miércoles, 23 de octubre de 2013

Papa Francisco: «La Iglesia no es un negocio… ¡si no llevase a Jesús a otros sería una Iglesia muerta!»

AFP
El Papa Francisco saluda a los fieles durante la audiencia de este miércoles

El Santo Padre explica a cien mil peregrinos que «Dios no quiere un amor interesado»


JUAN VICENTE BOO / CORRESPONSAL EN EL VATICANO - Día 23/10/2013 - 12.53h


En un nuevo derroche de humanidad, que incluyó besar a docenas de niños e incluso bajar del «papamóvil» para besar a una anciana de 88 años en silla de ruedas, el Papa Francisco explicó a cien mil peregrinos que «la Iglesia no es un negocio, una agencia humanitaria o una ONG… la Iglesia debe llevar a Jesucristo y su Evangelio a la gente. ¡Eso es la Iglesia!».

Con gran energía, el Papa insistió -al margen del texto escrito- en que «la Iglesia no es para sí misma: que si es pequeña, si es grande, si es fuerte, si es débil… La Iglesia debe ser como María cuando va a visitar a Isabel. ¿Qué le lleva? ¡Le lleva a Jesús consigo! Esto es el centro de la Iglesia: ¡llevar a Jesús!».

En la plaza de San Pedro, rebosante de fieles, había veinte mil peregrinos italianos y ochenta mil peregrinos venidos de otros países. Unas cifras asombrosas que se repiten en las audiencias del miércoles.

¿Por qué les hablaba con tanta fuerza de la Iglesia? El Papa mismo lo explicó. Porque «la Iglesia somos nosotros, ¡cada uno de nosotros!». No son las estructuras, ni los cargos, ni los ambientes clericales cerrados. En esa línea de responsabilidad de cada uno, el Papa les dijo que «si, en un caso hipotético, la Iglesia no llevase a Jesús a otros… ¡sería una Iglesia muerta!».

Insistió en que cada cristiano debe «llevar la caridad de Jesús, el Amor de Jesús, que no es un amor interesado». Como siempre, el Papa interrogó a los fieles: «¿Cómo es el amor que llevamos a los demás? ¿Es el amor de Jesús o un amor que sigue las propias simpatías, que busca un pago?».

De modo todavía más directo, planteó a todos la pregunta: «¿A Jesús, le gusta el amor interesado?». La repuesta fue «no», pero resultó demasiado débil, y el Papa replicó: «¡Ah! No estáis convencidos… ¿Le gusta o no le gusta?». Esta vez la respuesta fue un «¡Noooo!» estruendoso.

El Santo Padre continuó invitándoles a salir de sí mismos, preguntándoles si «cuidamos cada uno nuestro huertito, o si nos cuidamos los unos a los otros». Era una catequesis sobre el mandamiento central, el del amor, y sobre Jesús como centro de la Iglesia.
Saludo personal a los fieles

Como cada miércoles, el Papa Francisco había predicado ya con el ejemplo dedicando cuarenta intensísimos minutos a saludar a los fieles antes de la audiencia. Como la asistencia es masiva, se han abierto nuevos pasillos, incluso fuera de la plaza de San Pedro para que los peregrinos puedan verle de cerca. La anchura de los pasillos es cada vez menor, de modo que algunos pueden tocarle cuando Francisco estira los brazos desde el «papamóvil».

Saluda con gestos muy vivos a millares de personas, besa a docenas de niños. Con frecuencia algún peregrino le ofrece un solideo blanco, que el Papa se prueba y, si le queda bien, entrega al peregrino el que llevaba puesto antes. Acepta los regalos con agradecimiento: una gorra, una camiseta, una pequeña estatua, un banderín…

Toca fotografías con la palma de la mano, que es un modo de bendecir a las personas que aparecen en ellas. Cuando una peregrina china le ofreció un bloc de notas, el Papa le escribió una palabra y se lo devolvió.

Poco después envió un beso a una anciana sentada, quien hizo gesto de que no podía levantarse. El Papa mandó parar el automóvil y bajó a darle dos besos y abrazarla. La mujer, italiana y de 88 años, le dijo como el anciano Simeón, «Ahora puedo irme…» y se echó a llorar. El Papa la consoló. Se le empezó a caer el gorro, y el Papa se lo colocó bien… La anciana solo sabía decir «¡Gracias!».

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