CHILE Tras 43 años de inactividad
Un año después de la erupción del chileno volcán Calbuco, los restos de ceniza y los daños materiales todavía son visibles
Así entró en erupción el Calbuco
Por NURIA LÓPEZ - Ensenada (Chile)
Cuando en la tarde del 22 de abril de 2015 el volcán Calbuco entró en erupción tras43 años de inactividad, nadie en la población de Los Arrayanes -en el chileno pueblo de Ensenada- daba crédito de lo que sus ojos estaban viendo. Una inmensa columna de ceniza comenzó a extenderse y el cielo se oscureció. Sus habitantes escaparon por sus propios medios y las autoridades decretaron la alerta roja en las zonas próximas al macizo montañoso. Un año después, las cenizas siguen cubriendo el suelo, los destrozos aún son visibles y algunos vecinos han regresado a sus hogares, aunque con la vista puesta en el horizonte por si algún día tienen que volver a huir.
"Esto era un infierno", recuerda Sandra Barría, vecina de Los Arrayanes, a siete kilómetros del volcán Calbuco. Desde la ventana de su casa de madera, los días claros hay una vista privilegiada de la achatada montaña. El pasado 22 de abril de 2015 no fue diferente. Esta chilena, que regenta un pequeño negocio de comida en su propio hogar, presenció la erupción y posterior hongo de ceniza. Barría, que vive con su madre María Elena y su hijo Matías, no sabía cómo reaccionar. Su hermana vive en la casa de al lado y se encontraba en la misma situación. "La gente empezó a desaparecer, pero nosotros no teníamos vehículos", recuerda todavía con temor. Fueron sus hermanos, que viven fuera de Los Arrayanes, quienes acudieron como pudieron en su auxilio. Para entonces la 'lluvia' de ceniza cubría el cielo, las luces de los autos no conseguían alumbrar y era complicado acertar con la ubicación de los accesos a la localidad.
Los daños causados por la erupción del volcán Calbuco son evidentes un año después. N.L.
A Barría todavía se le ponen los pelos de punta cuando rememora cómo los materiales que expulsaba el volcán dañaban el coche en el que viajaba. La mayoría de los habitantes de Los Arrayanes, una de las zonas más afectadas por el volcán, escaparon. Sin embargo, tres personas de avanzada edad decidieron permanecer en sus hogares y, afortunadamente, sobrevivieron.
El volcán Calbuco, de más de 2.000 metros de altura y situado en la turística región de Los Lagos (a 1.000 kilómetros al sur de Santiago de Chile), continuó sembrando el terror durante una semana más, ya que hasta el 30 de abril se siguieron registrando erupciones. Las autoridades chilenas decretaron la alerta roja, evacuaron a miles de personas de pueblos como Ensenada, los vuelos se suspendieron e, incluso, los militares tomaron el control del área entonces denominada "de exclusión inmediata", que comprendía los 20 kilómetros alrededor del volcán. Las cenizas llegaron hasta Argentina e impresionantes paisajes quedaron teñidos de gris.
En Los Arrayanes (Ensenada) todavía hay restos de cenizas. N.L.
En la actualidad, esta población se divide entre la esperanza y el miedo. Algunas casas completamente destruidas y vacías son símbolo de aquellos que decidieron pasar página y no volver nunca. Otros vecinos lucen hoy jardines repletos de coloridas plantas y bonitas cabañas reconstruidas con sus propias manos, orgullosos de haber podido volver a sus hogares.
Regreso al hogar
Barría es una de las vecinas que decidió volver a su hogar. "Tuve la sensación de desesperación, porque no sabía cómo iba a encontrar mi casa", explica. "Tenía miedo a que la ceniza se convirtiera en piedra", añade. Eso sí, no pudo abrir de nuevo la puerta de su hogar hasta finales de agosto de 2015. Hasta entonces, ella y su familia habían permanecido en una vivienda en Puerto Montt gracias a los subsidios de arriendo que otorgó el Estado a las personas afectadas. Cuando volvieron a Los Arrayanes, observaron que las máquinas del Gobierno sólo habían limpiado las vías principales y tuvo que empezar de cero. Retirar la ceniza era una tarea complicada y costosa. El precio de un camión y una máquina que despejara la ceniza que cubría todo el jardín y que tenía sepultada su casa eraaproximadamente de 20.000 pesos chilenos (alrededor de 26 euros) la hora. Un precio elevado para las familias sin recursos, comenta Barría, que también se queja de que las ayudas gubernamentales todavía no han llegado a su localidad.
