miércoles, 29 de febrero de 2012

Romney: “No hemos ganado por mucho pero hemos ganado lo suficiente”

PRIMARIAS REPUBLICANAS EN EE UU

Mitt Romney manifiesta su alivio al ganar en su Estado natal de Michigan
El candidato celebra su victoria en el condado en el que nació

Mitt Romney sobrevive en Michigan y se afianza en la carrera republicana

DAVID ALANDETE Detroit 29 FEB 2012 - 05:41 CET

Mitt Romney dejó anoche el guion de lado. Después de una campaña frenética de mítines a lo largo y ancho de Michigan, apareció finalmente sobre el escenario contento y enérgico pero, sobre todo, aliviado. Hasta diez minutos antes de que entrara en este salón de actos ni siquiera sus asesores más cercanos daban su victoria por segura. Había mucho en juego. Perder el Estado en el que había nacido hubiera supuesto una humillante derrota, de la que finalmente se libró.

“No hemos ganado por mucho pero hemos ganado lo suficiente”, admitió Romney, con una espontaneidad que se permite en pocas ocasiones. El candidato volvía a ser el mismo de antes: llevaba un traje de impecable azul marino y una corbata a conjunto. Es como se mueve más a gusto este empresario millonario.

En los actos electorales de días anteriores repetía siempre los mismos argumentos, las mismas anécdotas, apelando a los votantes, tratando de convencerles de que es uno de ellos, vestido con vaqueros y cazadoras, con apariencia incómoda. Su atuendo natural es el que llevaba ayer, el traje de un hombre de negocios, y así se presentó: “En Washington debe haber alguien que sepa gestionar empresas, y ese soy yo”.

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“Empresario”. Esa fue la palabra elegida por la votante Margaret Benedict, de 65 años, que trabajó la mayor parte de su vida para la empresa Ford, para definir lo que más le gusta de Romney. “En Ford yo trabajaba con empresarios. Sé cómo son, cómo se comportan. Y lo que necesitamos en Washington son empresarios que gestionen este país cómo gestionarían una empresa. No necesitamos más políticos de profesión”, añadió.

Desde que Rick Santorum, su principal competidor, le aventajara en las encuestas el pasado 14 de febrero, Romney había aparecido nervioso en todos sus mítines. La campaña tocó fondo al organizar un evento, el pasado viernes, en el que el candidato dio a conocer sus planes económicos en un estadio de 65.000 personas, ocupado solo por 1.500. El efecto fue devastador. Parecía que la victoria se le escapaba, que nadie acudía a escucharle. La incomodidad dio paso al miedo real a perder.

A Romney le benefició, sin duda, un elemento, que él mismo recordó en su discurso anoche: “Fue aquí donde nací. Aquí me crié. Muchos años los pasé aquí. La gente de Michigan es mi familia”, dijo. El candidato, de hecho, nació en el mismo condado en que celebró la victoria, el de Oakland, en un suburbio de Detroit.

Y si, como él dijo, todos en Michigan son familia, había un asistente al acto de celebración que lo era más que otros. Miles Romney, de 34 años, es primo tercero del candidato. Nunca había hablado con él hasta que se le acercó, tras su discurso, para felicitarle. “No es solo porque seamos familia, le votaré porque me parece el candidato adecuado para cambiar definitivamente el estado de la economía”, dijo tras estrecharle la mano.

La posible victoria de Santorum, y la consecuente pérdida del liderazgo en las primarias por Romney, había planeado sobre la campaña en Michigan hasta el momento mismo de la celebración. Ni siquiera los electores aquí reunidos habían venido convencidos de que iban a celebrar, con toda seguridad, una victoria. Por eso, cuando las grandes cadenas de televisión anunciaron su victoria, doble, los partidarios de Romney parecieron enloquecer, con cánticos y vítores.

Para Romney era todo un lujo, dada la sobriedad con la que se había encontrado en los mítines de días anteriores. El candidato agradeció, de forma más natural de lo habitual, el gesto. “Yo os prometo que si me elegís, no os voy a defraudar”, les dijo. “El futuro que tendréis por delante será más brillante que el que hay ahora”.

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