lunes, 19 de octubre de 2015

Dilma Rousseff: “Cuando digo no, no hay nada que hacer; es no”

La presidenta brasileña Dilma Rousseff. / EVARISTO SA (AFP)

DILMA ROUSSEFF »

La presidenta Rousseff defiende en Suecia su política económica, que le ha ganado críticas incluso al interior de su partido


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JUAN ARIAS 19 OCT 2015 - 01:04 CEST


¿Se ha convertido Dilma Rousseff? Sin duda ha sumado puntos en la entrevista que ha concedido en Suecia en la que ha dicho, quizás, las afirmaciones más importantes y tajantes de su segundo mandato.

Podrá alegarse que se ha tratado de un escudo para protegerse contra las tentativas de quitarla de la Presidencia; o de una estrategia a medio camino entre el maquiavelismo y las tácticas de la guerrilla que ella conoce muy bien por haberlas ejercitado en su juventud.

La presidenta dejó claro que Lula no se corta a la hora de pedirle algo, pero que ella tampoco se corta cuando decide decirle que no

Podría haber sido también la confesión de una inesperada conversión. Lo cierto es que, acosada por todas partes, con una popularidad por los suelos, ha hablado claro, sin ambages, algo que no suele ser su fuerte. “Cuando digo no, no hay nada que hacer; es no”, espetó a los periodistas al afirmar que el ministro de economía, Joaquim Levy, no sólo sigue en su gobierno sino que a él ha confiado la económica del mismo. “Si se queda es porque nosotros estamos de acuerdo con esa política”.

Por primera vez y con todas las letras, respondiendo a una entrevista del presidente de PT, Ruy Falcon, que pedía un cambio de la política económica e indirectamente la salida de Levy, la mandataria respondió, casi como desafío, que esa no va a ser su política. “El Presidente del PT puede tener la opinión que quiera. La suya no es la opinión del Gobierno”. Y explica, que respeta sus opiniones, porque el PT “integra la base aliada” y es el partido más importante de la misma, pero añade algo de gran importancia en este momento en que uno de sus puntos flacos es la disgregación de la base aliada que la había llevado al poder. El hecho que el PT sea el partido más importante de la coalición, dice Rousseff, “no significa que la suya sea la opinión del gobierno”. Reivindica así la fuerza de los otros aliados.

Si el PT y los movimientos sociales hasta se habían manifestado en la calle contra la política de ajustes fiscal y contra cualquier aumento de impuestos, que es la clave de la política económica defendida por Levy, Dilma fue de nuevo tajante: defendió la vuelta de la odiada CPMF, el impuesto sobre las transacciones bancarias como algo fundamental: “creemos que la CPMF es crucial para que el país vuelva a crecer”, un mantra en la boca hasta ahora sólo de Levy.

"El Presidente del PT puede tener la opinión que quiera. La suya no es la opinión del Gobierno", afirmó la mandataria

Si hay una noticia que ha recorrido todos los periódicos la semana pasada ha sido la de que Lula había pedido a la presidenta la salida de Levy del Gobierno. También aquí, la mandataria fue tajante, dura: “Nunca me pidió nada”. Y añadió: “El presidente Lula cuando quiere algo no tiene el más mínimo constreñimiento en hacerlo”.

Indirectamente, sabiendo todos que a Lula como al PT le gustaría la salida de Levy, tras la defensa sin ambages que la presidenta ha hecho de él, vino a decir que Lula no se corta a la hora de pedirle algo, pero que ella tampoco se corta cuando decide decirle que no.

Y por último, la Presidenta llegó en Suecia a hacer un mea culpa sobre uno de los puntos importantes de la fallida política económica de su primer mandato que ahora ha decidido corregir. Una confesión a la que se negaba hasta ayer. Admitió que uno de los factores que han conducido al país a este momento de crisis económica fue “la disminución de tributaciones para sectores de la economía”, que ella había concedido generosamente en su primer mandato.

Pronto sabremos si la presidenta ha dado un jaque mate a la partida que daba por perdida

El lector podrá concluir, que de las graves e importantes afirmaciones hechas por Dilma Rousseff en Suecia, se diría que ella admite que ha decidido asumir la responsabilidad de ejercer en su segundo mandato una política económica de corte más liberal, de ajuste fiscal basado en el crecimiento más que en el consumo, que se parece más a lo que proponía la oposición durante la pasada campaña electoral y que es el verdadero programa del banquero Levy.

Es posible.

¿Se habrá convertido? ¿Habrá decidido, en un juego de vida o muerte optado por seguir su camino propio justo en el momento en que se la acusa de haber delegado su mandato a su tutor, Lula, que está gobernando en su lugar?

Misterios de la enmarañada y enigmática política que necesita despejarse si se quiere de verdad que Brasil vuelva a crecer. Pronto sabremos si la presidenta ha dado, con sus afirmaciones, un jaque mate a la partida que daba por perdida, o si habrá sido sólo un salto suicida en el vacío.Una cosa es cierta: nunca la Presidenta había hablado tan claro y sin usar su típico lenguaje dilmés, difícil de interpretar hasta para los expertos en lingüística.“Cuando digo, no, no hay nada que hacer, es no y basta”, ha mandado decir a tirios y troyanos. Y eso lo entienden hasta los más analfabetos.

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