domingo, 28 de junio de 2015

Rajoy improvisó los cambios en el PP al negarse Cospedal a ceder más poder

Un ciudadano pide a Jorge Moragas que le haga una fotografía junto a Mariano Rajoy, ayer, tras el acto de toma de posesión de Cristina Cifuentes. ALBERTO DI LOLLI

El lado oculto de los cambios

Rajoy improvisó un 'plan B' por la negativa de Cospedal a dejar la Secretaría General


El presidente recriminó a sus colaboradores que no le informaran del 'caso Maíllo'

LUCÍA MÉNDEZMadridActualizado:28/06/2015 02:27 horas


El único de los cinco presidentes de la democracia que ha dejado memoria escrita del síndrome de La Moncloa fue Calvo Sotelo. En su libro Memoria viva de la Transición, define el síndrome como un complejo físico, psíquico y espiritual que aqueja a los presidentes aunque tengan mayoría absoluta. Hombre culto, rescata la definición de Papa, acuñada por un poeta de principios del siglo XX, para entender a los presidentes: «Aquel preclaro sucesor de Pedro/ que en la metrópoli romana vive/ de su propia grandeza prisionero».

Mariano Rajoy ha experimentado en este mes lo que es vivir «de su propia grandeza prisionero». Pese a su mayoría absolutísima, se ve preso de las pasiones, intrigas y resistencias de quienes ocupan lanomenklatura en el Gobierno y en el PP.

De acuerdo con los testimonios recabados por este diario, el plan de cambios del presidente tras la rebelión de los barones después del 24-M era distinto al que finalmente ha ejecutado, y la negativa de algunos dirigentes a desalojar sus puestos le obligó a activar una solución que algunos califican como «improvisada».

El nudo gordiano de esta crisis era la Secretaría General, ocupada porMaría Dolores de Cospedal. Dirigentes del PP y colaboradores de Rajoy afirman que su relevo estuvo sobre la mesa y que ella le dijo no. Según publicó La Razón, el presidente le ofreció el Ministerio de Educación y así tener las manos libres para proceder a una renovación profunda del PP. Personas que la conocen bien aseguran que ella nunca habría aceptado un Ministerio cualquiera.

«O vicepresidenta o nada. Todo lo demás se lo hubiera tomado como una humillación», señalan. Cospedal ha guardado silencio y ha declinado dar su versión de los hechos. La negativa a echarse a un lado para favorecer el nombramiento de un coordinador general hasta el próximo Congreso, es lo que llevó a Rajoy a situar a su jefe de gabinete como responsable de la campaña electoral.

«Para tomar todo el poder del partido, necesitaba poner a alguien de su confianza para controlar a María Dolores. Ella supo del nombramiento de Jorge Moragas cuando Rajoy lo dijo en el Comité Ejecutivo», asegura un dirigente. «Puede que cinco minutos antes, pero no mucho más», añaden otras fuentes.

Prisioneros de su grandeza, los presidentes suelen tomar mucho apego a las personas con las que conviven en La Moncloa. Moragas es la primera cara que Rajoy ve cuando acude a su despacho. En vísperas del Congreso de 2008, Moragas y un grupo de jóvenes quisieron renovar el PP. Después, se conformaron con situarse al lado de Mariano Rajoy esperando su oportunidad.

El superviviente Moragas


Moragas -que sabe moverse en las alturas- ha sobrevivido indemne a episodios como el de La Camarga. Alicia Sánchez-Camacho dijo en el Parlamento catalán que el jefe de gabinete de Rajoy es quien le presentó a la ex amante de Jordi Pujol, con quien se citó en el restaurante donde le contó los negocios sucios del hijo mayor de la saga. La conversación fue grabada y acabó en escándalo.

El presidente ha situado a su más cercano colaborador en el sanedrín de Génova, como contrapeso a la secretaria general, lo que ha sido visto por los observadores como una respuesta a la negativa de Cospedal a dejar de ser la número dos del PP.

