Una casa destruida por los combates en Alepo (Siria). / JAVIER MANZANO (AFP)
La Alianza muestra su preocupación por la seguridad del arsenal químico de Bachar el Asad
GUILLERMO ALTARES / ENVIADO ESPECIAL Bruselas
La OTAN prepara el despliegue de varias baterías de misiles antiaéreos Patriot en Turquía, ante el peligro de desbordamiento de la guerra en Siria. La decisión será anunciada mañana, durante el consejo de Ministros de Exteriores de los 28 socios de la organización atlántica que se celebra el martes y el miércoles en Bruselas. Sin embargo, fuentes diplomáticas indicaron este lunes que esto no significa en absoluto que este movimiento anticipe algún tipo de operación ofensiva en Siria. El despliegue del sistema antimisiles, que se hizo famoso durante la primera guerra del Golfo, será meramente defensivo, en caso de que se produzcan amenazas contra el territorio de Turquía, miembro de la Alianza.
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“Será un despliegue solamente defensivo y nunca se utilizará de forma ofensiva o para apoyar el establecimiento de una zona de exclusión aérea”, señaló este lunes el secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, en un encuentro con un grupo de periodistas europeos, invitados a Bruselas por la Alianza. Ankara realizó la petición a mediados de noviembre, esgrimiendo el artículo 4 del tratado fundacional.
Por ahora, todos los movimientos en torno a Siria se hacen con pies de plomo y con una vigilancia estrecha desde Moscú, uno de los pocos aliados que le quedan a Bachar el Asad que, a pesar del derrumbe a cámara lenta de su régimen en medio de un baño de sangre, ha contado con el bloqueo de Rusia a cualquier medida que haya intentado tomar el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. De hecho, el programa de la cumbre de ministros de Exteriores del martes incluye un almuerzo de trabajo del Consejo Rusia-OTAN con Siria como tema estrella.
Sin embargo, los aliados tienen claro que esta guerra es uno de los mayores problemas de seguridad a los que se enfrentan ahora mismo: por la presencia creciente de elementos yihadistas; porque no se aprecia una salida a la vista, según los informes de inteligencia que maneja la Alianza; por la crisis de refugiados que está provocando en los países vecinos; por el carácter cada vez más sectario de la guerra civil que dura ya 20 meses; y a causa de los nutridos almacenes de armas químicas que atesora el régimen. Damasco tiene capacidad para cargarlos en misiles y podría utilizarlos en un movimiento desesperado o, en un escenario tal vez aún peor, podrían quedar a merced de los grupos radicales que campan a sus anchas por este país.
Precisamente este lunes, el diario The New York Times, citando fuentes del espionaje israelí y estadounidense, ha publicado que Damasco ha realizado en los últimos días movimientos extraños y poco tranquilizadores de su arsenal químico, aunque no estaba claro el motivo: si era para esconder las armas, para preparar su uso en caso de que decida dar este paso sin retorno (no hay que olvidar que los combates en la capital se han intensificado) o si se trataba de un peligroso farol.
El presidente Barack Obama ya señaló en agosto que si Bachar el Asad utilizase armas químicas cruzaría una “línea roja”. Aunque no está claro lo que esto significa. Es casi imposible que una intervención terrestre o aérea cuente con el apoyo del Consejo de Seguridad, por el veto de Rusia y China. Incluso la creación de una zona de exclusión aérea se presenta como un movimiento difícil tanto desde el punto de vista militar como diplomático, de nuevo por la firme oposición de Moscú y Pekín.
“No tenemos intención de intervenir militarmente”, insistió Rassmusen. “El despliegue de los Patriot se debe al principio de solidaridad y a la necesidad de tomar medidas para proteger a nuestros aliados”. Preguntado sobre si el uso de armas químicas contra civiles sirios por parte del régimen de Bachar el Asad significaría también cruzar una línea roja para la Alianza, Rassmusen señaló que se trataba de “una cuestión hipotética” y reiteró que no hay ningún plan para intervenir. Sí reconoció, en cambio, que “la existencia de esos arsenales es un asunto de gran preocupación”.
La desconfianza rusa no es el único obstáculo en el camino del despliegue: una vez que los ministros de Exteriores tomen la decisión, dos de los tres países que disponen del sistema antimisiles, Holanda y Alemania, tendrán que consultar el despliegue con sus respectivos parlamentos. El tercer país que tiene Patriots en Europa es Estados Unidos, aunque no parece muy dispuesto a cederlos porque no tiene un número suficiente.
“Es una cuestión de semanas”, indicaron fuentes diplomáticas, “antes de que los Patriots lleguen a Turquía”. Tampoco está claro el número de unidades —Turquía pide 20 baterías— aunque Rassmusen aclaró que solamente estarán preparados para derribar misiles, no actuarán contra aviones. El secretario general indicó que recibirá en breve el informe de la misión militar que exploró el terreno la semana pasada en Turquía, con lo que se cerrarán las cuestiones técnicas.
En octubre, Turquía respondió con bombardeos contra posiciones sirias después de que varios proyectiles disparados por el Ejército de Damasco matasen a cinco civiles en su territorio, muy cerca de la frontera. Este intercambio de fuego no fue a mayores, aunque el Parlamento de Ankara dio permiso al Gobierno de Erdogan para realizar una intervención terrestre en caso de que fuese necesario. Turquía ahora mismo tiene que lidiar con decenas de miles de refugiados en sus fronteras y con el peligro de que la situación en Siria degenere hacia la anarquía, mientras continúan los disparos de artillería esporádicos a través de la frontera.
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