martes, 9 de junio de 2015

FELIPE GONZÁLEZ VISITA CARACAS

González le entrega el Ortega y Gasset a Petkoff. / S. UZCÁTEGUI (EFE)

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El periodista venezolano recibe en su casa de Caracas, de manos de Felipe González, el Ortega y Gasset a su trayectoria profesional

La visita de Felipe González reúne a la oposición venezolana


JAVIER LAFUENTE Caracas 9 JUN 2015 - 11:51 CEST


Teodoro Petkoff no acudía a la redacción del diario Tal Cual desde noviembre, cuando el pasado 16 de abril se le comunicó que había sido premiado con el Ortega y Gasset, que entrega EL PAÍS, por su trayectoria profesional. Ese día, la garra curtida durante 83 años llevó a Teodoro, como le conocen los venezolanos, a las oficinas del periódico que fundó hace 15 años. Privado de salir de Venezuela por el número dos del chavismo, Diosdado Cabello, que le acusó de difamación, ni la injusticia ni los achaques de la edad le iban a robar la posibilidad de compartir con sus muchachos el premio. Lo consideraba tan suyo como propio. Un reconocimiento a Tal Cual. Al periodismo libre que se ahoga en Venezuela.

“Llegó y lo primero que dijo fue: ‘Vamos a intentar volver a sacar el periódico a diario”, recuerda Xabier Coscojuela, jefe de redacción deTal Cual, en el domicilio de Petkoff, un acogedor piso de unos 70 metros donde las orquídeas batallan el espacio a los libros. Desde marzo, la publicación ha pasado a ser semanal. “Le dije que el problema no era solo el dinero, sino también la falta de papel. ‘Bueno, ya lo pensaremos’, decía. Siguió yendo varios días, paseaba por la oficina, conversaba con la gente. El día del premio, fue a seguir la ceremonia a la redacción”, sigue Coscojuela. Teodoro no está en la sala, acaba de retirarse a descansar “cinco minutos, no más” mientras espera al expresidente español Felipe González. Le han dicho que le iba a visitar a entregar el premio que recibió al no poder viajar a Madrid. Pero también le dijeron lo mismo el día antes y no pudo acudir. “Está muy ocupado”, suelta cuando alguien se pregunta cuánto tardará. Y aunque no niega que si se hace tarde “mejor le decimos que venga mañana”, aguarda ansioso a su viejo amigo.

La ausencia en la sala de Teodoro da pie a que su gente más cercana, Coscojuela, su abogado, Humberto Mendoza o el fotógrafo de Tal Cual Saúl Uzcátegui empiecen a rememorar anécdotas. Desde cuando se fugó de la cárcel, hasta el compromiso con sus trabajadores. Para demostrar el talante de Petkoff, Uzcátegui cuenta cómo a los pocos meses de fundar Tal Cual, el director llegó a la redacción y preguntó. “Muchachos, ¿ustedes cuándo piensan hacer el sindicato? Ese es Teodoro”, dice emocionado.

Petkoff y el expresidente español guardan una buena relación desde los años ochenta

A Petkoff se le nota cansado. Apenas habla, aunque sí regala a menudo una mueca que resulta una sonrisa cuando se le recuerda alguna anécdota, jóvenes periodistas que le acompañaron en el lanzamiento deTal Cual o aquellos que se acuerdan de él en Madrid. Parece ausente, pero sigue las conversaciones con mucho tino. Su presencia impone. De vez en cuando duda sobre si la presencia de periodistas en la casa incomodara a González. “Me dijo que quería un encuentro privado, cuando llegue, se van a tener que ir”. No quiere, en el fondo, que nadie le robe ese momento. El resto de veces que habla, pocas, como buen periodista, es para preguntar. Y generalmente deja siempre sin respuesta a los presentes. “¿Cuántos años tiene Felipe?”, suelta, ante el silencio generalizado. Petkoff y el expresidente español guardan una buena relación desde los años ochenta. El par de González entonces era Carlos Andrés Pérez, de Acción Democrática, pero Petkoff lideraba el Movimiento al Socialismo (MAS), “la niña bonita de la izquierda”.

Después llegaría su época como ministro, al frente de la Oficina Central de Coordinación y Planificación entre 1996 y 1999. Un día, acorralado por periodistas sobre la situación que vivía el país, Petkoff soltó: “Estamos mal, pero vamos bien”. “Ahora, Teo, estamos mal, pero vamos peor”, se lamentan en la sala. La situación de Venezuela hiere y deteriora más a Petkoff que los problemas propios de la edad.

Han pasado casi cuatro horas de charla, cuando a Mendoza le avisan de que González está a punto de llegar. Petkoff se revuelve, se levanta y se empieza a mover intranquilo por la casa. Sale a la entrada del domicilio, donde unos obreros terminan de colocar unas bombillas. “Venga, dense prisa”, les espeta, mientras regresa al interior del domicilio. Cuando González entra, se cuadra y con un saludo militar le dice bromeando: “¡A sus órdenes!” Petkoff se abraza emocionado. No dice nada. Cuando el expresidente le da el premio Ortega y Gassett, Teodoro no le quita ojo. “¿Chillida, no?”, pregunta sobre el autor del cuadro que le entrega. “¡Bueno, aflójalo!”, le suelta a González para ir después a colgarlo en un hueco que tenía previsto. Después, González se gira, y anticipando la marcha de todos, el inicio de su charla con Teodoro, lo mira y comenta en alto: “Esto sí es una buena noticia”.

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