por Juan Antonio Muller*
Febrero ofrece dos fechas para reflexionar. Una es el 4F vigésimo aniversario de la intentona golpista que el gobierno pretende celebrar por todo lo alto como fecha patria. La otra el 12F día de la juventud escogida por la oposición democrática para escoger su abanderado que se medirá en las próximas elecciones presidenciales.
El contrate entre ambas es evidente pues mientras una realza la sublevación militar contra los poderes legítimamente constituidos, la otra pretende dar una lección de civismo a través del voto ciudadano.
Bajo un reflexión serena pudiera pensarse que la balanza de la opinión se inclina por la fecha civil frente a la militar. Desgraciadamente no es así, el país se encuentra dividido en dos bandos que forcejean por ser mayoría.
Un bando sigue al caudillo militar inquilino de Miraflores con una abultada faja de dinero decidido a repartirla para asegurarse la permanencia en el poder. El otro bando sin grandes recursos pero con un liderazgo variopinto intenta llegar al corazón de los desposeídos para cerrar el paso al autoritarismo.
De ahí la relevancia que la revolución quiere dar al 4F. No le interesa celebrar la llegada al poder a través del voto popular en el 2006 sino la asonada fracasada del 1992 que enlutó sin misericordia a muchas familias venezolanas.
La fecha del 12F lleva en su fuero interno un signo vital para la lucha por la democracia en el país. Lo trascendente no es quien gane la candidatura presidencial, sino la participación masiva de la oposición y los indefinidos arrastrados por aquella.
Una concurrencia contundente de varios millones de ciudadanos el 12F enviaría un mensaje de certidumbre al autócrata que los demócratas están decididos a ganar con votos y a no permitir que les arrebaten ese triunfo.
(*) Juaamilq249@cantv.net
Febrero ofrece dos fechas para reflexionar. Una es el 4F vigésimo aniversario de la intentona golpista que el gobierno pretende celebrar por todo lo alto como fecha patria. La otra el 12F día de la juventud escogida por la oposición democrática para escoger su abanderado que se medirá en las próximas elecciones presidenciales.
El contrate entre ambas es evidente pues mientras una realza la sublevación militar contra los poderes legítimamente constituidos, la otra pretende dar una lección de civismo a través del voto ciudadano.
Bajo un reflexión serena pudiera pensarse que la balanza de la opinión se inclina por la fecha civil frente a la militar. Desgraciadamente no es así, el país se encuentra dividido en dos bandos que forcejean por ser mayoría.
Un bando sigue al caudillo militar inquilino de Miraflores con una abultada faja de dinero decidido a repartirla para asegurarse la permanencia en el poder. El otro bando sin grandes recursos pero con un liderazgo variopinto intenta llegar al corazón de los desposeídos para cerrar el paso al autoritarismo.
De ahí la relevancia que la revolución quiere dar al 4F. No le interesa celebrar la llegada al poder a través del voto popular en el 2006 sino la asonada fracasada del 1992 que enlutó sin misericordia a muchas familias venezolanas.
La fecha del 12F lleva en su fuero interno un signo vital para la lucha por la democracia en el país. Lo trascendente no es quien gane la candidatura presidencial, sino la participación masiva de la oposición y los indefinidos arrastrados por aquella.
Una concurrencia contundente de varios millones de ciudadanos el 12F enviaría un mensaje de certidumbre al autócrata que los demócratas están decididos a ganar con votos y a no permitir que les arrebaten ese triunfo.
(*) Juaamilq249@cantv.net
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