La izquierda exguerrillera logra un 49% de los votos. El derechista Arena, un 38.8.
Ambos partidos volverán a competir por la presidencia en marzo en una segunda vuelta electoral
PABLO DE LLANO / JUAN JOSÉ DALTON San Salvador 3 FEB 2014 - 05:51 CET
El Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, la exguerrilla izquierdista convertida en partido político, que actualmente gobierna en El Salvador, se ha quedado este domingo al borde de la victoria en las nuevas elecciones presidenciales.
Según los datos que ofrecía sobre las once de la noche (hora local) el Tribunal Supremo Electoral, con cerca del 80% del voto escrutado el FMLN ha conseguido el apoyo del 49% de los electores. Esta cifra no es mayoría suficiente y por lo tanto, a falta de que el escrutinio total confirme la tendencia anunciada por el tribunal, habrá una segunda vuelta el 9 de marzo.
El derechista Arena ha logrado un 39% del voto. Ha sido la segunda fuerza más votada, por lo que irá con el FMLN a la segunda vuelta. El tercero ha sido Unidad (11,4%), un nuevo partido de centroderecha fundado por Elías Antonio Saca, que fue presidente con Arena entre 2004 y 2009 y luego se salió del partido para hacer política por su cuenta.
La participación ha estado en torno al 52% del censo electoral. Esto supone un bajón con respecto a las presidenciales de hace cinco años, en las que participó el 60%.
El FMLN, que ganó las presidenciales por primera vez en su historia en 2009 después de tres comicios consecutivos con victoria de Arena tras los Acuerdos de Paz que cerraron en 1992 la guerra civil, aspira en este proceso electoral a renovar su mandato.
Esta noche sus simpatizantes y militantes se reunieron en el Redondel Masferrer, una glorieta de tráfico de San Salvador, la capital, para festejar que su partido ha sido el más votado, aunque se haya quedado corto para vencer.
Carlos Peraza, un simpatizante de 44 años, vestido con una playera roja, el color del FMLN, decía que pese a no haber ganado en primera vuelta su convicción era que la segunda solo será un paso más hacia lo inevitable: “Victoria, victoria siempre, victoria rotunda”.
Por uno de sus costados, al Redondel Masferrer se llega subiendo una cuesta larga y empinada. Por allí aparecieron a paso ligero y ajetreado media docena de muchachos portando un ataúd de cartón con una foto de Norman Quijano, el candidato de Arena, pegada a la tapa.
Sonaban muchas vuvuzelas, aquellas cornetas de ruido loco que se hicieron tan famosas en el mundial de fútbol de Sudáfrica en 2010. Las vuvuzelas, en el Redondel Masferrer, eran del color rojo. Eran rojas también casi todas las camisetas de los cientos de personas que estaban allí, la mayoría jóvenes.
Esta ha sido la quinta vez que El Salvador ha votado para elegir presidente desde que terminó la guerra entre la guerrilla del FMLN y la dupla formada por el Ejército y el poder político-empresarial derechista tradicional.
Actualmente, las principales preocupaciones en este pequeño país centroamericano son la epidemia de asesinatos ligada a la guerra entre pandillas y el tormento que sufren muchos por las extorsiones de las bandas. El otro reto es la pobreza, la inequidad social. En El Salvador un 34,5% de sus seis millones de habitantes vive por debajo del umbral de la pobreza, y según Naciones Unidas un 60% de las viviendas tienen carencias básicas.
Durante esta jornada electoral no se han registrado sobresaltos en los centros de votación, pese a que en los últimos días había circulado el rumor de que las pandillas podrían ejercer la violencia en algunos lugares para favorecer al Frente.
Este sábado, el candidato de Arena, el odontólogo Norman Quijano, de 67 años, decía en un acto que las bandas “están del lado” del partido gobernante y hacía ver que la seguridad no estaba garantizada: “Tenemos que confiar en Dios y en nuestra autoridad policial”.
Diversos observadores internacionales, entre ellos miembros de la Organización de Estados Americanos, han supervisado el funcionamiento de las elecciones. Durante el día han informado de que los comicios han sido “tranquilos y seguros”.
La gran baza electoral del Frente para intentar renovar su mandato son las políticas sociales que ha puesto en marcha durante los últimos cinco años, sobre todo una: darle útiles escolares y uniformes a los niños para alentar a las familias pobres a que no los saquen de la escuela. El encargado de impulsar este programa ha sido el candidato del FMLN en estas elecciones, Salvador Sánchez Cerén, de 69 años, excomandante guerrillero y vicepresidente en el gobierno actual.
Arena ha centrado su campaña en proponer una lucha severa contra las pandillas. Su candidato, Norman Quijano, ha dicho que si gana él podría decretar el estado de excepción para “militarizar” la seguridad pública, lo que según sus explicaciones se traduciría en potenciar el papel del Ejército en el combate contra las bandas y en usar instalaciones militares para trasladar ahí a reos “poco peligrosos” con el objetivo de desahogar las saturadas cárceles del país.
Además, Quijano ha dicho que esas eventuales instalaciones, a las que llama “granjas militares”, valdrían también para internar y disciplinar a aquellos jóvenes entre 18 y 30 años que no estudian ni trabajan y que son susceptibles de entrar en pandillas.
La violencia de las bandas ha marcado el mandato del FMLN. En los primeros tres años (2009-2011) los índices de homicidios fueron de los más altos del mundo: en torno a 70 asesinatos por cada 100.000 habitantes. Pero en marzo de 2012 los líderes de las pandillas pactaron desde la cárcel una tregua a cambio de beneficios penitenciarios, petición que el gobierno facilitó con la intención de que bajasen los homicidios. Desde entonces los índices de asesinatos han descendido notablemente, hasta los 39 por 100.000 de media en 2013.
Arena ha afirmado que si llega al Gobierno no apoyaría la tregua. El FMLN no cambiaría los términos actuales del pacto con las pandillas. En ninguno de los dos casos, si la tregua se corta o si permanece, se sabe a ciencia cierta cómo evolucionará el problema de la violencia, cuyas raíces se hunden en problemas de marginación socioeconómica que El Salvador no está cerca de solucionar.
PABLO DE LLANO / JUAN JOSÉ DALTON San Salvador 3 FEB 2014 - 05:51 CET
El Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, la exguerrilla izquierdista convertida en partido político, que actualmente gobierna en El Salvador, se ha quedado este domingo al borde de la victoria en las nuevas elecciones presidenciales.
Según los datos que ofrecía sobre las once de la noche (hora local) el Tribunal Supremo Electoral, con cerca del 80% del voto escrutado el FMLN ha conseguido el apoyo del 49% de los electores. Esta cifra no es mayoría suficiente y por lo tanto, a falta de que el escrutinio total confirme la tendencia anunciada por el tribunal, habrá una segunda vuelta el 9 de marzo.
El derechista Arena ha logrado un 39% del voto. Ha sido la segunda fuerza más votada, por lo que irá con el FMLN a la segunda vuelta. El tercero ha sido Unidad (11,4%), un nuevo partido de centroderecha fundado por Elías Antonio Saca, que fue presidente con Arena entre 2004 y 2009 y luego se salió del partido para hacer política por su cuenta.
La participación ha estado en torno al 52% del censo electoral. Esto supone un bajón con respecto a las presidenciales de hace cinco años, en las que participó el 60%.
El FMLN, que ganó las presidenciales por primera vez en su historia en 2009 después de tres comicios consecutivos con victoria de Arena tras los Acuerdos de Paz que cerraron en 1992 la guerra civil, aspira en este proceso electoral a renovar su mandato.
Esta noche sus simpatizantes y militantes se reunieron en el Redondel Masferrer, una glorieta de tráfico de San Salvador, la capital, para festejar que su partido ha sido el más votado, aunque se haya quedado corto para vencer.
Carlos Peraza, un simpatizante de 44 años, vestido con una playera roja, el color del FMLN, decía que pese a no haber ganado en primera vuelta su convicción era que la segunda solo será un paso más hacia lo inevitable: “Victoria, victoria siempre, victoria rotunda”.
Por uno de sus costados, al Redondel Masferrer se llega subiendo una cuesta larga y empinada. Por allí aparecieron a paso ligero y ajetreado media docena de muchachos portando un ataúd de cartón con una foto de Norman Quijano, el candidato de Arena, pegada a la tapa.
Sonaban muchas vuvuzelas, aquellas cornetas de ruido loco que se hicieron tan famosas en el mundial de fútbol de Sudáfrica en 2010. Las vuvuzelas, en el Redondel Masferrer, eran del color rojo. Eran rojas también casi todas las camisetas de los cientos de personas que estaban allí, la mayoría jóvenes.
Esta ha sido la quinta vez que El Salvador ha votado para elegir presidente desde que terminó la guerra entre la guerrilla del FMLN y la dupla formada por el Ejército y el poder político-empresarial derechista tradicional.
Actualmente, las principales preocupaciones en este pequeño país centroamericano son la epidemia de asesinatos ligada a la guerra entre pandillas y el tormento que sufren muchos por las extorsiones de las bandas. El otro reto es la pobreza, la inequidad social. En El Salvador un 34,5% de sus seis millones de habitantes vive por debajo del umbral de la pobreza, y según Naciones Unidas un 60% de las viviendas tienen carencias básicas.
Durante esta jornada electoral no se han registrado sobresaltos en los centros de votación, pese a que en los últimos días había circulado el rumor de que las pandillas podrían ejercer la violencia en algunos lugares para favorecer al Frente.
Este sábado, el candidato de Arena, el odontólogo Norman Quijano, de 67 años, decía en un acto que las bandas “están del lado” del partido gobernante y hacía ver que la seguridad no estaba garantizada: “Tenemos que confiar en Dios y en nuestra autoridad policial”.
Diversos observadores internacionales, entre ellos miembros de la Organización de Estados Americanos, han supervisado el funcionamiento de las elecciones. Durante el día han informado de que los comicios han sido “tranquilos y seguros”.
La gran baza electoral del Frente para intentar renovar su mandato son las políticas sociales que ha puesto en marcha durante los últimos cinco años, sobre todo una: darle útiles escolares y uniformes a los niños para alentar a las familias pobres a que no los saquen de la escuela. El encargado de impulsar este programa ha sido el candidato del FMLN en estas elecciones, Salvador Sánchez Cerén, de 69 años, excomandante guerrillero y vicepresidente en el gobierno actual.
Arena ha centrado su campaña en proponer una lucha severa contra las pandillas. Su candidato, Norman Quijano, ha dicho que si gana él podría decretar el estado de excepción para “militarizar” la seguridad pública, lo que según sus explicaciones se traduciría en potenciar el papel del Ejército en el combate contra las bandas y en usar instalaciones militares para trasladar ahí a reos “poco peligrosos” con el objetivo de desahogar las saturadas cárceles del país.
Además, Quijano ha dicho que esas eventuales instalaciones, a las que llama “granjas militares”, valdrían también para internar y disciplinar a aquellos jóvenes entre 18 y 30 años que no estudian ni trabajan y que son susceptibles de entrar en pandillas.
La violencia de las bandas ha marcado el mandato del FMLN. En los primeros tres años (2009-2011) los índices de homicidios fueron de los más altos del mundo: en torno a 70 asesinatos por cada 100.000 habitantes. Pero en marzo de 2012 los líderes de las pandillas pactaron desde la cárcel una tregua a cambio de beneficios penitenciarios, petición que el gobierno facilitó con la intención de que bajasen los homicidios. Desde entonces los índices de asesinatos han descendido notablemente, hasta los 39 por 100.000 de media en 2013.
Arena ha afirmado que si llega al Gobierno no apoyaría la tregua. El FMLN no cambiaría los términos actuales del pacto con las pandillas. En ninguno de los dos casos, si la tregua se corta o si permanece, se sabe a ciencia cierta cómo evolucionará el problema de la violencia, cuyas raíces se hunden en problemas de marginación socioeconómica que El Salvador no está cerca de solucionar.
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