sábado, 16 de marzo de 2013

Confesiones de un «matón» de Assad: «Solo pienso en matar o morir»

M. AYESTARAN
Akram, miembro de las temibles milicias paramilitares de Al Assad, cuenta su historia

Un «shabiha» de Al Assad abandona la lucha armada después de nueve meses como paramilitar a sueldo del régimen en una de las calles más conflictivas de la capital

MIKEL AYESTARAN / ENVIADO ESPECIAL A DAMASCO
Día 16/03/2013 - 14.34h

Los vecinos de Tadamon, barrio anexo al campo de refugiados palestino de Yarmouk, en el sur de Damasco, alertaron a Akram y a los suyos de la presencia de un grupo de hombres armados que no eran de la zona. Cogieron sus armas y se dirigieron al lugar indicado. Sin hacer ruido subieron en silencio hasta el apartamento señalado y encontraron a unos hombres en círculo observando a una pareja desnuda sobre un sofá. Akram, nombre ficticio para guardar el anonimato, les reconoció porque en el barrio todos se conocen. Los armados obligaban a un hermano a violar a su hermana ante sus ojos. Eran miembros de una familia alauita y los hombres armados formaban parte del Frente Al Nusra y estaban liderados por dos libios. Detuvieron a todos y les llevaron a los responsables de la inteligencia. Fue un día cualquiera en los últimos nueve meses de la vida de este joven de 19 años que tras la muerte de su amigo Mansour Al Ali, miembro de los servicios de inteligencia, a manos de los grupos armados de la oposición decidió enrolarse en las filas de los Comités Populares («Leyan Shabija», en árabe), los paramilitares armados por el régimen para defender los barrios donde viven las minorías religiosas. Unos grupos que han vuelto a poner de actualidad los años ochenta en los que se escuchó por primera vez hablar de «shabiha» en Siria para denominar a grupos de contrabandistas con vínculos con la familia Assad en la zona alauita de la costa, y que significa «fantasmas» según su traducción literal, «matones» según medios como Al Arabiya o Al Jazeera.

«Algunos luchan por ideología, por amor a Bashar, otros por dinero y yo por pura venganza, quería vengar la muerte de Mansour», subraya Akram, a quien los opositores del barrio apodaron como «el asesino de Nisreen» (el foco alauita, secta derivada del Islam chií a la que pertenece el presidente, y druso), calle problemática de Tadamon. Este joven delgado y de grandes ojos color almendra habla porque hace tres semanas decidió abandonar la lucha armada gracias a un programa de reintegración puesto en marcha por el Movimiento para la Reconstrucción del Estado Sirio que le ha mostrado que «la victoria militar de cualquiera de las dos partes no será buena para Siria, la única solución es el diálogo». Sus excompañeros no quieren hablar y cuando le ven llegar con un periodista le detienen en el puesto de control principal. Dos jóvenes con ropa deportiva se aproximan y le piden la documentación de su acompañante. Tras pasar por las dependencias de la seguridad deciden no permitir el paso del extranjero «por motivos de seguridad». Las zonas en disputa en Damasco están rodeadas por las fuerzas de seguridad que controlan todos los accesos.

Una pequeña siria en torno a una mesa

Sus padres se opusieron a su rol de «matón» desde el primer día. Su casa es una Siria en miniatura en la que en la mesa a la hora de comer se junta un padre del partido Comunista, una madre de Baaz, un hermano mayor capitán del Ejército, destinado en Homs, otro ferviente opositor a Bashar, un tercero miembro activo del Movimiento para la Reconstrucción del Estado Sirio y Akram, el más joven, hasta hace una semanas «matón» a sueldo del régimen a cambio de 15.000 libras mensuales (unos 120 euros al cambio), el mismo sueldo que recibe un funcionario medio. «Saltan chispas cada vez que nos juntamos porque todos tenemos una visión diferente de lo que pasa», apunta Akram.

Los problemas serios estallaron en Tadamon en septiembre, pero en julio el régimen ya había formado los Comités Populares en previsión de incidentes debido a que se trata de una zona de mayoría suní con un pequeño foco alauita y, como se ha repetido a lo largo del país las zonas mixtas son las más inestables. «Mis primeros trabajos consistieron en sofocar manifestaciones. No actuábamos hasta que los opositores empezaban con gritos sectarios contra drusos, alauitas o cristianos, solo entonces. Al comienzo no iban armados, solo llevaban palos y cuchillos», recuerda. Los Comités Populares actúan en grupos de 20 o 25 milicianos y tienen todo tipo de armamento, desde Ak47 hasta ametralladoras «Dushka», pero la orden del Ejército era «solo tirar a matar a aquellos que van armados». Tras las manifestaciones llegaron los primeros miembros del Ejército Sirio Libre (ESL) y el Frente Al Nusra y entonces la guerra abierta se instaló en el día a día de Tadamon.

Los turnos de seis horas en los puestos de control de coches y documentación se convirtieron en relevos de once horas y Akram tuvo que realizar «muchas noches de guardia a base de whisky y vodka mezclados con bebidas energéticas, pero sin llegar a emborracharnos, solo para estar despiertos». Ha matado a «un número alto» de personas, no sabe cuántas, en un país donde «la vida de una persona no vale ni las 200 libras (1,60 euros al cambio) que cuesta una bala. Acabé cansado de matar». Tras la entrada de Ejército e Inteligencia para limpiar las zonas opositoras se daba la orden de despliegue de los Comités Populares «y entonces algunos de los miembros empezaban el saqueo sistemático de las propiedades de los que habían huido, tengo compañeros que se han hecho millonarios», narra Akram con indiferencia.

Ahora quiere olvidar, borrar de su mente los días en los que en su cabeza el único pensamiento era «matar o morir, o acabábamos con ellos, o nos pasarían a alauitas, drusos y cristianos por cuchillo si lograban hacerse con el control del barrio, algo que ha ocurrido en otras zonas». Ha logrado dar el paso de dejar las armas, pero «queda gente muy radical, fieles a muerte a Bashar que van a pelear hasta el final», lo mismo que en el otro lado donde el papel del Frente Al Nusra es cada vez más importante.

No hay comentarios.: