Polémica por el viaje de la presidenta a Perú en la aeronave de un empresario investigado por narcotráfico y lavado de dinero
ÁLVARO MURILLO San José (Costa Rica)
Dos semanas después de hacer algo parecido a un acto de contrición política y de quedar bien como anfitriona de Barack Obama, el Gobierno de Laura Chinchilla sufrió esta semana un golpe estrepitoso. La prensa local reveló que un viaje de dos días a Perú se realizó en un avión facilitado por una empresa petrolera relacionada con un empresario colombiano que fue cuestionado por asuntos de drogas y lavado de dinero en su país.
El escándalo reventó este miércoles y afectó sobre todo al ministro de Comunicación, Francisco Chacón, un hombre de absoluta confianza de la mandataria que ha resultado ser voz, cara y cerebro en las buenas y las malas del último año de la administración de Chinchilla. Este abogado experto en atracción de inversiones, amigo durante décadas de la presidenta, era una suerte de superministro que asumió la culpa de haberla hecho abordar un jet ofrecido gratis por THX, una empresa envuelta en sospechas.
Chacón alegó haber sido engañado con una falsa identidad del empresario que resulta llamarse Gabriel Morales Fallón, un hombre de negocios al que las autoridades colombianas han investigado por lavado de dinero y posibles vínculos con el narcotráfico. No se le ha probado nada, pero las sospechas fueron suficientes para que el superministro de Chinchilla dejara de ser portavoz presidencial. La Procuraduría de la Ética y la Fiscalía de la República han abierto ya sendas investigaciones.
La historia ha dejado sorprendido a un país que cada vez confía menos en sus autoridades políticas. Chinchilla viajó a Lima este sábado para asistir a la boda del hijo del segundo vicepresidente de la República, un banquero de origen judío llamado Luis Liberman. THX resultó ser un misterio, sin oficinas ni inversiones en territorio costarricense, y representada por el exfutbolista Rolando Fonseca, más recordado por la decenas de goles con la Selección Nacional y con los dos equipos más populares del país. Morales Fallón aparece también en internet como filántropo interesado en ayudar a organizaciones pro niños.
El viaje además incluyó una visita al presidente Ollanta Humala, el lunes por la mañana, a quien le explicó que la decisión de viajar la había tomado apenas el viernes. Fue una cita improvisada, armada a trompicones sin que se enterara siquiera el ministro de Relaciones Exteriores, Enrique Castillo. Si no fuera por esta visita de cortesía, podría haberse dicho que el objetivo del viaje (y el favor del avión) se limitaba a una boda.
En medio queda la presidenta Chinchilla con su crisis de popularidad y “profundamente preocupada por la cadena de fallos” en este caso, según divulgó mediante comunicado de prensa. Enfrenta también un creciente pesimismo popular, sin que se haya medido hasta ahora el impacto de un escándalo a un año de finalizar su mandato. El cálculo no lo hicieron Chinchilla ni Chacón cuando iban el sábado sentados en los asientos color beige del jet que, se sabe ahora, también les permitió viajar a última hora a Venezuela para el funeral Hugo Chávez, en febrero pasado.
La prensa local no ha parado de descubrir detalles en los últimos tres días. Primero los periodistas detectaron la dedicación petrolera de la empresa THX, todo un tema espinoso en este país donde rige una moratoria para explorar petróleo, tras varios intentos extranjeros frustrados por trabas legales y la oposición popular. También conocieron que Chinchilla ha violado la Constitución Política por no avisar al Congreso antes de salir a sus viajes. Y para acabar, se enteraron que el entorno de la Presidenta, dominado por Chacón, permitió que ella volara en un jet ofrecido por un hombre con tales antecedentes.
Pero pocos temas inquietan tanto en la política costarricense como el transporte aéreo. En este país sin Ejército no hay aeronaves para transportar a los jerarcas de Gobierno. La Presidencia, durante décadas, se ha servido entonces de vuelos privados para viajes internos y fuera del país, cuando ha tenido que pedir favores a los mandatarios amigos. Los pilotos presidenciales de México y Panamá conocen bien el aeropuerto en San José, quizá tanto como el aviador de apellido Ugalde que trabaja para el colombiano Morales y que transportó a Chinchilla el sábado a Perú y el lunes de vuelta a San José.
Ahora queda Chinchilla sin su mano derecha en la Presidencia. Le queda, para su fortuna, su ministra de Comercio Exterior, Anabel González, esposa de Chacón y depositaria también de una amplísima cuota de poder político en el gabinete. Chichilla la había postulado en diciembre para dirigir la Organización Mundial del Comercio (OMC), pero no avanzó en una competencia que finalmente ganó el brasileño Roberto Azevêdo.
