miércoles, 7 de junio de 2017

Dan ganas de votar nulo

La preocupante precariedad de contenido de los candidatos presidenciales

Por Guillermo Arellano

Sin líderes a los que apelar en tiempos de crisis de credibilidad y confianza institucional, las opciones se reducen a varios postulantes de nicho más que de grandes tendencias doctrinarias o movimientos sociales y de masas y en el que importa más la imagen personal que la ideología.

Da lo mismo ser de izquierda, centroizquierda, centro, centroderecha o derecha; pinochetista, freísta o allendista; laguista, aylwinista o aliancista-bacheletista; conservador, liberal o progresista e incluso carrerista, o'higginiano o balmacedista.

El tema es que el abanico de candidatos que compone la oferta presidencial versión 2017 muestra una precariedad de contenido que de verdad es preocupante.

Con la elección de 1999, donde debutó un estilo pragmático de ver y ejercer la política que se basó en el "cambio" y en "resolver los problemas concretos de la gente", se acabó el paradigma del estadista donde la fuerza del discurso y la visión de país estaban pensadas para los próximas generaciones.

Lo que se instauró en Chile después del triunfo de Ricardo Lagos ante Joaquín Lavín en la segunda vuelta de 2000 fue el estímulo inmediato de la figura del momento solo para mantener el poder o acceder a él. Estamos hablando del avión que tiraba agua desde el cielo para hacer llover, la candidata mujer (primera gran novedad) arriba del tanque, la promesa facilista de terminar con la delincuencia, establecer el gobierno de los mejores (qué es eso) y alimentar ilusiones de gratuidad dentro un modelo de sociedad que disfruta vivir y morir en torno al mercado y el consecuente lucro.

Sin líderes a los que apelar en tiempos de crisis de credibilidad y confianza institucional, las opciones se reducen a varios postulantes de nicho más que de grandes tendencias doctrinarias o movimientos sociales y de masas y en el que importa más la imagen personal que la ideología.

El favorito de las encuestas es Sebastián Piñera, expresidente entre 2010 y 2014, que tiene un montón de cuestionamientos judiciales y éticos y que quiere repetirse el plato apoyado por la oficialidad de la derecha (Chile Vamos) con la que ya trabajó en su primera administración.

Parece curioso que como no puede contestar la gran pregunta de campaña respecto a la separación de los negocios, la política y los conflictos de interés, nuevamente la pomada del cambio, retomar lo que dejó pendiente y mejorar los errores que provienen de la actual gestión sean su principal consigna.

Quien lo sigue en cuanto a intención de voto es Alejandro Guillier, quien pasó de ser el rostro "más creíble" del periodismo chileno y cara nueva y fresca de la actividad política a postulante sin comando, con el socialismo dividido tras la bajada de Lagos y con partidos de la Nueva Mayoría a los que ningunea vez que puede. ¿Hay futuro ahí?

Ni siquiera su principal bandera, que es el regionalismo y la elección popular de los nuevos gobernadores, podrían comenzar a aplicarse en un eventual gobierno suyo.

Lo de Manuel José Ossandón, exmilitante de RN y crítico acérrimo de Piñera, es llamativo. El senador sube en los sondeos y se constituye como estandarte de una derecha que coquetea con el centro y las clases medias y bajas a partir de su labor como alcalde de Puente Alto.

Sin embargo, la falta de preparación que dejó en evidencia en el programa "Tolerancia Cero" provoca una mezcla de sensaciones. Por un lado, alerta, porque un candidato no puede no saber los contenidos de dos de los tópicos del momento, cambio climático y relaciones con Bolivia, y por el otro, molestia, dado que más allá del aspirante a La Moneda está el parlamentario. Y en ese rol, que por lo demás es financiado por todos los chilenos, resulta impresentable que no tenga conocimiento o no se acuerde de lo que votó hace solo unos días.

Y peor aún, el simpático Cote instaló el concepto del candidato transparente, que se celebra, pero que de tan transparente que es se la pasa pidiendo disculpas y perdón, que admite peligrosamente que no sabe y que enfatiza que un jefe de Estado no tiene que dominar porcentajes y conceptos difíciles, sino que asesorarse por expertos y luego conducir. Tarea para la casa: presentar a esos expertos.

Lo gracioso y dramático a la vez, es que Beatriz Sánchez, carta del Frente Amplio que irrumpe desde la izquierda, también hace suya la tendencia del "no tengo por qué saberlo todo".

Obvio y elemental, nadie sabe todo. Pero con periodistas políticos que no preguntan nada de derecho tributario o de términos complejos y que si se van de tesis cambiamos el canal y hacemos zapping, lo mínimo es contestar como la gente. Más cuando se trata de los pilares de un país como la economía, de ahí el trabajo y los índices de productividad y crecimiento, la política y los derechos de los ciudadanos.

Carolina Goic, senadora y una de las últimas en sumarse a la contienda, carga con el peso de ser DC. En fácil, rechaza el aborto, pero arueba las tres causales de interrupción del embarazo; se separa de la Nueva Mayoría con una postulación propia, pero mantiene una defensa del gobierno que solo le quita votos. Se declara de centroizquierda, pero su postura parece no condecirselo con esos principios.

Los demás rellenan la papeleta con sus propuestas específicas: José Antonio y Felipe Kast, con sus dos visiones de la derecha, la antigua y la de hoy, el tío y el sobrino; Marco Enríquez-Ominami y Alejandro Navarro, la última estación de los díscolos cool y de los lolos canosos que ya no convencen; Franco Parisi y su giro al voto que muta entre el evangélico y el regionalista; Roxana Miranda y la lucha habitacional de los deudores que compran y no quieren pagar; Carola Canelo y la crítica al sistema sin aportar soluciones; y Alberto Mayol, que tiene la razón la mayor parte del tiempo, pero que no tiene el carisma para que podamos creerle.

Raya para la suma: dan ganas de votar nulo y hasta de no votar. Veremos si en los meses que quedan de campaña se pulen los candidatos para que, al menos, lo poco que sepan lo sepan bien y lo que no conozcan lo sepan camuflar.

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