jueves, 4 de octubre de 2012

El Papa abre el «Año de la Fe» con una peregrinación a Loreto

EFE
El Papa saluda a los feligreses congregados durante su visita pastoral al santuario de Loreto

Rememora el viaje de Juan XXIII días antes de la apertura del Concilio Vaticano II

JUAN VICENTE BOO / CORRESPONSAL EN EL VATICANO
Día 04/10/2012 - 14.32h

Siguiendo las huellas del inolvidable Papa Juan XXIII hace exactamente 50 años, Benedicto XVI viajó el jueves al Santuario de Loreto, donde se custodia la casa de María de Nazaret, «para confiar a la Madre de Dios dos importantes iniciativas eclesiales: el Año de la Fe que comienza el 11 de octubre en el 50 aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II y el Sínodo de Obispos sobre la Nueva Evangelización».

El Papa pronunció su homilía con voz firme en el atrio de la basílica, al lado de la imagen de la Virgen Negra venerada en la casa de piedra traída desde Nazaret de Galilea por el gobernante del Epiro, Nicéforo Angeli, en 1291, cuando los cruzados perdían definitivamente Palestina.

El primer emplazamiento de la casa, visitado por Juan Pablo II en junio del 2003, fue la colina de Trsat, sobre la ciudad hoy croata de Rijeka, en la costa del Adriático. Tres años más tarde, Nicéforo Angeli la entregó como dote de su hija Ithamar en su matrimonio con un hijo del rey de Nápoles, de quienes pasó finalmente al Papa, quien ordenó montar la casa en su emplazamiento actual.

Tras recordar a la familia de Jesús, Benedicto XVI imploró la ayuda de la Virgen para resolver los problemas de «nuestro mundo, en busca de serenidad y paz» y «los problemas de tantas familias que miran al futuro con preocupación» en estos momentos de «una crisis que no es solo económica sino que afecta a varios sectores de la sociedad».

El Papa comentó que esa «humilde casa» de piedra, de tamaño relativamente modesto, «es un testigo concreto y tangible del acontecimiento más grande de nuestra historia: la Encarnación del Hijo de Dios». Sobre su emplazamiento original en Nazaret se alza hoy la moderna basílica de la Anunciación, que deja a la vista la zona arqueológica.

En vísperas de la apertura del Año de la Fe, el Papa afirmó que creer no es una limitación «ya que es precisamente Dios quien libera nuestra libertad. La libera de encerrarse en ella misma, de la sed de poder, de posesión y de dominio, y la hace capaz de abrirse a la dimensión que la realiza de modo pleno: el don de sí mismo, el amor que se hace servicio y solidaridad».

Era un discurso contracultural y también muy espiritual, que servía para dar el tono al Sínodo de Obispos sobre la Nueva Evangelización que el Papa inaugurará el domingo en la plaza de San Pedro. Precisamente en la misa de apertura Benedicto XVI proclamará nuevos doctores de la Iglesia al sacerdote español san Juan de Ávila y a la benedictina alemana Hildegarda de Bingen, una mujer excepcional de comienzos del siglo XII.

El Papa quiere dejar atrás las pesadas distracciones sufridas durante los últimos meses a causa de la filtración de documentos y volver a centrarse en lo fundamental: la fe y la evangelización.

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