jueves, 12 de mayo de 2016

Irak: una guerra dentro de otra guerra

Un soldado kurdo fuertemente armado en Tuz Jurmatu muestra el tatuaje de su brazo. F. CARRIÓN

Soldados kurdos y milicias chiíes, supuestos aliados en la guerra contra el IS, protagonizan una refriega a 180 kilómetros al norte de Bagdad

'No dirigiremos las armas contra otro que no sea el Estado Islámico'

Por  FRANCISCO CARRIÓN Tuz Jurmatu (Irak)  @fcarrionmolina


Las banderas negras y amarillas de las milicias chiíes iraquíes jalonan el margen derecho de la árida carretera que atraviesa Tuz Jurmatu, a unos 180 kilómetros al norte de Bagdad. En la orilla opuesta, el viento agita la enseña kurda. Entre ambos estandartes se levantan alambradas de púas y muros de hormigón. El supuesto enemigo, el autodenominado Estado Islámico (IS, según sus siglas en inglés), se halla lejos, a varias decenas de kilómetros enfilando la ruta hacia el sur. Sin embargo, una virulenta contienda se libra en las calles de Tuz Jurmatu, símbolo de un Irak despedazado por las cuitas y los recelos cruzados.

"Es una guerra dentro de otra guerra", reconoce Karim Shuker, el responsable local de la Unión Patriótica del Kurdistán desde su fortificado cuartel general. "Tuz Jurmatu es un pueblo de 90.000 habitantes. La mitad de su población es kurda. El 38% de origen turcomano y el resto árabes suníes. La convivencia siempre ha sido buena", agrega el político.

En 2014, con el IS avanzando por los alrededores, los 'peshmerga' [soldados de la región autónoma del Kurdistán iraquí] se hicieron con el control del enclave. Poco después, la irrupción de 'Hashid Shaabi' [Movilización popular, en árabe] -las milicias chiíes respaldadas por Irán- inauguró una tensión que hace tres semanasregistró su punto álgido convirtiendo la geografía de Tuz en el escenario de unabatalla a sangre y fuego.

El 24 de abril, un militante chií arrojó una granada de mano en la casa de un dirigente kurdo local. Sus guardaespaldas abrieron fuego y estalló una refriega en las proximidades de las sedes de ambos bandos. Durante los enfrentamientos, que se prolongaron durante horas, se llegaron a lanzar proyectiles de mortero en mitad de una zona densamente poblada. "A lo largo de 2015 se alternaron meses de paz y guerra pero nunca se había registrado una tensión como la del pasado abril", apunta Shuker. La riña urbana segó la vida de ocho uniformados kurdos y una treintena de miembros de las milicias chiíes, apoyadas por la población turcomana.

Los estragos de la violencia obligaron a intervenir al primer ministro iraquí, el chiíHaidar al Abadi, quien suplicó a las partes en liza que "desactivaran la crisis y centraran sus esfuerzos en luchar contra el Estado Islámico", la organización yihadista que ocupa desde 2014 un tercio del país. Con la mediación de Teherán, kurdos y chiíes alcanzaron un precario alto el fuego que sigue en vigor desde entonces.

"No sé si funcionará el acuerdo. Hay mucha tensión entre los vecinos", relata Kana Heder, un soldado kurdo de 36 años que continúa instalado junto a su familia numerosa en la ciudad. El peligro todavía habita el callejero. Las trincheras han partido en dos Tuz y el miedo a recibir el disparo de un francotirador impide a los civiles acceder a los distritos rivales.

"Unas 450 familias kurdas han tenido que abandonar sus viviendas porque estaban ubicadas en barrios de mayoría turcomana. Y la población árabe suní está atrapada. Está siendo asesinada. Unos 80 miembros han sido secuestrados por lamafia turcomana", denuncia Shuker.

Tuz, centro de rivalidades étnicas y sectarias, es una de las zonas disputadas históricamente por Bagdad y Erbil. Para los kurdos, pertenece a una provincia, la de Kirkuk, que consideran propia mientras las milicias chiíes la incluyen en la limítrofe demarcación de Saladino. La Constitución redactada en 2005 confiaba en desenredar el nudo gordiano a través de un referéndum cuya fecha límite expiraba dos años más tarde. Víctima de los aplazamientos, el plebiscito aún no se ha celebrado.

"No son choques nuevos y vendrán más. Son inevitables debido a que ambos grupos reclaman el mismo territorio", declara a este diario el analista iraquí Fanar Hadad. "Las unidades chiíes -añade- cuentan con un aliado local, las milicias turcomanas, mientras que en algunas zonas los 'peshmerga' también están formados por paramilitares kurdos, que añaden volatilidad a la situación socavando el mando central. Es más reflejo del caos que el principio de una guerra entre ambos bandos".

La falta de tropas disciplinadas y las propias divisiones internas se hallan latentes en las callejuelas blindadas de Tuz. "Cuando queremos trasladar un mensaje a las milicias chiíes llamamos a sus dirigentes en Bagdad. Aquí carecen de un único liderazgo. Son muchos y no están unidos", se queja el político kurdo, consciente de que las rencillas entre presuntos aliados proporcionan oxígeno a los yihadistas. "Estamos perdiendo el tiempo en la batalla contra el IS", murmura.

A Abbas Aziz, otro recluta kurdo, le exaspera vigilar el cuartel que se ubica al otro lado del camino. "Esto es una olla a presión pero no nos iremos. Es nuestra tierra", dispara. Un ardor que comparte desde el anonimato un alto cargo del ejército kurdo en la comarca: "Cuando liquidemos al IS, tengo muy claro que no habrá más remedio que declararle la guerra a los de 'Hashid Shaabi'".

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