LA CRISIS GRIEGA »
Tsipras: “La democracia va a ganar al miedo y al chantaje”
El primer ministro ha votado en Atenas rodeado de un enjambre de cámaras y seguidores
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MARÍA ANTONIA SÁNCHEZ-VALLEJO Atenas 5 JUL 2015 - 12:14 CEST
El primer ministro de Grecia, Alexis Tsipras, ha votado este domingo en el referéndum en el que se somete a consulta la última propuesta de las instituciones a Atenas. Tras depositar su papeleta en un colegio electoral en Atenas, ha destacado que la votación es "una fiesta de democracia" y "por la dignidad". Este domingo unos 10 millones de griegos están llamados a las urnas, que abrirán sus puertas durante 12 horas, hasta las siete de la tarde (una hora menos en la Península). Los 19.000 centros de votación del país enviarán sus respectivos resultados por móvil a la oficina electoral central, y los resultados definitivos se conocerán entre dos y cuatro horas después del cierre de las urnas. "Soy muy optimista", ha indicado Tsipras tras haber votado.
"Los europeos tienen que tener en cuenta la decisión de un pueblo para vivir con dignidad. Hoy la democracia vence al miedo y al chantaje. A partir de mañana se abre un camino, para todo el pueblo griego, de regreso a los principios fundamentales de la democracia y de la solidaridad en Europa, a una Europa de dignidad", ha declarado Tsipras. "El pueblo se enfrenta a un debate muy importante, y la decisión está en sus manos", ha concluido el primer ministro.
Tsipras ha votado rodeado de un enjambre de cámaras y de numerosos miembros de las juventudes de Syriza, que coreaban eslóganes como "con 400 euros al mes un pueblo no puede vivir".
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Poco después ejercía su derecho al voto el ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis, que en unas breves declaraciones a la salida de la votación, ha declarado que "el pueblo griego no tiene culpa de los enormes fracasos del Eurogrupo" y que, con este plebiscito, "el pueblo tiene la oportunidad de responder al ultimátum dado por la Unión Europea".
"Es un momento de esperanza para toda Europa", ha concluido el ministro de Finanzas.
La ficha técnica del referéndum de hoy se diferencia bien poco de la de las últimas elecciones generales, celebradas el pasado 25 de enero, si acaso en la incorporación al censo de votantes de los 100.000 jóvenes que este año cumplen 18 años y que en los pasados comicios no pudieron hacerlo por cuestiones técnicas, según el anterior Gobierno.
Esta es la parte práctica, además de otras medidas que pueden parecer simbólicas pero que, en medio de un corralito, con los bancos cerrados y limitaciones de retirada de efectivo de 60 euros por persona y día, adquieren capital importancia: dado que cada elector debe votar en su respectiva circunscripción, Grecia se ha convertido este fin de semana en un auténtico trasiego de gente, con una u otra opción, el sí o el no, en la cabeza. Para facilitar el transporte —y la participación—, la empresa estatal de autobuses ha ofrecido un descuento del 25% en todos sus recorridos; la de trenes, el 50%, y los barcos a las islas, entre el 20% y el 50%. Los peajes de las autopistas y el puente que une el continente con el Peloponeso por Patras han sido gratis. Los empleados públicos disponen de permisos pagados de entre uno y tres días para el desplazamiento.
Con una previsión de participación altísima, y un porcentaje de indecisos que oscila entre el 12% y el 18% según las encuestas, ambos bandos han aprovechado hasta las últimas horas si no para ganar adeptos, sí al menos para cosechar papeletas. Las que usen los simpatizantes del Partido Comunista de Grecia (KKE, en sus siglas griegas) serán distintas —con su propia pregunta, la del referéndum paralelo que quiso organizar— y, por tanto, declaradas nulas, si bien, según distintos sondeos, es probable que hasta el 50% de sus votantes habituales secunden la opción del no. El voto de los neonazis —que, como los comunistas, se oponen a la propuesta de los socios, pero también a la del Gobierno— puede bascular hacia el no (votaron a favor de la convocatoria del Gobierno en el Parlamento), pero las encuestas no precisan tanto. Por parte del sí, que ha convertido la consulta en un sí o no al euro y a Europa, votarán los simpatizantes de la conservadora Nueva Democracia, el socialista Pasok, el liberal To Potami, el pequeño partido —extraparlamentario— de Yorgos Papandreu y grupos del espectro del centro liberal. Fuentes de ambos bandos señalan que cada uno de ellos maneja como documento de trabajo encuestas oficiosas que, en el caso del Gobierno, prevén una victoria acusada del no, con un porcentaje del sí en torno al 29% de apoyos (alrededor de 15 puntos menos que las últimas encuestas, difundidas el viernes).
Si todos los datos —incluido el reñido empate técnico que arrojan los sondeos— hablan por sí solos de la polarización política que vive el país, no lo hace de manera tan inequívoca la pregunta que aparece en las papeletas, formulada de una forma bastante confusa y técnica. ¿Son los griegos conscientes de lo que van a votar en el referéndum? ¿Se han leído la propuesta que sustenta la pregunta, colgada en la página web del Ministerio del Interior? Mijalis Sideris, camionero, asegura conocer muy bien la opción que votará aun sin haberse leído los dos farragosos documentos técnicos que conforman la propuesta de las instituciones. “Sé perfectamente lo que quieren decir: más recortes, más ajustes y más miseria, así que tengo muy claro que mi voto va a ser un no, porque de todo eso ya hemos tenido bastante en cinco años de austeridad. No hay de dónde recortar más”, señala abiertamente, en la cola ante un cajero, rodeado de gente que disiente. “Yo tampoco me he leído la propuesta pero veo en la televisión que, si sale el no, nos iremos del euro y de Europa”, replica Sara, una joven cargada de bolsas de una conocida cadena de ropa española, cuyas sucursales registraban este sábado el mismo ajetreo que de costumbre. “¿Y dónde lo has visto?”, le pregunta el camionero. “En los canales…”, explica la chica enumerando los principales canales de televisión privados, muy activos en la campaña por el sí. “Pero si eso no lo pone en la papeleta…”, se queja el hombre. “Tampoco pone nada de recortes o austeridad”. Ninguno de los dos, ni del resto de clientes de la cola del cajero —ocho más, en una sucursal situada en pleno centro de Atenas— se habían leído el texto de la propuesta.
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