miércoles, 8 de julio de 2015

Merkel se enfrenta al mayor dilema de su mandato

La canciller Angela Merkel, en la cumbre del euro convocada en Bruselas el 7 de julio. /VIRGINIA MAYO (AP)

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La canciller debe elegir si deja caer a Grecia o busca un pacto muy impopular en Alemania

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LUIS DONCEL Berlín


A cada canciller alemán le corresponde un conflicto que marcará su papel en la historia. Helmut Kohl dirigió la reunificación del país; Gerhard Schröder se enfrentó a la reforma del Estado del bienestar. A Angela Merkel le ha llegado su momento. La mujer que gobierna la superpotencia europea desde hace una década tendrá que tomar estos días la que probablemente sea la decisión más difícil de su mandato: o deja caer a Grecia y carga con la responsabilidad de ser la canciller que permitió la ruptura del euro o se compromete en la búsqueda de un acuerdo complicadísimo que será recibido de uñas en su partido y por su opinión pública.

Para Merkel ya habría sido muy difícil hace unas semanas convencer a los alemanes de prestar a Grecia otra vez unos cuantos miles de millones de euros. Pero tras el fracaso político que para la canciller supuso el oxi [no] en el referéndum del domingo, su margen de maniobra es mucho más estrecho. “La consulta ha cambiado las cosas. Ahora solo puede aceptar un acuerdo bajo el principio más a cambio de más. Es decir, [el primer ministro griego] Alexis Tsipras tendrá que hacer una oferta más sustanciosa que la anterior. Y solo en ese caso, Merkel podría ofrecer alguna señal para ir ella también más allá, por ejemplo, reducir la carga de la deuda griega”, señala Josef Janning, analista en Berlín del think-tank ECFR.

Críticas del SPD a Gabriel por su dureza tras el referéndum

¿Qué pasaría en Alemania si se aplicaran las medidas de ahorro que ha tenido que hacer Grecia? “Tendríamos que ahorrar al año 170.000 millones de euros. Sería el infierno”. Esta es la respuesta que daba hace unos días Peer Steinbrück, ministro de Hacienda en el primer Gobierno de Angela Merkel y candidato a canciller de los socialdemócratas en las últimas elecciones. Lejos de este discurso, y del que mantenían hasta que entraron en el Gobierno de gran coalición en 2013, los líderes del Partido Socialdemócrata (SPD) compiten ahora en dureza con los democristianos contra Atenas.

Nada más conocerse la victoria del no, Sigmar Gabriel, vicecanciller y líder del SPD, aseguró que el primer ministro Alexis Tsipras había roto los últimos puentes con Europa y que era “prácticamente inimaginable” mantener las negociaciones con Atenas. El mismo día de la votación, el presidente del Parlamento Europeo y miembro del SPD, Martin Schulz, avisaba a los griegos de que un no supondría la introducción inmediata de una nueva moneda y que peligraría el pago de pensiones y salarios públicos. Este duro discurso —que dos días después ha sido matizado por la realidad— ha despertado las críticas del sector izquierdista de los socialdemócratas.

Hace tiempo que los más díscolos del partido reprochan a Gabriel haber girado demasiado al centro al defender con ahínco el tratado de libre comercio entre EE UU y la UE o el almacenamiento de datos de ciudadanos. Sus pronunciamientos sobre Grecia han despertado ahora la indignación. “Hemos aprendido de 1914, cuando nos dirigimos como sonámbulos a la I Guerra Mundial. Solo superaremos la crisis actual a través del diálogo, no con una escalada verbal”, dijo Axel Schäfer, subjefe del grupo parlamentario socialdemócrata.

Pero incluso si Merkel y los otros europeos llegaran a un acuerdo con Tsipras, la canciller tendría que recurrir a todo su capital político para convencer a sus compatriotas. El problema no sería tanto conseguir una mayoría en el Bundestag, donde la gran coalición de democristianos y socialdemócratas cuenta con 504 de los 631 escaños. Las resistencias vendrían de la opinión pública, de su propio partido e incluso de su Gobierno. “Si hay un acuerdo, Merkel se verá obligada a pedir a los alemanes que confíen en ella, como hizo Kohl con el Tratado de Maastricht. Pero ese no es su estilo. No es una política con una visión de Europa. Ella es una pragmática”, añade Janning.
La estrategia de esperar

Mientras Merkel decide, la causa delGrexit (o salida de Grecia del euro) va ganando cada vez más apoyos en Alemania. Economistas como el influyente Hans-Werner Sinn sienten que los últimos acontecimientos confirman las tesis que lleva años defendiendo, y que la mejor solución tanto para Grecia como para la eurozona sería reinstaurar el dracma y confiar en que la devaluación de la nueva moneda anime la economía.

Pero la dureza alemana no se explica solo por la economía. También pesa el apego a las normas y el convencimiento de que si hoy se transige con Grecia, mañana habrá más países en la misma situación. Y también hay un componente personal. “No más miles de millones para Grecia. Necesitamos a nuestra canciller de hierro”, clamaba este martes la portada del Bild, ilustrada con una foto de Merkel caracterizada como Otto von Bismarck. La animadversión ante las autoridades de Atenas —inflamada con declaraciones como la del recién dimitido ministro Yanis Varoufakis, que llamó “terroristas” a los acreedores— ha contagiado a la prensa seria. “Los chantajistas de izquierdas que han engañado a su pueblo como Tsipras no podrán vencer con sus sucios trucos”, tuiteaba el domingo un dirigente de la CSU.

Merkel tiene ahora que decidir. La estrategia de esperar que tantos éxitos le ha dado en la política interna ha fracasado en Grecia, donde ha cometido errores de bulto, como infravalorar los efectos recesivos de los recortes. O, al inicio de la crisis, posponer la aprobación del primer rescate con la esperanza de ganar unas elecciones regionales, comicios que su partido acabaría perdiendo de todas formas. Wolfgang Schäuble —titular de Finanzas—, probablemente el ministro más influyente de su Gobierno, considera desde hace tiempo que Grecia es un caso perdido para la zona euro. Hasta ahora Merkel le había llevado la contraria por motivos políticos y geoestratégicos. La pregunta que muchos se hacen estos días en Berlín es si la victoria del no en el referéndum ha empujado a la canciller al bando contrario.

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