El tribunal Internacional de La Haya, cuando interviene en cualquier punto del globo, lo hace en función de generar las condiciones básicas, pero a su vez fundamentales, en orden a establecer las bases para una relación de conciliación y paz futura y sólida entre las partes interesadas. Si bien es cierto lo hace desde el ámbito jurídico, sus efectos tiende a ser eminentemente políticos.
Por Cristial Leyton Salas*
En el marco de las ideas anteriores, la principal barrera a la cual se enfrenta dicha instancia dice relación con la existencia o no de condiciones mínimas de naturaleza conciliatorias entre aquellos actores que solicitan zanjar sus diferendos por dicha vía. En otras palabras, la existencia o no de liderazgos locales capaces y dispuestos a asumir el desafío de no adoptar o seguir adoptando posturas de corte negacionistas, asumiendo conciliatoriamente la nueva realidad.
La pre existencia de lo que ya hemos señalado como “traumas psicopolíticos históricos” es clave en momentos de asumir una nueva realidad jurídica internacional.
Vamik Volkian avanzó en su obra, Blind Trust: Large Groups and Their Leaders in Times of Crisis and Terror, la existencia de dos tipos de liderazgos, uno de ellos “reparativo”, cuyo accionar busca solidificar la identidad del grupo sin que ello implique devaluar o criminalizar al otro grupo considerado como “victimario”. Vamik identifica, así mismo, a otro tipo de liderazgo, el “destructivo”, el cual se da como objetivo solidificar el sentimiento de amenaza de su propio grupo, de animadversión hacia el victimario, incluso de venganza. Un efecto claro de esta inyección de un nacionalismo negativo en un grupo humano no sólo posee la capacidad de generar intencionalidades catalogadas como “revanchistas”, sino que tiende a generar el efecto opuesto en el grupo-objetivo. La Elección del Trauma a instrumentalizar y los mecanismos sociopolíticos y socioculturales a transmitir transgeneracionalmente, serán asumidos por un liderazgo, que éste sea individualizado o en su defecto, asumido por agrupamientos políticos de la elite.
Desde la perspectiva, el Trauma Elegido, tratándose de una lesión en el inconsciente colectivo de toda una sociedad, ésta tiene la característica de haber sido producida como resultado de eventos generados por “otro grupo nacional”. Los efectos de dicho trauma se cristalizaron en el surgimiento de diversos sentimientos, reales o no, de indefensión y de humillación producto de eventos pasados.
Todo trauma se materializará, mentalmente, por medio de una “elección consciente” de un evento traumático específico por un liderazgo particular. En este sentido, será un liderazgo político –cualquiera- el que le aislará y potenciará, esta vez de manera “consciente”. Pensada. Desde este enfoque, dicho evento traumático será “depositado” en la auto-representación individual de las nuevas generaciones, transmitiéndose de manera permanente y sistemática de un grupo humano hacia otro. De una generación a otra. En forma permanente. La relación greco-turca ejemplifica esta relación asumiéndose rivalidades centenarias como fue la Espartano/Ateniense versus la Persa, por ejemplo.
Señalemos que el liderazgo, bajo este enfoque, desempeñará un rol central en la movilización mental del evento traumático y su materialización en acciones concretas, como puede ser el caso de políticas públicas. El liderazgo desempeñará, en el caso anterior, la tarea de “reactivarlo” sobre la base de lo que podríamos calificar como “hitos históricos trasformadores”, en otras palabras, eventos propios a la evolución social de los grupos humanos, organizados en torno a entidades estatales o políticas, los que despertarán sentimientos de revanchismo, de venganza o de revictimización social. El liderazgo asumirá, de manera directa o no, el rol de magnificar y de estructurar los “hitos” en torno a ideas políticas e ideologías que se erigirán en cuerpos de ideas de naturaleza irrendentistas. En este caso, por ejemplo, Grecia asumió, durante todo el siglo XX para sí, una proyección geopolítica en todo el Mar Jónico, asumiendo y absorbiendo la presencia histórica de Atenas en toda la zona. Turquía se opone, hoy, y se ha opuesto históricamente a esta postura.
Raya de la suma: Si el objetivo final de toda resolución de organismo internacional de justicia es sentar las bases jurídicas para una conciliación entre las partes, zanjando jurídicamente el diferendo, serán los actores políticos aquellos que deberán, finalmente, observar y materializar una transformación de las percepciones sociales históricas que determinaron la identificación “del otro” como un adversario permanente. La Haya es solo el primer paso para una conciliación estructural de relaciones futuras entre entidades que han mantenido permanentemente posturas inamistosas.
(*) Académico, analista y escritor en temas de Política Exterior, Defensa y Seguridad mundial. Autor del libro "Chile y Perú: Una Rivalidad Duradera". Miembro del Centro de Estudios Estratégicos de la ANEPE.
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