Maduro en San Cristóbal, Venezuela, este viernes. / MIRAFLORES / HANDOUT (EFE)
EL NUEVO GOBIERNO DE VENEZUELA
Las declaraciones del presidente de Venezuela alientan la sospecha sobre la fragilidad del sufragio
ALFREDO MEZA Caracas 18 MAY 2013 - 05:16 CET
Fue una declaración que pasó por debajo de la mesa, sepultada quizá por anuncios más gruesos como el de cobrarle a los beneficiarios de la Gran Misión Vivienda Venezuela -un programa masivo de construcción de edificaciones lanzado por el fallecido Hugo Chávez a finales de 2010- los pisos asignados, o los esfuerzos hechos por el gobierno para paliar la crítica situación de desabastecimiento. El presidente Nicolás Maduro afirmó que conoce la identidad de los chavistas que no le apoyaron en los comicios celebrados para elegir al sucesor del caudillo bolivariano.
La declaración se produjo en una de las jornadas del llamado Gobierno de calle, que el jefe de Estado venezolano intenta imponer como marca de fábrica de su gestión, pero que en realidad son una fotocopia del modo de gestión de Hugo Chávez. Varias veces al día, mientras ocurren estos eventos, que se han celebrado tanto en Caracas como en la provincia, el mandatario anuncia por la televisión estatal decisiones de su gobierno o escucha propuestas de los asistentes a sus asambleas. En ocasiones ha aventurado hipótesis acerca de las razones por las cuales hubo una estrecha diferencia con la oposición en las elecciones del pasado 14 de abril. Maduro está convencido de que la tristeza ocasionada entre sus filas por la muerte del comandante presidente pudo confundir a sus votantes.
Justo Maduro volvía sobre esa teoría cuando fue más allá de lo que había dicho hasta entonces: “Cuando hay un hombre caído en combate como nuestro comandante, la fuerza debe crecer. En vez de ser abatidos por la tristeza, nosotros debemos abatir nosotros esa tristeza y el desgano que nos pega. Tenemos identificados a los novecientos mil compatriotas, con cédula de identidad y todo”. Al finalizar la frase esbozó una sonrisa muy queda e hizo silencio durante varios segundos. Después de esa inusual pausa, agregó: “Y eso significó que la brecha fue más corta. La brecha pudo haber sido buena”.
Las declaraciones de Maduro alientan la sospecha sobre la fragilidad del sufragio en Venezuela. Desde 2004, cuando el Consejo Nacional Electoral (CNE) decidió automatizar el proceso de votación y agregó sistemas de identificación biométrica para entrar a los colegios electorales, la oposición y otros expertos han dicho que no hay garantías para mantener el secreto del voto. La oposición se retiró en 2005 de las elecciones parlamentarias cuestionando el sistema, pero desde 2006, por conveniencia política, han aceptado competir, aunque son conscientes de todos los problemas generados alrededor de unas elecciones automatizadas controladas por el Gobierno.
Si bien el CNE ha dicho que es imposible reconstruir la secuencia de los votos emitidos por las máquinas, que se activan mediante la huella dactilar del elector, para identificar por quién votó cada venezolano, nunca ha sido lo suficientemente contundente en sus campañas institucionales para aclarar que el sufragio es secreto. En vísperas de cualquier proceso electoral el chavismo, que tiene mayoría en ese organismo, ha aprovechado esa duda para presionar a los beneficiarios de los programas sociales del Estado o a los empleados públicos que pudieran apoyar a la oposición. En la psique nacional está muy presente la famosa Lista Tascón, elaborada por el oficialismo en 2003 con la base de datos de las personas que solicitaron un referéndum revocatorio contra Chávez en 2004, y que se convirtió en un mecanismo de exclusión para contratar con el Estado y obtener empleo.
La condena de la oposición no se hizo esperar. El primero en responder fue el rector del CNE Vicente Díaz, la cuota del antichavismo en el organismo. “La afirmación de Maduro es falsa y criminal, es coacción pública”, escribió en su cuenta de Twitter, y agregó que solicitaría a sus colegas directivas, que obedecen al chavismo, un pronunciamiento que desmienta “esa provocadora afirmación”.
Más tarde se pronunciaron la diputada independiente María Corina Machado y el líder opositor Henrique Capriles Radonski. “Es una confesión de su derrota”, afirmó la parlamentaria. El ex candidato presidencial prefirió resaltar el secreto del acto. “Quieren hacerle creer a los seguidores del presidente Chávez, que me dieron la oportunidad, que saben por quién votaron. Hasta ahora, así ha sido y así va a ser, el voto es secreto. Nuestro pueblo puede estar tranquilo”.
Las alusiones de Maduro se producen mientras el CNE efectúa una auditoría a las mesas no revisadas, que ha arrojado, de acuerdo a los primeros resultados, un 99,98% de coincidencia con el resultado anunciado el 14 de abril pasado. Maduro se impuso entonces con 1,5 por ciento de ventaja. El equipo de Capriles no participó en ese proceso por considerarlo “chucuto” (incompleto). La oposición exigía comparar los votos contra los cuadernos electorales, petición que negó el CNE.
Por otra parte, se espera que en los próximos días la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) responda a dos contenciosos introducidos por la oposición para impugnar la elección. El caso está en manos del magistrado Fernando Vegas, cuñado del viceministro de Política Interior y Seguridad Jurídica, Marcos Rojas Figueroa. El gobernador del estado de Miranda está convencido de que por esa razón el Supremo negará los recursos. “Yo espero que se inhiba, aunque igual lo recusamos”, explicó el ex candidato. Según Capriles, el TSJ ha incumplido los lapsos para dar respuesta a su solicitud.
La primera impugnación presentada por la oposición comprende el 55,4 % de los 15 millones de los votos emitidos en las elecciones de abril. Capriles asegura que obtuvo 400.000 votos de ventaja sobre Maduro, como explicó en una entrevista con este diario. La MUD también introdujo otro contencioso en el que especifican irregularidades que involucran a otros 2,32 millones de votos.
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