra civil siria. Exteriores ha mantenido contactos con diferentes grupos de la oposición, tanto con los que solo creen en la caída del régimen, como los que aún sobreviven en el interior del país y defienden una transición política sin El Asad pero con miembros del actual aparato, opción hacia la que Moncloa ha mantenido sus simpatías.
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