lunes, 3 de diciembre de 2018

EL FASCISMO MODERNO


Saludos a todos

Por Juan Carlos C. J., editor jefe

Las distintas definiciones del fascismo y de su dinámica constituyen en cada manifestación autoritarista motivos de gran controversia, y fuente de numerosas y acaloradas disputas. Historiadores, politólogos y otros académicos llevan décadas discutiendo la naturaleza exacta del fascismo y sus principios básicos.

La concepción fascista del estado es totalmente incluyente; fuera del mismo no puede existir ningún valor humano o espiritual, mucho menos tener valor. Comprendido esto, el fascismo es totalitario, y el estado fascista - síntesis y unidad que incluyen todos los valores - interpreta, desarrolla y potencia toda la vida de un pueblo. El fascismo es una concepción religiosa en la que un hombre es visto bajo la perspectiva de su relación inmanente con una ley superior y con una voluntad objetiva que trasciende al individuo particular y le eleva a la pertenencia consciente a una sociedad espiritual. Cualquiera que no haya visto en las políticas religiosas del régimen fascista nada más que mero oportunismo, no ha entendido que el fascismo, aparte de ser un sistema de gobierno, es también, y sobre todo, un sistema de pensamiento

Aunque la historia nos ha demostrado que los totalitarios pueden ser tanto de izquierda como de derecha y, que además, el papel de víctima y verdugo pueda ser ejercida de forma simultanea por el mismo ente, individual o colectivo, ella misma nos ha demostrado que hay una muy íntima relación entre el capitalismo y el fascismo.

El fascismo actual que viene, cuenta con la capacidad de destruir la democracia en nombre de la democracia. Como en otras ocasiones, solo puede ser derrotado por una mayoría que defienda los delicados y esquivos principios de la convivencia. En otras ocasiones fue imposible componer esa mayoría. Parece que hoy tampoco.

Quizá la esencia del fascismo consista en algo bastante simple: una reacción agresiva de la mayoría contra las minorías. Las mayorías, por supuesto, son algo contingente. No existen de por sí. Hay que crearlas o al menos conformarlas, y para eso es necesario encontrar sentimientos que muchos puedan compartir (el fascismo no se basa en ideas, sino en sentimientos) y de instigar al máximo. El miedo, la raza, la patria, la bandera, la religión, la frustración, el pasado (en este caso casi como antónimo de la historia), elementos que no resisten un análisis somero y que a la vez pueden suscitar violentas emociones colectivas.

Por eso mismo, su actitud no es tan sorprendente que ahora seamos testigos de este infame renacimiento en las entrañas de la sociedad. En 1936, cuando el mundo se maravillaba del espectacular crecimiento de la Alemania Nazi, varios intelectuales y artistas advertían del peligro que esta estrecha relación de capitalismo y fascismo representaban.

El fascismo puede definirse de muchas maneras, todas ellas fragmentarias. Según la época y el lugar, ha consistido en el secuestro del Estado por parte de intereses privados, o en el encuadramiento de la sociedad dentro de un esquema cuartelario, o en la creación de mecanismos más o menos brutales para eliminar el disenso frente al poder. A veces estas características se combinan. En general, el fascismo requiere de un líder carismático.

“Falta poco para que el mundo sea testigo de un reordenamiento social y lo deseable es que este no sea brutal. También es codiciable que ese reacomodo sea exento de mayores monstruosidades”.

En el final, la proyección de la realidad subjetiva del fascismo, es que toma una postura de su propia existencia, quizás en una búsqueda de los diferentes niveles de sustentabilidad que la conforman.

Gracias, siempre.

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