Dos semanas después de hacer algo parecido a un acto de contrición política y de quedar bien como anfitriona de Barack Obama, el Gobierno de Laura Chinchilla sufrió esta semana un golpe estrepitoso. La prensa local reveló que un viaje de dos días a Perú se realizó en un avión facilitado por una empresa petrolera relacionada con un empresario colombiano que fue cuestionado por asuntos de drogas y lavado de dinero en su país.
El escándalo reventó este miércoles y afectó sobre todo al ministro de Comunicación, Francisco Chacón, un hombre de absoluta confianza de la mandataria que ha resultado ser voz, cara y cerebro en las buenas y las malas del último año de la administración de Chinchilla. Este abogado experto en atracción de inversiones, amigo durante décadas de la presidenta, era una suerte de superministro que asumió la culpa de haberla hecho abordar un jet ofrecido gratis por THX, una empresa envuelta en sospechas.
Chacón alegó haber sido engañado con una falsa identidad del empresario que resulta llamarse Gabriel Morales Fallón, un hombre de negocios al que las autoridades colombianas han investigado por lavado de dinero y posibles vínculos con el narcotráfico. No se le ha probado nada, pero las sospechas fueron suficientes para que el superministro de Chinchilla dejara de ser portavoz presidencial. La Procuraduría de la Ética y la Fiscalía de la República han abierto ya sendas investigaciones.
La historia ha dejado sorprendido a un país que cada vez confía menos en sus autoridades políticas. Chinchilla viajó a Lima este sábado para asistir a la boda del hijo del segundo vicepresidente de la República, un banquero de origen judío llamado Luis Liberman. THX resultó ser un misterio, sin oficinas ni inversiones en territorio costarricense, y representada por el exfutbolista Rolando Fonseca, más recordado por la decenas de goles con la Selección Nacional y con los dos equipos más populares del país. Morales Fallón aparece también en internet como filántropo interesado en ayudar a organizaciones pro niños.
El viaje además incluyó una visita al presidente Ollanta Humala, el lunes por la mañana, a quien le explicó que la decisión de viajar la había tomado apenas el viernes. Fue una cita improvisada, armada a trompicones sin que se enterara siquiera el ministro de Relaciones Exteriores, Enrique Castillo. Si no fuera por esta visita de cortesía, podría haberse dicho que el objetivo del viaje (y el favor del avión) se limitaba a una boda.
En medio queda la presidenta Chinchilla con su crisis de popularidad y “profundamente preocupada por la cadena de fallos” en este caso, según divulgó mediante comunicado de prensa. Enfrenta también un creciente pesimismo popular, sin que se haya medido hasta ahora el impacto de un escándalo a un año de finalizar su mandato. El cálculo no lo hicieron Chinchilla ni Chacón cuando iban el sábado sentados en los asientos color beige del jet que, se sabe ahora, también les permitió viajar a última hora a Venezuela para el funeral Hugo Chávez, en febrero pasado.
La prensa local no ha parado de descubrir detalles en los últimos tres días. Primero los periodistas detectaron la dedicación petrolera de la empresa THX, todo un tema espinoso en este país donde rige una moratoria para explorar petróleo, tras varios intentos extranjeros frustrados por trabas legales y la oposición popular. También conocieron que Chinchilla ha violado la Constitución Política por no avisar al Congreso antes de salir a sus viajes. Y para acabar, se enteraron que el entorno de la Presidenta, dominado por Chacón, permitió que ella volara en un jet ofrecido por un hombre con tales antecedentes.
Pero pocos temas inquietan tanto en la política costarricense como el transporte aéreo. En este país sin Ejército no hay aeronaves para transportar a los jerarcas de Gobierno. La Presidencia, durante décadas, se ha servido entonces de vuelos privados para viajes internos y fuera del país, cuando ha tenido que pedir favores a los mandatarios amigos. Los pilotos presidenciales de México y Panamá conocen bien el aeropuerto en San José, quizá tanto como el aviador de apellido Ugalde que trabaja para el colombiano Morales y que transportó a Chinchilla el sábado a Perú y el lunes de vuelta a San José.
Ahora queda Chinchilla sin su mano derecha en la Presidencia. Le queda, para su fortuna, su ministra de Comercio Exterior, Anabel González, esposa de Chacón y depositaria también de una amplísima cuota de poder político en el gabinete. Chichilla la había postulado en diciembre para dirigir la Organización Mundial del Comercio (OMC), pero no avanzó en una competencia que finalmente ganó el brasileño Roberto Azevêdo.
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