Ha aflorado así el lado oscuro del presidente como líder que ajusta cuentas con quien se enfrenta a él. Los amantes del teatro dirían que Rajoy parece Hamlet, pero algunas veces tiene rasgos de Macbeth. El líder dubitativo se transforma por momentos en vengativo.

En este capítulo de ajuste de cuentas sitúan muchos dirigentes el nombramiento de Fernando Martínez Maíllo como vicesecretario de Organización. El ex presidente de la Diputación de Zamora ha liderado el sector crítico con la gestión de Juan Vicente Herrera. Su ascenso habría sido una respuesta inequívoca de Rajoy al ya célebre «presidente, mírate al espejo» de Herrera en Onda Cero.

A nadie le pasó inadvertida la irónica intervención del castellano-leonés en la Ejecutiva tras escuchar el nombramiento de Maíllo. «Presidente, quiero que todo el mundo sepa que te estaré eternamente agradecido por situar a un paisano en esa alta responsabilidad. Es una grata sorpresa. No lo olvidaré». Los que estaban atentos lo entendieron todo.

Enfado de Rajoy


Fuentes cercanas a Rajoy, sin embargo, niegan que la razón del nombramiento de Maíllo sea la venganza. Lo que sí admiten es que el presidente se enfadó mucho cuando supo de la imputación de su nuevo vicesecretario por el caso Caja España. Pidió a sus colaboradores aclaraciones y les comentó que él no sabía nada de la implicación del zamorano en el escándalo de la caja. Maíllo niega estar imputado, pero el día que el juez le llame a declarar, el PP tendrá que afrontar una situación muy incómoda. Si se confirma la imputación será un duro revés para Rajoy.

El relevo de Wert en la noche del pasado jueves -en circunstancias improvisadas poco compatibles con la seriedad de la que presume Rajoy-, finiquitó los cambios.

Algunos dirigentes del PP hacen un balance no muy positivo y muestran su descontento por el perfil del nuevo ministro: un alto funcionario con experiencia pero con escasa empatía social. El episodio de la paga extra de los funcionarios, con ministros y secretarios de Estado dando versiones distintas sobre la información publicada, muestra -según estas fuentes- que el Gobierno sigue teniendo un grave problema de comunicación. «Ya no está Florianopara echarle la culpa».

Por contra, la versión oficial asegura que los cambios han caído muy bien en el PP, que pedía caras nuevas en las televisiones. «Después de las municipales parecía que nos habíamos caído a un barranco del que no podíamos salir. Esto ahora ha cambiado», señala un dirigente.

Sin paz en las organizaciones regionales


La sensación general es que los cambios no han llevado paz al ánimo de las organizaciones regionales y provinciales, desoladas por la pérdida de poder. «Si yo os preguntara -dijo Rajoy a los suyos en elCongreso de Sevilla de 2012- en cuántos ayuntamientos gobierna el PP, no sabríais responderme. Son miles, la mayoría. ¿Y en cuántas capitales? En casi todas. ¿Y en cuántas comunidades? Nunca habíamos llegado ni tan lejos, ni tan alto, ni tan hondo». Un discurso que ahora no podría repetir.

A pesar del mensaje optimista que transmitió en el primer encuentro del nuevo Comité de Dirección y del «aquí mando yo» que ha impuesto en el PP, algunos aprecian a Rajoy molesto después del trance de este mes.

«Está enfadado, crispado, especialmente con Pedro Sánchez, pero también con el PP y con el Gobierno. Desconfía tanto de todos que por eso ha asumido todos los papeles. Presidente, secretario general y jefe de campaña. A ratos cree que todo el mundo le ha fallado y tiene miedo a perder las elecciones».

Sobre el campo han quedado los restos de la batalla. Cospedal, herida pero en pie. Santamaría, indemne en Moncloa. Alonso, el elegido que no llegó. Wert, el ex ministro enamorado. Feijóo, la incógnita. Floriano, la víctima propiciatoria. Rajoy, el líder hamletianoque reflexiona sobre si adelantar o no las elecciones para pasar a la Historia como el presidente que sacó a España de la crisis o como el único, hasta la fecha, de un solo mandato.

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