Barría es una de las vecinas que decidió volver a su hogar. "Tuve la sensación de desesperación, porque no sabía cómo iba a encontrar mi casa", explica. "Tenía miedo a que la ceniza se convirtiera en piedra", añade. Eso sí, no pudo abrir de nuevo la puerta de su hogar hasta finales de agosto de 2015. Hasta entonces, ella y su familia habían permanecido en una vivienda en Puerto Montt gracias a los subsidios de arriendo que otorgó el Estado a las personas afectadas. Cuando volvieron a Los Arrayanes, observaron que las máquinas del Gobierno sólo habían limpiado las vías principales y tuvo que empezar de cero. Retirar la ceniza era una tarea complicada y costosa. El precio de un camión y una máquina que despejara la ceniza que cubría todo el jardín y que tenía sepultada su casa eraaproximadamente de 20.000 pesos chilenos (alrededor de 26 euros) la hora. Un precio elevado para las familias sin recursos, comenta Barría, que también se queja de que las ayudas gubernamentales todavía no han llegado a su localidad.
Imagen de parte de la casa de Sandra Barría, en 2015. CEDIDA POR TERESA RODRÍGUEZ
Sin embargo, llegó la esperanza. Familias de la turística ciudad de Puerto Varas -a 30 kilómetros de Ensenada- comenzaron a acudir de manera voluntaria a Los Arrayanes para colaborar con los vecinos en las tareas de limpieza. "Sin esa gente yo no tendría este pasto", explica contenta Barría mientras señala a través de la ventana de su salón. Esa gente son personas como Teresa Rodríguez, con la que hoy Barría mantiene una relación casi familiar.
"Lo hicimos como proyecto familiar", aclara Rodríguez en conversación telefónica con EL MUNDO, que acudió junto a su marido, Arturo Clement, sus cuñados y sus hijos durante varios fines de semana a apoyar a Barría, su hermana y su madre, que viven solas en Los Arrayanes. "Sacamos ceniza de los techos y de la leñera con palas y la llevamos con carretilla a otros lugares", recuerda. Además, solicitaron maquinaria a un amigo para facilitar las labores de limpieza.
Un miedo latente
Rodríguez rememora cómo Los Arrayanes estaba cubierto por un metro de ceniza. El Servicio de Cooperación Técnica del Estado (Sercotec) también colaboró con la población. Algunos voluntarios formaron la organización 'Las Huerteras' para capacitar a las personas para plantar huertas en sus propias casas para después comercializar los productos como modo de vida.
"Me empujaron para no caer", dice Barría, que se siente muy agradecida por la labor desempeñada por la familiar Rodríguez. "Pasados los días de alerta, el Gobierno perdió el control de los evacuados", recuerda Rodríguez. Los subsidios de arriendo no llegaban, muchos niños no pudieron volver a los colegios y la limpieza de cada casa corrió a cargo de los voluntarios, que ayudaron a volver a la normalidad a Los Arrayanes. "La participación de las comunidades fue clave", apunta Rodríguez.
Los volcanes Osorno y Calbuco vistos desde la turística ciudad de Puerto Varas. N.L.
Hoy en Puerto Varas, desde donde se observa la espectacular vista de los volcanes Osorno y Calbuco en el horizonte, los lugareños muestras vídeos y fotos a los turistas del impresionante espectáculo que les regaló la naturaleza. En las zonas cercanas al volcán, los vecinos han vuelto a la normalidad, pero con la vista puesta siempre a la hoy tranquila montaña. A pesar de las décadas de inactividad, los geólogos siempre desconfiaron del volcán y, hoy, sus vecinos también lo hacen."Chile es un país de catástrofe, es el país con la mayor cantidad de volcanes activos del mundo y con el mayor número de terremotos", subraya Rodríguez, quien critica la falta de planes de emergencia existentes en el país.
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