Putin saluda a Ban Ki-moon en Sochi este viernes. / MAXIM SHIPENKOV (AFP)
EL CONFLICTO SIRIO
Moscú ha suministrado misiles de crucero antibuque a Siria, desveló una fuente oficial estadounidense al diario 'The New York Times'
PILAR BONET Moscú
Rusia insiste en que las armas que proporciona a Siria son defensivas y están permitidas, pero no niega haber suministrado sofisticado armamento que permite al régimen de Bachar el Asad incrementar su capacidad para rechazar una intervención internacional. Citando una fuente oficial estadounidense, el diario The New York Times afirma que Moscú ha enviado a Damasco una partida de misiles de crucero antibuques de un nuevo modelo. “Rusia no suministra a Siria equipo prohibido y no oculta la información sobre sus suministros de acuerdo con los contratos firmados”, dijo el ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov, al comentar la información. Desde Sochi, en el mar Negro, Lavrov aseguró que Moscú no viola ningún tratado internacional ni su propia legislación.
Las armas suministradas no proporcionan “superioridad” a Damasco en su enfrentamiento con los rebeldes ni “afectan al equilibrio de fuerzas en la región”, según el jefe de la diplomacia del Kremlin. “Rusia no ha firmado nuevos contratos de suministro de armamento con Siria, pero cumple todos los contratos antiguos por los que suministra sobre todo medios de defensa antiaérea”, agregó Lavrov, según el cual su país “no quiere perder su fama de proveedor fiable”.
Los sistemas de defensa antiaérea que Siria está recibiendo en virtud de contratos de 2010 dificultan la posibilidad de establecer —como quieren la oposición, Turquía e Israel-- una zona de exclusión aérea en Siria como la que se declaró en Libia para provocar la caída del régimen de Gadafi. “Los que no planean una acción agresiva contra el Estado soberano no tienen por qué preocuparse”, afirmó Lavrov.
Esta semana, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, trató de convencer al presidente de Rusia, Vladímir Putin, de que no suministre a Siria las baterías de misiles antiaéreos S-300, que, según Israel, pueden cambiar el equilibrio estratégico y caer en manos de organizaciones como la milicia libanesa Hezbolá.
A los deseos del dirigente israelí, Lavrov respondió que las armas suministradas son defensivas y que su fin es permitir que Siria se defienda de ataques aéreos, lo que no es “un escenario de ciencia ficción”. Recientemente, Israel atacó polvorines, una base de defensa antiaérea y un centro militar cercano a Damasco.
Para hablar sobre Siria, y siguiendo los pasos del británico David Cameron y del israelí Netanyahu, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, viajó este viernes a Sochi, ciudad turística que Putin ha convertido en la segunda capital del país, porque pasa largos periodos en ella y convoca allí a sus interlocutores. Ban reconoció que aún no hay fecha para la conferencia internacional sobre Siria —una iniciativa de Rusia y EE UU—, aunque consideró deseable que se celebre lo antes posible. Medios rusos indican, sin embargo, que el evento difícilmente podrá ser en mayo, como deseaban sus patrocinadores. Lavrov insistió en que la conferencia debe convocarse “cuanto antes mejor”, aunque admitió la existencia de muchos problemas de organización. Moscú quiere invitar a todos los Estados vecinos de Siria y también a Irán y Arabia Saudí, que no estuvieron en la conferencia anterior. Las conclusiones de aquel evento, celebrado en Ginebra en junio de 2012, fueron interpretadas de modo distinto por los participantes, que hoy como entonces mantienen sus divergencias sobre un telón de fondo de violencia cada vez más encarnizada.
Mientras los países occidentales insisten en que El Asad debe abandonar el poder, Rusia reitera que las partes deben llegar a un acuerdo por sí mismas, sin injerencia exterior, y que Siria debe mantener su soberanía. El régimen no acepta debatir sobre el destino de El Asad, la forma de poder y la Constitución.
Rusia tiene una base naval en Siria (Tartus) y una de las varias razones por las que contribuye a la supervivencia de El Asad podría ser el intento de ganar tiempo y de posponer otros problemas que podrían afectarla en mayor medida. En febrero, en una reunión con interlocutores franceses, el político populista Vladímir Zhirinovski dijo que Rusia no defiende al régimen pero trata de alejar la “resolución militar” del problema de Irán y la desestabilización que un ataque supondría para una amplia región colindante con Rusia y en la misma Rusia. Zhirinovski citó un previsible flujo de refugiados a Turquía y a los países del Cáucaso y Asia Central. Entre los sectores más radicales de la oposición que lucha contra El Asad hay oriundos del Cáucaso ruso que, concluida la guerra que les ocupa, podrían aplicar la experiencia adquirida en su patria de origen, señalan medios familiarizados con el Cáucaso.
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