domingo, 22 de marzo de 2015

Que ninguna tormenta se lleve la infancia

Siete meses solo

Por El País - Foto: Estey (Unicef)

Indonesia. Tsunami de 2004. Siete meses después del tsunami de 2004, este niño y su madre fueron reunidos en una oficina que Unicef había instalado en el lugar del desastre, en la ciudad de Meulaboh. El pequeño estaba de vacaciones con su padre y tres hermanos en Banda Aceh cuando golpeó la gigantesca ola. Se vio separado de su familia y buscó refugio en un asentamiento para personas desplazadas. En abril fue registrado en un centro infantil. Su madre no supo nada de su familia hasta que fue contactada por el personal de la oficina de Unicef.

Sin agua, comida, ni escuela

Foto:Andy Brown (Unicef)

En septiembre de 2011 las inundaciones en Camboya se tragaron la escuela y la casa de Loinh Chantou, de 13 años (arriba a la izquierda). Su familia se enfrentó a cortes de agua y a la falta de comida. "La gente con botes podía pescar, pero nosotros no. El pozo estaba sucio, tenía animales muertos. No teníamos manera de hervir el agua, así que bebimos del río y los niños tuvieron diarrea, fiebre y sarpullidos”. Aunque el colegio estuvo cerrado varios meses, Chantou pudo seguir estudiando en casa de un profesor. "Me puse muy contenta cuando pude volver a la escuela, mi asignatura favorita son las matemáticas”. Además, ahora su centro educativo está mejor preparado para resistir a futuros desastres naturales.

Nada, nada, nada. Y no pares

Foto:A. Tahu (unICEF)

Isiah Andrew, de ocho años, se fue de vacaciones en 2014 con su familia y, nada más regresar, su casa fue arrasada por las riadas de las Islas Salomón. “Me quedé impactada al ver lo rápido que crecía el río. No pude correr porque la casa estaba rodeada de agua. Traté de agarrarme a un cocotero con todas mis fuerzas, pero la corriente era muy fuerte. A mi alrededor había trozos de metal, plantas, barro y plásticos. También vi cómo se derrumbaba la casa. Entonces decidí dejarme llevar porque la construcción podía caer sobre mí. Me repetía: 'nada, nada, nada, y no pares”. Se dejó llevar por la corriente hasta que pudo agarrarse a un tronco y mantenerse flotando hasta que la rescataron. Gracias a su valentía logró sobrevivir.

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