MARC BASSETS Nueva York 29 SEP 2015 - 14:09 CEST
El presidente Barack Obama defendió este lunes ante la Asamblea General de la ONU su doctrina en política internacional, basada en la diplomacia, las instituciones internacionales y el reconocimiento de que el poderío militar de Estados Unidos es insuficiente para afrontar problemas como la amenaza terrorista, las migraciones, el cambio climático o las crisis financiera. Obama avisó a Rusia, China e Irán de los peligros de vulnerar las normas internacionales en Europa, Asia y Oriente Próximo.
"La diplomacia es difícil. Sus resultados a veces no son satisfactorios", dijo. El presidente elogió el sistema instaurado hace 70 años por la ONU, después de la Segunda Guerra Mundial, que ha "garantizado avances sin precedentes en la libertad humana y la prosperidad".
Pero alertó sobre prácticas actuales —citó la injerencia rusa en Ucrania, la China en su área de influencia y la iraní en Oriente Próximo— que cuestionan el orden mundial y alertó de los riesgos de regresar a "un mundo más oscuro, más desordenado".
Obama alerta sobre los riesgos de regresar a "un mundo más oscuro, más desordenado"
En una década, EE UU ha pasado de ser el país que, con el presidente George W. Bush, cuestionaba la utilidad de la ONU y promovía una política exterior unilateral y belicista, a postularse como defensor de la legalidad internacional y el multilateralismo frente a países que siembran la inestabilidad con acciones unilaterales.
Obama presentó a EE UU no como la superpotencia hegemónica que dicta su voluntad, sino como un garante de la legalidad internacional. También formuló una defensa de la vía diplomática en la resolución de los conflictos internacionales, desde el contencioso por el programa nuclear con Irán hasta el fin de la guerra fría que ha separado a EE UU y Cuba durante más de medio siglo.
De Siria a Ucrania, de las tensiones militares en el mar del sur de China a los tratados comerciales en negociación, el presidente de EE UU reclamó el diálogo como la vía para resolver los conflictosmundiales y desautorizar la idea de una ley del más fuerte en las relaciones internacionales. Recogió aplausos al pedir al Congreso de EE UU el levantamiento del embargo comercial a Cuba —uno de los escollos que queda para la plena normalización de las relaciones— y puso a EE UU como ejemplo de que la democracia es el mejor sistema para garantizar la prosperidad y la estabilidad.
El discurso de Obama era el penúltimo que pronunciaba ante la Asamblea General de la ONU antes de abandonar el cargo, la última oportunidad para exponer sus prioridades para los últimos 16 meses de su presidencia.
El discurso de Obama era el penúltimo ante la Asamblea General, la última oportunidad para exponer sus prioridades para los últimos 16 meses de su presidencia
Llega después de dos éxitos diplomáticos este verano: el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Cuba y el acuerdo para impedir el acceso de Irán a la bomba nuclear. Pero también coincide con la crisis de los refugiados en Europa y la constatación del fracaso de la estrategia estadounidense en Siria, donde una guerra civil de más de cuatro años ha dejado más de 200.000 muertos y un amplio territorio en manos de los yihadistas del Estado Islámico.
Obama, criticado en EE UU por apaciguar a Irán y Cuba y acusado de propiciar el declive de la primera potencia, no ahorró la autocrítica. Dijo que en su propio país están presentes las fuerzas de la demagogia, la división, la xenofobia el sectarismo que dificultan la concordia mundial. Denunció la política del "nosotros contra ellos". Quizá pensaba en Donald Trump, el magnate que, con un mensaje hostil a los inmigrantes de origen mexicano, se alzado a lo alto de lo sondeos en la campaña del Partido Republicano a la Casa Blanca. Se escucharon tonos del discurso del Papa Francisco, que el domingo terminó su gira por EE UU, en el mensaje de hermandad universal. Pero también reflejos de la discusión partidista en Washington: muchos de los reproches del demócrata ante la ONU iban dirigidos al Partido Republicano.
El presidente ofreció una descripción del llamado excepcionalismo americano alejada de la superioridad chovinista. Lo que hace EE UU excepcional, la fuente de su potencia, dijo, es la democracia, es el respeto de la diversidad religiosa, la aceptación de los inmigrantes, el control y la limitación del poder de los gobernantes.
"La historia nos demuestra que los regímenes que temen a su propio pueblo acabarán derrumbándose", dijo. "La democracia, la lucha constante por ampliar derechos a más personas, para dar voz a más personas, es lo que nos ha permitido convertirnos en la nación más poderosa del mundo".
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