viernes, 10 de julio de 2015

El Papa denuncia que las persecuciones por la fe son la Tercera Guerra Mundial

REUTERS
El Papa Francisco saluda a los peregrinos que asistieron a la misa en Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia

El Santo Padre carga contra el «nuevo colonialismo» bajo el aspecto de «tratados de libre comercio» y la imposición de medidas de seguridad


JUAN VICENTE BOO / ENVIADO ESPECIAL A BOLIVIA - Día 10/07/2015 - 10.19h


Después de haber denunciado por la mañana «la injusticia que parece no detenerse» lastrando perpetuamente el progreso de Bolivia, el Papa Francisco reservó para la última hora de la tarde del jueves su mensaje más poderoso, dirigido al mundo entero. Su largo discurso al Encuentro Mundial de Movimientos Populares lo presentaba de modo rotundo: «Queremos un cambio, un cambio real, un cambio de estructuras de un sistema económico global inaguantable».

En el encuentro que se está celebrando en Santa Cruz de la Sierra –la mayor ciudad de Bolivia, con casi dos millones de habitantes de los once que suma el país– no participan movimientos sociales ni políticos, sino «movimientos populares».

Se trata de agrupaciones de personas que se organizan para ganarse la vida en trabajos modestos: recogedores de cartón, distribuidores de periódicos, pequeños transportistas, trabajadores que compran su empresa en bancarrota para mantenerla viva a base de cobrar solo una parte de su salario normal, pequeñas cooperativas, etc.

Aunque entre los organizadores del Encuentro Mundial figura el Pontificio Consejo Justicia y Paz, la cita en Santa Cruz no reúne entidades católicas sino organizaciones de todo tipo. Asisten, en total, 1.400 personas, provenientes de 40 paises.

En varias ocasiones, sobre todo en el primer encuentro, celebrado el año pasado en el Vaticano, el Papa ha aplaudido la iniciativa de estos trabajadores modestos –muchos de ellos excluidos de la seguridad social o cualquier plan de jubilación– pues en lugar de reclamar asistencialismo del Estado se organizan para ganarse la vida, aunque sea en condiciones precarias.

El larguísimo discurso escrito personalmente por el Papa comenzaba con una denuncia: «Cuando el capital se convierte en ídolo y dirige las opciones de los seres humanos, cuando la avidez por el dinero tutela todo el sistema socioeconómico, arruina la sociedad, condena al hombre, lo convierte en esclavo, destruye la fraternidad, enfrenta a los pueblos e incluso pone en riesgo nuestra casa común», la Tierra.

«Un deber moral»

La respuesta a la que pueden contribuir los «movimientos populares» consiste, según Francisco en tres puntos: «poner la economía al servicio de los Pueblos», «unir nuestros Pueblos en el camino de la paz», y «defender a la Madre Tierra».

Recordando enseñanzas repetidas muchas veces por san Juan Pablo II, Francisco insistía en que «el destino universal de los bienes no es un adorno discursivo de la doctrina social de la Iglesia. Es una realidad anterior a la propiedad privada». Por eso, «la distribución justa de los frutos de la tierra y el trabajo humano no es mera filantropía. Es un deber moral».

Respecto a la unión de países, la gran tarea pendiente en el Nuevo Mundo, el Papa reconoció que «los pueblos de Latinoamérica parierondolorosamente su independencia política y, desde entonces, llevan casi dos siglos de una historia dramática y llena de contradicciones intentando conquistar una independencia plena».

Sus ciudadanos sufren ahora «un nuevo colonialismo» que a veces se presenta como «algunos tratados denominados de "libre comercio", y la imposición de medidas de austeridad que siempre ajustan el cinturón de los trabajadores». Otras veces, «bajo el noble ropaje de la lucha contra la corrupción, el narcotráfico o el terrorismo, se impone a los Estados medidas que poco tienen que ver con la resolución de esos problemas».

Refiriéndose a la histórica ceremonia de petición de perdón con motivo del Gran Jubileo del año 2000, Francisco reconocía que a lo largo de la historia «se han cometido muchos y graves pecados contra los pueblos originarios de América. Y quiero decirles, como san Juan Pablo II: «pido humildemente perdón». No solo por las ofensas de la propia Iglesia sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América».

Un genocidio en marcha

Por desgracia, los crímenes e injusticias continúan y «hoy vemos con espanto cómo en Medio Oriente y otros lugares del mundo se persigue, se tortura, se asesina a muchos hermanos nuestros por su fe en Jesús. Eso también debemos denunciarlo. Dentro de esta Tercera Guerra Mundial en cuotas que vivimos, hay una especie de genocidio en marcha que debe cesar».

El último capítulo del larguísimo discurso se refería a la defensa del medio ambiente pues «la casa común de todos nosotros está siendo saqueada, devastada, vejada impunemente». En un nuevo paso respecto a la encíclica ecológica «Laudato si» («Alabado seas»), el Papa afirmó que «La cobardía en su defensa es un grave pecado».

Se refirió también a la «decepción creciente» al ver «cómo se suceden una tras otra cumbres internacionales sin ningún resultado importante», y advirtió que «no se puede permitir que ciertos intereses, que son globales pero no universales, se impongan, sometan a los Estados y organismos internacionales y continúen destruyendo la creación». Era una clara referencia a las industrias petrolera y carbonera, así como a la cumbre sobre cambio climático en Paris el próximo mes de diciembre.

El programa del Santo Padre en Bolivia incluye el viernes una visita al gigantesco penal de Palmasola, símbolo doloroso de la falta de justicia.

No hay comentarios.: