domingo, 27 de mayo de 2012

LA NECESIDAD DE POTENCIAS HEGEMÓNICAS

Apreciamos, día a día, que el conflicto subnacional, es decir aquel que emana desde el interior mismo de los países y que opone a actores contenidos al interior de las mismas fronteras políticas, adquiere, cada vez más, el carácter de “transnacional”, pero no solo eso, se está cristalizando como la fuente internacional más clara y visible de la inseguridad mundial: debuta al interior de un país, pero, en su desarrollo conflictivo, arrastra a actores externos o se desborda, simplemente hacia los otros Estados que le son vecinales.

Por CRISTIAN LEYTON*

Hoy observamos que la Primavera Árabe si bien surgió como un fenómeno democratizador, ha generado altos grados de inestabilidad política interna en los países que se han vistos sacudidos por sus efectos. Los profundos “vacíos políticos” dejados por la abrupta salida de los dictadores y la desestabilización de sus elites están generando luchas intestinas por llenarlos. Libia conoce, actualmente muy bien de ello, de la misma forma que Egipto. En cuanto a Siria, ad portas de una guerra civil, está infectando severamente a su vecino libanes. Un poco más al sur de la zona magrebina, el espacio sudanés conoce la misma suerte: un conflicto interno interétnico y religioso que se había pensado resuelto con la secesión e independencia del Sur sudanés católico, hoy se transforma aceleradamente en un conflicto de naturaleza internacional. El Medio Oriente “democratizado” nuevamente se unge en una espiral de inestabilidad que no solo es subnacional, sino que además se le asocia otras fuentes de inseguridad como es el surgimiento del problema iraní, el proyecto de unión política entre Arabia Saudita y Bahréin –fuertemente resistido por Teherán-, el afianzamiento del liderazgo de Hezbollá en El Líbano y finalmente, la cristalización de una Turquía con ansias de hegemonía regional.

Más al norte de Sudamérica, actores subnacionales asociados al narcotráfico causan estragos en Centro América, México y seguramente, más temprano que tarde, lo harán en los EE.UU: los Carteles de la droga mexicanos se están erigiendo en la amenaza más relevante para Washington y demás capitales del hemisferio. En Asía, la elite neopatrimonial de Corea del Norte, por su parte, se mantiene en el poder como resultado de una “política de Estado” de amenaza constante hacia su vecina sureña. Mientras el pueblo sucumbe ante escenarios de hambruna generalizada, la elite militarista de Pyonyang acrecienta su poder nuclear y convencional como el único medio que le permite proyectar un poder político defensivo ante el acoso del capitalismo, incluso del mismo chino. Nuevamente actores de tipo “subnacionales” se afianzan como fuentes de inseguridad mundial.

La contracción política europea, como resultado de la profunda crisis económica que le afecta, no ha ayudado en nada a limitar los efectos nocivos de esta nueva problemática global: ha dejado amplios espacios vacíos, tanto económicos, diplomáticos como militares, los que están siendo llenados por la potencia económica y comercial China y, de manera más tímida, algunos de los otros Estados del BRIC (Brasil, Rusia y India). No obstante lo anterior, ninguno de ellos se erige como un actor de alcance global, ni tampoco han adoptado posturas de seguridad global, de largo plazo y no asociadas únicamente a intereses nacionales. El caso más claro es Rusia.

Se aprecia, en términos generales, que, paralelamente a surgimiento de nuevos actores subnacionales, diferentes potencias mundiales -algunas de ellas aún en estado embrionario-, están buscando asumir nuevos roles de liderazgo mundial. Un aspecto central dice relación, justamente, con la necesidad del sistema internacional de “potencias hegemónicas”, globales y regionales. Frente a un espacio internacional en donde no existe un monopolio de la violencia legítima “internacional”, el mundo parece necesitar de actores con capacidades de acción preventiva globales.

Una de las principales problemáticas asociadas al surgimiento de estas potencias hegemónicas regionales dice relación con las capacidades de intervención política en problemáticas de origen nacional pero que los desbordan. Una estrategia de “intervención” no intrusiva dice relación con la creación de entidades cooperativas, de coordinación y de acción conjunta entre Estados de un mismo espacio geopolítico. Desde este punto de vista, el surgimiento del UNASUR, por ejemplo, o del Consejo de Defensa Sudamericano, a instar de Brasil constituye el mejor ejemplo. No obstante ello, dichas “hegemonías benignas o cooperativas” necesitan de aliados cuyo rol será el de operadores políticos, facilitadores de consensos, Chile está llamado a ser uno de ellos, rol que desempeñó por algún tiempo, pero que hoy ya dejó de hacerlo. Ese es el camino, hay que retormarlo.

(*) Cristian Leyton es Profesor Civil Academia de Guerra del Ejército. Investigador Asociado Centro de Estudios Estratégicos ANEPE.
http://www.cristianleyton.cl

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